La Salada
› Por Fernando Krakowiak
La Salada es la Ciudad del Este del conurbano. Un complejo de ferias informales ubicado en Lomas de Zamora donde operan cerca de 6000 puestos de venta ilegal de ropa, CDs, películas, juguetes y relojes, entre otros productos. Es el mercado mayorista más grande del país. Tiene una superficie de 20 hectáreas equivalente al barrio de Once. Abre sus puertas los lunes y jueves entre la medianoche y la mañana. Congrega cerca de 50 mil personas por jornada y se estima que mueve más de 1200 millones de pesos por año. En las noches llegan entre 200 y 300 micros con clientes de todo el país. La Salada abastece a más de 100 ferias minoristas con productos que se ofrecen a precios irrisorios, provenientes del contrabando, robos de piratas del asfalto y talleres clandestinos lindantes a la feria donde se trabaja a destajo y en negro. El complejo opera con la complicidad de políticos, jueces, policías e inspectores de la AFIP en un predio donde casi nadie emite facturas y la falsificación de marcas es moneda corriente.
La mayoría de los vendedores se distribuyen en las ferias Urkupiña, Punta Mogotes y Ocean. También hay puestos en las calles aledañas y en la ribera sur del Riachuelo, donde se fue conformando un precario cinturón a lo largo de casi diez cuadras integrado por quienes se quedaron fuera de las ferias. En la entrada a los predios hay carteles donde se anuncia que “se encuentra prohibida la venta de mercadería en infracción a la ley de marcas”. Sin embargo, una vez adentro se pueden conseguir esforzadas copias de prendas Adidas, Puma, Topper, Fila, Wrangler, Levi’s, Ufo, Kosiuko, Cheeky, Lacoste, Reebok y Nike.
Los precios son la mayor atracción de la feria. La industria de la falsificación permite ofertar pantalones de gimnasia Adidas a 10 pesos, zapatillas Nike a 30 pesos, jeans Wrangler a 20 pesos y tres remeras Cheeky de manga larga a sólo 8 pesos. La ropa trucha se está convirtiendo en un nuevo epitafio para los sectores de indumentaria y calzado que lograron sobrevivir a la apertura económica de los ‘90. Un alto directivo de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria, que pidió reserva de su nombre por seguridad, afirmó a Cash que “La Salada está provocando un daño similar al de la Aduana paralela. Cerca del 60 por ciento de la ropa se vende ilegalmente y la mayoría pasa por esa feria. Incluso varias empresas textiles que antes se manejaban en el sector formal ahora venden allí una porción importante de sus telas”.
La industria discográfica es otro de los sectores amenazados. Según la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas, el 53 por ciento del mercado de la música es ilegal. Gabriel Salcedo, director ejecutivo de esa entidad aseguró a Cash que “de ese total el 30 por ciento se distribuye desde La Salada”. Allí todos los discos compactos se consiguen a 3 pesos, e incluso los precios bajan si la partida que se compra es grande. Los puesteros ofrecen los últimos discos de Charly García, Andrés Calamaro, La Renga y Los Piojos. También hay películas que todavía están en cine como La Pasión de Cristo y La Mansión Embrujada que se venden a 10 pesos en DVD y a 5 pesos comprimidas en CDR.
El precio de alquiler de los puestos en La Salada varía según la ubicación. Las principales ferias cobran entre 50 y 100 pesos por día, mientras que al borde del Riachuelo la tarifa oscila entre 5 y 10 pesos. Se estima que el complejo y sus alrededores recaudan cerca de 250 mil pesos por día sólo de alquiler. Desde que las ferias se instalaron hace casi diez años, amparadas por una ordenanza del entonces intendente Bruno Tavano, en el municipio de Lomas de Zamora han intentando desde erradicarlas hasta cobrarles una tasa bimestral de Seguridad e Higiene de 10 pesos por metro cuadrado, pero no consiguieron nada. El ex secretario de Gobierno y actual concejal de la UCR, Fabio Abraham, afirmó a Cash que”es muy difícil negociar y si los querés sacar tenés que ir con la Gendarmería y te exponés a una masacre”.
La Justicia Federal y los inspectores de la AFIP tampoco avanzan demasiado. Por lo general, suelen hacer dos o tres operativos por año donde decomisan mercaderías y detienen a algunos puesteros. Los últimos allanamientos se realizaron el miércoles 11 de febrero en cuatro galpones cercanos a la feria donde se secuestraron camisas, pantalones, remeras y zapatillas truchas. La incursión contó con la presencia del secretario de Seguridad Interior, Norberto Quantín. Lo llamativo fue que los allanamientos se produjeron a partir de un exhorto de un Juzgado Federal de La Rioja, provincia donde se comercializa mercadería proveniente de La Salada.
El concejal Abraham afirmó que “no se sabe quiénes son los verdaderos dueños de los predios porque cambiaron de mano varias veces y figuran a nombre de testaferros”. La cara visible de las ferias son los administradores. El paseo de compras Punta Mogotes es “administrado” por Jorge Castillo, un puntero de la Unión Cívica Radical que presentó una lista propia en las últimas elecciones internas del partido. En noviembre del año pasado, Castillo dio una entrevista al periódico zonal La Unión “desde la clandestinidad” denunciando que la Policía Bonaerense lo estaba extorsionando con una causa que tiene en la Justicia y había querido secuestrarlo cuando se negó a pagarles una coima.
Los pactos mafiosos son una práctica común en La Salada y en algunos casos suelen terminar en tragedia. El ex “administrador” de la feria Urkupiña, Gonzalo Rojas Paz, fue detenido el 8 de noviembre de 2001 por “asociación ilícita para el contrabando y la falsificación de marcas”. Once días después apareció ahorcado en una celda de la cárcel de Ezeiza. Según publicó Página/12, Rojas medía 1,80 metros, unos 20 centímetros más que la ventana de donde “se colgó”. Su reemplazante fue Quique Antequera, un puntero del Partido Justicialista que en 2001 fue a vivar a Carlos Menem a la puerta de su “cárcel” de Don Torcuato y en las últimas elecciones comunales apoyó al duhaldista Jorge Rossi, actual intendente de Lomas de Zamora.
El pacto entre políticos, policías y jueces es el principal sostén de un negocio millonario que también cuenta con el respaldo de los vecinos que trabajan en los talleres clandestinos, venden en las ferias o simplemente se benefician con sus precios. La Salada se ha convertido en un pequeño polo de desarrollo ilegal en una zona pobrísima e históricamente olvidada. Los “administradores” de las ferias pavimentan las calles con “recursos propios”, sostienen un comedor infantil, entregan medicamentos, garantizan la “seguridad” en la zona, editan un semanario con una tirada de cuatro mil ejemplares e incluso financian la radio AM Ribera Sur.
El crecimiento de las ferias le ha permitido al puntero Jorge Castillo salir en los medios zonales diciendo que “antes éramos los del fondo, pero ahora a Lomas de Zamora se entra por La Salada”.
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