Dom 07.12.2003
cash

DEFICIT EN EL NORTE; SUPERAVIT EN EL SUR

El doble discurso

Por Jorge Gaggero
Economista

“Haz lo que te digo, no lo que yo hago”

Esta es la máxima que en tantos campos de la economía el Norte del mundo tiene reservada para el Sur, desde hace –como mínimo– dos siglos. Y que con raras excepciones el Sur acata; condenándose, de tal modo, al “subdesarrollo”. El campo fiscal no escapa, por cierto, a esta lógica “perversa” que explica la asimetría entre las políticas fiscales que se practican en el Norte y las que se postulan para el Sur. Mientras que para la Argentina y Brasil –afectada la primera por las secuelas de una depresión histórica record y amenazado el segundo por la recesión– se recomienda un fuerte excedente fiscal de efecto económico contractivo, para los países centrales se recetan hoy déficit abultados con el loable propósito de eludir la depresión.
Al frente se ubican, de modo particularmente desorbitado, los EE.UU., cuyo déficit fiscal ya se acerca al 4 por ciento del PIB y mientras sus autoridades recomiendan a Europa –más moderada en esta política, por el momento– tomar la misma medicina. El subsecretario del Tesoro de los EE.UU., John Taylor, ha aplaudido semanas atrás la intención de Alemania y Francia de desconocer el corset de Maastricht y admitir un déficit incluso superior al 3 por ciento del PIB para intentar eludir una crisis en el nivel de actividad y el empleo en Europa.
Finalmente, la dupla más poderosa de la Unión Europea le ha hecho caso y ha consumado la violación del Tratado de Maastricht, después de tres años consecutivos de déficit fiscales del orden del 3 por ciento de su PIB. Al FMI se le presenta entonces, en tanto mentor económico-financiero del Norte, un grave problema de “doble discurso” que tiende a deslegitimar (aún más) sus recetas. El Fondo recomendando para el Sur políticas diametralmente opuestas a las que siguen y recomiendan para sus pares sus mandantes del Norte.
La meta de superávit primario finalmente acordada para 2004 por Argentina (3 por ciento del PIB) es sin duda muy alta, aunque algo inferior a la que pretendía el Fondo: 3,5. Sigue planteado el interrogante acerca del excedente que se fijará, dentro de pocos meses, para el bienio 2005-06: ¿intentará FMI, nuevamente, forzar su aumento hasta un nivel de entre 4 y 5 por ciento del PIB? Esta muy probable pretensión resulta contraria a la racionalidad económica de largo plazo, resulta contraria a las prácticas de los países controlantes del FMI y desoye además el sabio consejo brindado por Joseph Stiglitz a las partes en disputa: “Tiene más sentido utilizar el dinero para estimular el crecimiento y la justicia social que mandar un cheque a Washington”.
No debe olvidarse, por último, que ni la experiencia histórica ni la teoría económica avalan la conveniencia de sostener durante largos períodos de tiempo los muy elevados niveles de transferencias netas al exterior que el FMI está imponiendo a la Argentina.

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