Dom 22.08.2004
cash

Marea negra

Por Fernando Krakowiak

El viernes pasado el barril de petróleo llegó a la cotización record de 49,40 dólares, quedando a pocos centavos de superar la barrera de los 50 dólares. En términos reales, el crudo se encuentra por debajo de los precios alcanzados durante la crisis del petróleo de los ‘70, cuando el barril llegó a unos 60 dólares medido a precios de hoy. Sin embargo, la banda de flotación de entre 15 y 25 dólares vigente en los ‘90 aparece cada vez más lejana. Un informe reciente elaborado por la Agencia Internacional de Energía (AIE), al que accedió Cash, asegura que una suba de 10 dólares en el precio del barril implicaría una transferencia de los países importadores a los exportadores de 150 mil millones de dólares en el año siguiente al incremento. Como la demanda de petróleo es poco sensible a la baja en el corto plazo, una suba de 20 dólares, como la ocurrida en los últimos nueve meses, implicaría una transferencia cercana a los 300 mil millones de dólares, provocando inflación, suba de la tasa de interés internacional, riesgo de recesión y aumento del desempleo a nivel mundial. El gobierno de Kirchner busca atenuar el impacto de ese posible shock externo a través de las retenciones móviles a las exportaciones de hidrocarburos. Pero si la escalada continúa, el golpe, más fuerte o más débil, será inevitable.
La AIE ubica a los países en vías de desarrollo como los más expuestos debido a que su menor eficiencia les requiere más del doble de petróleo que los países desarrollados por cada unidad de producto. Eso se explica por la falta de inversiones que obliga a utilizar tecnologías obsoletas de baja productividad que consumen mucha energía. Además se identifica a las naciones subdesarrolladas como menos capaces de aguantar los cimbronazos financieros internacionales. Frente a una suba de 10 dólares por barril, se pronostica una caída del Producto de 0,8 por ciento en Asia y de 1,6 por ciento en los países muy pobres y altamente endeudados, en su mayoría de Africa. En América latina el impacto es más reducido, pero para Argentina se proyecta una caída de 0,4 por ciento, pese a ser un país exportador de petróleo. Con un barril cercano a los 50 dólares, el impacto se multiplica por dos.
En Economía son conscientes del poder desestabilizador de una suba del petróleo, sobre todo en un país que cedió el control de sus hidrocarburos a compañías extranjeras. Por eso salieron rápidamente a aplicar las retenciones móviles cuando el barril superó los 40 dólares. De ese modo buscan controlar los precios internos del combustible y fortalecer la recaudación fiscal para disponer de recursos tendientes a aplicar políticas contracíclicas. Las empresas afirman que las retenciones desalientan la inversión en exploración condicionando el abastecimiento energético futuro. Sin embargo, Cash accedió a un informe de la Fundación Bariloche donde se demuestra que durante 1992 y 1997 las petroleras obtuvieron en promedio 18,9 dólares por barril con costos totales de producción que oscilaron en torno a los 7 dólares. Mientras que en la actualidad, pese a las retenciones, obtienen 25 dólares por barril y tienen un costo de 4,6 dólares, lo cual les posibilita obtener una renta neta de impuestos mucho mayor ahora que la que tuvieron en la década del ‘90. Pese a esa ventaja, se resisten a aumentar la exploración manteniéndola por debajo de los 20 pozos anuales.
Los principales analistas del sector coinciden en que las retenciones servirán para mantener controlados los precios internos de los combustibles, pero si la suba del petróleo se consolida cerca del precio actual el impacto comenzará a sentirse por otros frentes. Un barril a 50 dólares podría obligar a la Reserva Federal (banca central de Estados Unidos) a acelerar su política de suba de la tasa de interés para evitar una disparada de la inflación, lo cual implicaría más pagos de la deuda pública argentina. El aumento del crudo también impactaría en las ventas externas, porque entre los principales destinos del país, por fuera del Mercosur, se encuentran la Unión Europea (19 por ciento del total de las exportaciones) y China (8,9 por ciento), importadores de petróleo que verían afectado su crecimiento debiendo disminuir sus importaciones, por ejemplo de soja, para hacer frente al nuevo escenario adverso. Además, los economistas liberales afirman que si los precios del crudo se consolidan en un escalón más alto, el consumo local debería recibir esa señal en algún momento a través de un ajuste de precios que ponga en evidencia que el petróleo se ha convertido en un bien más escaso.
No obstante, son muy pocos los que creen que el precio del crudo puede llegar a mantenerse en los actuales valores estratosféricos. Walter Schmale, presidente del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas, afirmó a Cash que “en la actualidad el precio incluye una prima de riesgo muy alta por las incertidumbres existentes a nivel mundial, pero no creo que sea sostenible en el tiempo”. Entre las causas que buscan explicar el aumento del crudo sobresalen hipótesis para todos los gustos. Los analistas identifican los atentados en Irak, las elecciones en Venezuela, la crisis de la petrolera rusa Yukos y las supuestas restricciones en la producción de Arabia Saudita como problemas coyunturales de la oferta que a su vez alimentan la especulación.
La suba del petróleo también está siendo impulsada por un sostenido incremento de la demanda. El último informe estadístico de British Petroleum destaca que la demanda de energía en 2003 aumentó 2,1 por ciento. Estados Unidos es la gran aspiradora mundial de petróleo, ya que consume el 25,1 por ciento de la oferta mundial y sólo produce el 9,2 por ciento, siendo el principal importador. Allí el consumo per capita de combustibles ha aumentado revirtiendo la tendencia de ahorro que siguió a la crisis de los ’70. De todos modos, el crecimiento de la demanda estadounidense se mantuvo por debajo del promedio mundial durante el año pasado.
El mayor incremento lo protagonizó China, que en 2003 aumentó la demanda 11,5 por ciento, casi seis veces más rápido que el resto del mundo, convirtiéndose en el segundo consumidor mundial de petróleo (7,6 por ciento del total), por delante incluso de Japón (6,8 por ciento). Entre 2001 y 2003 China aumentó su consumo en 952 mil barriles diarios, suba que representa el 43,5 por ciento del incremento mundial en el mismo período. De los factores que dispararon el consumo chino se destacan el auge de la industria pesada intensiva en energía (acero, aluminio, plásticos), la creación de una reserva estratégica de crudo y el crecimiento del parque automotor, que pasó de 16 a 20 millones de unidades entre 2000 y 2003. Para este año se esperaba que las autoridades chinas tomaran medidas tendientes a desacelerar su economía, pero en el primer semestre la actividad se mantuvo a un ritmo sostenido. Con los precios actuales del crudo debería bajar, pero para 2004 se proyecta que la demanda china de hidrocarburos aumente otro 15 por ciento.
Ese crecimiento del gigante asiático hizo prever un barril por encima de los 30 dólares en el corto plazo, pero los precios actuales parecen ser producto de una burbuja especulativa. Más allá de la mayor o menor especulación, lo cierto es que el barril se ofrece a casi 50 dólares, y si su cotización se consolida hasta los países productores podrían verse perjudicados, pues un precio tan alto aceleraría las medidas tendientes a sustituir el crudo por combustibles alternativos. Así lo demuestra la caída de 13 puntos de la participación del petróleo en la matriz energética mundial entre mediados de los ‘70 y los ‘80, provocada por la espectacular suba de precios que siguió a las crisis petroleras de 1973 y 1980.

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