SOCIEDAD
• SUBNOTA › ESPECIALISTAS ANALIZAN EL DISCURSO DE LA IGLESIA CATOLICA
“Más que argumentación, caza de brujas”
Ultramontano. Desopilante. Medieval. Estos son sólo algunos de los adjetivos con que los académicos convocados por el Area de Estudios Queer de la UBA califican el discurso de los profesores de la Universidad Católica Argentina que defenestran el proyecto de unión civil. “Esto más que una argumentación contra el proyecto de uniones civiles que avanza en la Legislatura porteña es una caza de brujas”, le dice a Página/12 la doctora en Derecho y profesora titular de Teoría del Estado en la Facultad de Derecho de la UBA, Beatriz Rajland. “Esto es tan una caza de brujas que aunque en sus mismos textos admiten conocer el acuerdo logrado en la Comisión de Asuntos Constitucionales tras varias modificaciones al original, critican la primera versión sólo para tener aún más detalles de los que aferrarse para la desacreditación”, insiste.
Para la socióloga María Alicia Gutiérrez, coordinadora del grupo de trabajo en Género del Consejo Latinoamericano en Ciencias Sociales (Clacso) lo que la Iglesia ve en el proyecto que permitiría registrar las relaciones gays o lésbicas en la ciudad de Buenos Aires es el “peligro de legitimar públicamente la existencia de algo que colocan en el campo de la enfermedad”. “En la medida en que para la institución religiosa el orden social se articula sobre la base de la familia heterosexual como célula básica, otras formas de encuentros o relaciones ponen en riesgo o alteran ese orden determinado”, opina la especialista.
Gutiérrez remarca la reiteración que a lo largo de una veintena de intervenciones de los teóricos de la UCA se hace sobre una posible tolerancia de la homosexualidad siempre que sea en la más absoluta de las intimidades. La posibilidad de que se sancione una ley que reconozca las relaciones que muchos gays o lesbianas mantienen de hecho trastorna el pensamiento católico, en el que la “idea de la homosexualidad debe quedar confinada al campo de lo privado”. El asunto es que la cuestión no se haga pública porque si lo hace “tomaría una dimensión política diferente” que cuestiona la base de la idea cristiana de matrimonio indisoluble. “El planteo de la homosexualidad como una desviación de la que nadie está exento, la idea de que ‘a cualquiera le puede pasar’ y que en tanto desviación es posible corregirla, es la misma que motiva que la Iglesia Católica haya dejado en el closet durante tantos años los casos ahora denunciados de abusos sexuales de sus propios miembros”, piensa la socióloga frente a los argumentos de sus colegas católicos.
A Flavio Rapisardi, coordinador del Area de Estudios Queer de la UBA, autor del libro Fiestas, baños y exilios, los gays porteños bajo la última dictadura, lo que más le llama la atención “es la similitud del planteo homófobo y de pánico homosexual” con la clasificación que a principios del siglo XIX proponían los positivistas para diferenciar “inversión adquirida, profesional, y natural”. “El problema, claro está, era la adquirida que podía alcanzar a los férreos jóvenes patricios de la oligarquía criolla –apunta Rapisardi–. La profesional quedaba ubicada en los circuitos de la noche porteña. La natural quedaba bien guardada en las estancias y por qué no detrás de las paredes de los conventos.”
Para Beatriz Rajland, los juristas católicos se empecinan en afirmar que el proyecto que se debate en la legislatura es inconstitucional. “Sin embargo, los constitucionalistas consultados consideran que en ningún se superpone la ley al código civil porque no legisla sobre cuestiones de fondo”, aclara. Rajland ve en los discursos de las jornadas sobre la ley organizadas por la UCA, más que críticas desde el derecho, juicios ideológicos. “Ellos llegan a decir que creen en el matrimonio como un vínculo indisoluble en el orden natural y que es un ilícito que se disuelva esta unión, con lo cual sostienen que el divorcio es ilegal”, dice. Los textos del cuadernillo editado por la UCA “transpiran miedo”, en la visión de Rapisardi. “Le temen a la unión civil porque consagra lo que todo autoritarismo ético no soporta: institucionalizar el carácter igualitario de distintas libertades”, sostiene.
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