SOCIEDAD
• SUBNOTA › MILES DE FANS EN EL ENTIERRO. GOZALO FUE ABUCHEADO.
Con cuarteto de despedida
“Esto es impresionante. No veía tanta gente desde el velorio del caudillo Vicente Leonides Saadi. Hay como 35 mil personas”, evaluaba sin salir del asombro una reportera, con inconfundible acento catamarqueño. Ayer, San Fernando del Valle de Catamarca lloró la muerte del ídolo con una carga emocional pocas veces vista en la capital de la provincia. Desde su llegada de madrugada y por vía aérea al aeropuerto local, el cuerpo de Walter Olmos fue un imán de multitudes. Con gorros alusivos, cintitas o remeras con el rostro del cantante, miles de seguidores despidieron sus restos, velados primero en la casa materna y luego en la catedral de la ciudad. “Qué puedo decirte, era como nuestro hijo y nuestro ídolo a la vez”, comentaba por la tarde a Página/12 un amigo íntimo de Olmos, como buscándole una explicación a semejante concurrencia. Más allá de la congoja, la jornada tampoco estuvo exenta de momentos de tensión: el representante artístico de Walter, José Luis Gozalo, debió retirarse del cementerio custodiado por la policía en medio de un abucheo general.
“Acá a Walter no se lo recuerda como en otros lados. En Catamarca siempre se lo vio de una manera muy particular. El era la imagen del chico pobre que llegó alto por un milagro. Si hasta hace un poco más de dos años lo podías ver en el centro laburando de lustrabotas”, contaba por la tarde un allegado a la familia, mientras participaba con aplausos de la caravana que llevaba el féretro desde la casa de la madre de Walter, Noemí del Valle Nieto, hasta la basílica Nuestra Señora del Valle. El milagro al que se refería el amigo de la familia no era otra cosa que el contacto que hubo entre Walter Olmos y Rodrigo Bueno en junio de 2000, cuando éste, tras escucharlo cantar, lo invitó a compartir el escenario de una bailanta de la capital catamarqueña.
Antes de la caravana habían pasado unas diez horas de velorio en la casa que Walter le había comprado a Noemí, en el barrio residencial Martín Güemes. Hasta allí se acercaron, entre las seis y cuarto de la mañana y las cuatro de la tarde, miles de personas, entre familiares, vecinos y fans del cuartetero para verlo por última vez, antes de que se cerrara el féretro. “Hay mucho dolor en la gente. La mayoría son adolescentes pero hay de todo. Es muy fuerte ver cómo lloran desgarrados algunos chicos”, describía entonces otro conocido de la familia.
Con el correr de las horas, la cantidad de público fue en aumento. Ya para las cuatro eran miles los que esperaban agolpados frente a la casa de Noemí el inicio de la procesión hacia la Catedral. Unas veinte cuadras de gente a pie, en bicicletas y autos conformaron una caravana inédita para muchos lugareños.
Como imagen del cariño popular hacia Olmos, el público obligó a detener el coche fúnebre que llevaba los restos del cantante para trasladar el cajón por sus propios medios, en una muestra más que evidente de apego. Cerca de las cinco y media, y luego de que la multitud atestara las naves de la Catedral y la plaza 25 de Mayo que se despliega frente a la basílica, el féretro fue llevado directamente al cementerio municipal, donde el cuarteto local Los Libres interpretó un tema sobre la vida del ídolo y su trágico final.
La jornada concluyó con un sentimiento entremezclado de pesar y bronca, cuando Gozalo, también representante del fallecido Rodrigo, debió retirarse del entierro en medio de una lluvia de piedras e insultos propinados por buena parte del público, que lo responsabilizó por la muerte del cuartetero. Además, los padres de Walter, Noemí y Bartolomé Olmos, debieron ser asistidos debido a un cuadro de crisis nerviosa.
Nota madre
Subnotas