LA ESTRATEGIA DE UN TIPO DE CAMBIO ALTO
Límites del modelo
Un dólar alto se presenta como el camino para que la industria sea el motor de la economía. Martín Schorr publicó el libro Industria y Nación que critica esa política.
Por Fernando Krakowiak
El “modelo de reindustrialización” impulsado por la elite empresaria y avalado por el Gobierno constituye una traba para revertir la desarticulación productiva, la desocupación, el deterioro de los salarios y la distribución regresiva del ingreso. La polémica conclusión se desprende del libro Industria y Nación. Un riguroso análisis de los problemas que enfrenta la industria argentina, publicado la última semana por el investigador de Flacso, Martín Schorr.
El libro cuestiona el discurso posconvertibilidad que reivindica un tipo de cambio real alto como condición necesaria y suficiente para que la industria vuelva a ser el motor de la economía, a partir del incremento de las exportaciones industriales y, en menor medida, la sustitución de importaciones por producción local. Schorr afirmó a Cash que “la salida exportadora tiene serias limitaciones porque las 2/3 partes de las exportaciones están controladas por menos de 100 grandes empresas que se concentran en agroindustria, derivados del petróleo e insumos de la siderurgia. Son productos con muy pocos encadenamientos productivos. Por lo tanto, su capacidad de traccionar al conjunto de la economía en términos productivos y de empleo es muy restringida”.
Otras dos fuertes limitaciones que se le señalan en el libro al “modelo de dólar alto” son la excesiva dependencia que tienen los productos industriales argentinos de los precios internacionales, y la ausencia de una política de redistribución del ingreso que apuntale la demanda interna, pues la mayor parte del producto industrial se consume en el país, y los salarios bajos constituyen una traba para que la recuperación derive en un crecimiento genuino y sostenido.
Para revertir la situación, Schorr destaca la necesidad de implementar un “shock redistributivo” que apuntale la demanda interna y enuncia además una serie de medidas que deberían formar parte de un plan industrial tendiente a reconstruir el tejido productivo desmembrado a partir del golpe militar de 1976. Entre las medidas se destaca:
- Revisar la estructura arancelaria para aumentar la protección de los productos elaborados en las ramas de mayor desarrollo tecnológico, valor agregado y generación de empleo, y reducir los de los bienes manufacturados en sectores monopólicos y oligopólicos.
- Reforzar los controles aduaneros y utilizar más y mejor la legislación antidumping.
- Impulsar una legislación antimonopólica que regule los procesos de concentración de la producción y centralización del capital, sancionando los abusos de posición dominante.
- Regular las transnacionales a partir de, por ejemplo, la restricción a la remisión de utilidades, la fijación de niveles mínimos de beneficios a reinvertirse en el país, el control del endeudamiento y de los precios de transferencia y la aplicación de cláusulas de transferencia tecnológica hacia compañías nacionales.
- Crear un Banco de Crédito Industrial que al momento de financiar tome en cuenta no sólo el tamaño patrimonial del solicitante sino también la naturaleza del proyecto.
- Garantizar el cumplimiento de las Leyes de Compre Argentino y Contrate Nacional, no sólo en el ámbito de las compras del sector público, sino también, y fundamentalmente, en el de las prestatarias privadas de servicios públicos (incluyendo a las firmas petroleras).
Si estas medidas no se implementan, dice Schorr, el aumento de la demanda se traduce en un crecimiento de las importaciones, tal como está ocurriendo en la actualidad. “La mayor importación de bienes de capital evidencia un aumento de la inversión, pero también deja al descubierto la destrucción de la industria local de esos bienes, los cuales constituyen el núcleo básico de los países desarrollados”, afirmó.
Al consultarlo sobre los motivos por los cuales cree que el gobierno de Kirchner no avanza con medidas de ese tipo, Schorr señaló que “no es unproblema de diagnóstico porque cualquier estudiante de economía sabe que la devaluación por sí sola no alcanza para revertir la desindustrialización. El problema lo plantean los actores sociales que se benefician con el modelo. La alianza del Gobierno con esos sectores queda en evidencia cuando se analiza la política económica, la cual posibilitó una fenomenal transferencia de ingresos a la cúpula exportadora y no un plan de desarrollo industrial como el que se planteó en el libro, porque eso supondría una alianza social distinta a la actual”.