MODELO DE “LOS ‘90” Y DE “LA PRODUCCION Y EL TRABAJO”
Diferentes pero iguales
La industria, con un esquema de dólar alto, muestra indicadores de rápida recuperación. Pero bajos salarios y,por lo tanto, una regresiva matriz distributiva marcan una continuidad en los modelos.
Por Martín Schorr *
Para convalidar socialmente el esquema de dólar alto, presentado como el “modelo de la producción y el trabajo”, sus defensores destacan que, como resultado directo del shock devaluatorio a partir del abandono de la convertibilidad, la industria y, en general, la economía han logrado ingresar en un sendero de crecimiento y de generación de puestos de trabajo que más temprano que tarde permitirá revertir el cuadro de inequidad distributiva heredado de los ‘90. Ello, por dos razones básicas. Primero, por la vigencia de un proceso virtuoso de sustitución de importaciones. Segundo, y fundamentalmente, por el incremento en las exportaciones de bienes industriales. Si bien las evidencias disponibles parecen darles la razón a aquellos que impulsan y sostienen desde los campos académico, político y empresarial el actual “modelo”, vale la pena plantear algunas de sus características.
Un rápido análisis de la evolución de los principales indicadores industriales en los últimos dos años indica que:
n Desde mediados del 2002 se viene asistiendo a un importante crecimiento de la producción manufacturera que es explicado, en lo sustantivo, por un proceso de recuperación con respecto a niveles sumamente reducidos y que se asienta sobre la creciente utilización de capacidad ociosa instalada.
n Luego de la brusca contracción del empleo fabril en los ‘90 y en el primer año de vigencia del nuevo “modelo”, la expansión productiva derivó en un aumento en la ocupación sectorial y, con mayor intensidad, en las horas trabajadas por los obreros ocupados, lo cual expresa que la recuperación manufacturera se dio en paralelo a un incremento en la duración media de la jornada laboral: el año pasado la relación horas trabajadas/obreros ocupados se expandió algo más de un 6 por ciento.
n Dado que la producción sectorial creció mucho más que la ocupación, tuvo lugar un importante aumento en la productividad laboral: después de haber registrado en el 2002 una caída cercana al 1 por ciento, el año pasado este indicador se incrementó un 11.
n Como resultado del desenvolvimiento de los precios domésticos minoristas y mayoristas resultante de la maxidevaluación se produjo una caída significativa en los ingresos reales de los asalariados del sector y, más aún, en los costos medios salariales. Las subas registradas en ambas variables desde el segundo trimestre del 2003, derivadas de los aumentos otorgados por el Gobierno y de cierta contención del proceso inflacionario, se produjeron luego del profundo deterioro experimentado en los meses siguientes al abandono de la convertibilidad. En el 2002, el salario medio industrial cayó en términos reales un 19 por ciento, mientras que los costos salariales disminuyeron un 36.
n Los distintos comportamientos de la productividad y de los costos salariales derivaron en un incremento de consideración en el margen bruto de rentabilidad o, en otros términos, en una fenomenal transferencia de ingresos desde los trabajadores industriales hacia los capitalistas del sector. Esto se manifiesta en el hecho de que en el 2003 el excedente captado por el empresariado manufacturero, en especial por las fracciones más concentradas que controlan los sectores que han liderado la expansión fabril reciente, se incrementó en promedio “apenas” un 9 por ciento, luego de haber aumentado casi un 60 por ciento en el 2002.
Lo que antecede indica que el actual “boom industrial” se asienta sobre una débil generación de empleo, salarios muy reducidos tanto en términos de poder adquisitivo como de costos empresarios, y una regresiva distribución de recursos entre trabajo y capital. En otras palabras, másallá del cambio acontecido en el contexto macroeconómico, las evidencias presentadas sugieren que la trayectoria fabril post-convertibilidad se sostiene sobre similares pilares que la registrada durante la vigencia del “modelo de los noventa” y que poco ha contribuido hasta el momento a resolver dos de los más acuciantes problemas de la Argentina contemporánea: la hiperdesocupación y la inequidad distributiva.
Por distintos motivos es difícil que a mediano/largo plazo se puedan sostener los muy altos ritmos de crecimiento de la producción. Y, por esa vía, del empleo fabril verificados en el transcurso del año pasado. La vigencia de bajos salarios y, por lo tanto, de una regresiva matriz distributiva, constituye una condición básica del “modelo de dólar alto” y de la “salida exportadora”. Cabe preguntarse, entonces, si no es momento de empezar a discutir cómo hacer para lograr un proceso de reconstrucción de la industria local que revierta el sendero desindustrializador y concentrador de las últimas décadas y que se asiente sobre crecientes niveles de inclusión económica y social. Es decir, sobre bases diametralmente distintas a las que caracterizan tanto al “modelo de los noventa” como al de “la producción y el trabajo”.
* Master en Sociología Económica.