Pájaro que comió voló
› Por Natalia Aruguete
Un estudio realizado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano, dependiente del Gobierno de la Ciudad, revela que la entrada de capitales extranjeros, que alcanzó niveles record durante la década del ‘90, se redujo en los últimos dos años hasta mostrar saldos negativos. Este comportamiento muestra que durante el período posconvertibilidad, las empresas extranjeras no sólo no invirtieron en el país, sino que además giraron las ganancias acumuladas en períodos anteriores, a sus países de origen. En los primeros meses de 2002, las firmas tuvieron pérdidas por 125 millones de dólares, pero remitieron divisas por un total de 1591 millones.
Los flujos de Inversión Extranjera Directa alcanzaron su pico máximo en 1999, cuando YPF fue vendida a la española Repsol. Ese año, el nivel de inversiones fue de 23.988 millones de dólares. La cifra bajó a 10.418 millones al año siguiente y a 2166 millones en el 2001. Durante el 2002, el monto de divisas que entró al país totalizó los 785 millones. Mientras que en el primer semestre de este año, el saldo fue negativo en 139 millones. El IED tuvo un crecimiento muy fuerte en los ‘90 a nivel mundial y Argentina formó parte privilegiada de ese proceso. Pero a partir del 2001, la inversión cayó en forma generalizada.
Como consecuencia de la crisis económica de 2001, la renta de las empresas de IED se redujo de manera abrupta y hubo mayores giros de utilidades. La combinación de estas variables produjo que la reinversión de las ganancias fuera negativa, según un documento del Indec. Tras la depreciación del peso, el valor de los activos de las firmas extranjeras se redujo a la mitad. Mientras a fines de 2001, el valor patrimonial fue de 68.766 millones de dólares, en diciembre del año pasado bajó a 34.622 millones. El especialista Andrés López, de Cenit, explica que la crisis económica, el default de la deuda y la pelea con las privatizadas y los bancos fueron factores que generaron incertidumbre. A esto se sumó que los sectores con los que hubo conflictos explicaron gran parte de las inversiones durante los ‘90.
En el sector industrial estiman que la entrada de capitales no tendrá el mismo perfil que en la década pasada: el nivel de extranjerización de la economía va a tender a la baja, al tiempo que ganará participación la inversión nacional. A diferencia de otros países, las firmas que invierten en Argentina no están obligadas a registrar sus acciones; la ley que contemplaba este requisito fue derogada durante la dictadura militar.
La privatización de las empresas estatales bajo condiciones monopólicas, la apertura comercial y financiera, la desregulación de ciertos mercados y la renegociación de la deuda externa a través del Plan Brady favorecieron el ingreso de capital en la década menemista. Matías Kulfas, director del Cedem, explica que las tendencias que prevalecieron en la década pasada fueron que los servicios públicos privatizados y los financieros fueron los principales destinos, las inversiones no se financiaron con aportes de las empresas sino fundamentalmente con endeudamiento externo y que la mitad de los montos que entraron al país se orientaron hacia la adquisición de empresas ya existentes.
La compra de activos y transferencia de acciones que figuran como inversión sólo afectaron parcialmente el flujo neto de capital que entró al país. Se trató de un cambio de manos más que de la creación de nuevas empresas. Por eso, no se registraron incrementos sustantivos en el stock de capital en la economía ni en su capacidad de producción, generación de empleo y encadenamientos productivos. En numerosos casos, la transferencia de empresas locales al capital extranjero derivó en el cierre de líneas enteras de producción.