SOCIEDAD • SUBNOTA › EL CONFLICTO AEREO EN BRASIL LLEVA CASI UN AÑO
El aeropuerto de Congonhas donde se estrelló ayer el avión de TAM fue escenario recientemente de otro incidente: dos aeronaves, una de ellas también de TAM, rozaron sus alas en pista cuando ambas hacían maniobras de despegue. El episodio sucedió el 26 de junio pasado y fue el último capítulo –hasta ayer– de la crisis en el sistema de aeronavegación comercial que ya lleva casi un año en Brasil y tiene a mal traer al gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva.
Aquel hecho ocurrió entre una máquina de Gol y otra de TAM. Nadie resultó herido, pues solo fue un roce entre las alas de las máquinas. Tras el accidente, el presidente Lula dio instrucciones a la Fuerza Aérea para “poner la casa en orden” en el sistema de control aéreo.
Pero lo cierto es que el desorden en los cielos brasileños no para de crecer. El nuevo episodio agrava la situación y marca un hito trágico en la historia de la aeronavegación de ese país.
Retrasos, cancelaciones, huelgas, denuncias sobre inseguridad y descontrol del tráfico aéreo son algunos de los ingredientes de un conflicto que enfrenta al gobierno de Lula y a los controladores aéreos, que piden que se mejoren sus condiciones de trabajo.
La crisis en los aeropuertos brasileños –los más transitados de la región– se desató en septiembre de 2006, cuando un avión de la compañía Gol con 154 personas cayó a la selva luego de chocar contra una pequeña aeronave de uso privado.
Las pericias posteriores a ese accidente indicaron que la colisión se produjo por fallas de los tripulantes del taxi aéreo, pero también por malas indicaciones llegadas desde la torre de control de Brasilia, la capital brasileña.
Desde ese momento, los controladores organizaron como forma de protesta diez “apagones aéreos”, que provocaron importantes demoras y cancelaciones en todos los aeropuertos del país. Ante las medidas, el gobierno llegó a decretar directamente el cierre de aeropuertos. Hace pocas semanas, en un solo día fueron cerrados 49 estaciones aéreas.
En medio de los reclamos de los controladores, el gobierno de Lula decretó, como ocurrió en la Argentina, la desmilitarización del control de los vuelos comerciales. Pero la suerte de la medida resultó notoriamente diferente: la Fuerza Aérea de ese país reaccionó contra la disposición y Lula cedió a las presiones. Consecuencia: el control de la aeronavegación civil continúa en manos militares.
Y no solo eso: Lula optó por la mano dura para enfrentar el creciente reclamo gremial por mejoras en las condiciones de trabajo de los controladores. Como, en definitiva, se trata de personal militar, ordenó a los jefes aéreos que procedieran según el código de las fuerzas armadas. Esto es, detener a los huelguistas. Hubo entre los controladores 18 apresados, entre ellos el presidente y el vicepresidente del sindicato de controladores.
Pese a todo, la crisis no hace más que agigantarse. Poco después del incidente entre los aviones del mes pasado, el presidente de la Federación Internacional de Controladores de Vuelo con sede en Suiza, Christoph Gilgen, dijo que el espacio aéreo de Brasil dista de ser seguro y advirtió que “pueden ocurrir accidentes”. Lula le contestó: defendió el sistema de control aéreo de su país y dijo que aquella crítica era “terrorista”. No faltaba mucho para el desastre de Congonhas.
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