Dom 21.04.2002
cash

“Duhalde tiene...”

Por Roberto Navarro
Duhalde tiene en la manga una salida sin el Fondo”, informa. “El sabe que tiene que reactivar rápido y que la fórmula para lograrlo no es ortodoxa”, agrega. “Nosotros pusimos a disposición de Duhalde nuestro plan. El puede implementarlo con quien quiera”, indica. Quien revela que Eduardo Duhalde está estudiando un plan alternativo es Daniel Carbonetto, economista, diputado del Polo Social, asesor económico durante la gestión de Alan García, titular del centro de investigación que asiste a la CGT de Hugo Moyano y, fundamentalmente, amigo del Presidente. Carbonetto se viene reuniendo con Duhalde varias veces por semana. En sus charlas trata de convencerlo de que, aunque haya acuerdo con el Fondo, el camino del ajuste lleva al país a una hiperdepresión que terminará en crisis institucional. El candidato al sillón de Remes Lenicov señaló a Cash que Duhalde está pensando en implementar una inmediata recomposición salarial. Y también detalló el plan de emergencia de 300 días que elaboró para ejecutarlo cuando Duhalde lo ordene. Ese programa contempla un aumento generalizado de salarios, jubilaciones y subsidios de desempleo para reactivar la economía con un shock de demanda.
¿Qué pasa si no hay acuerdo con el FMI?
–Sería ideal. El mejor acuerdo con el Fondo no significará ingresos netos, sino refinanciación de pasivos. Pero aunque hubiese ingreso de dólares, serían escasos y atarían a la Argentina a un programa de ajuste. Ellos proponen que, por ajuste y por disminución del consumo, logremos un saldo de divisas que permita pagar los servicios de la deuda. A eso le llaman sustentable. Pero es inviable. Iríamos a un colapso productivo, que arrastraría también al sistema financiero, que aumentaría el deterioro de su cartera por la mora y los incobrables. O sea que no sería sustentable para ellos tampoco. Además, este programa no tiene sustentabilidad política. Si seguimos ajustando, en menos de tres meses, como la inflación se come 3000 millones de pesos de consumo por mes, vamos a una desocupación del 30 por ciento.
¿Cuál es la alternativa que propone?
–Este plan es coherente en lo referente al sistema de precios relativos, que satisface la posibilidad de avanzar hacia un país que pueda exportar bienes con cierto valor agregado en numerosas ramas industriales. Y, además, nos protege de la penetración de mercaderías extranjeras. Pero esos van a ser efectos de largo plazo. En la coyuntura, por los errores cometidos, sobre todo por elegir retenciones fijas y tardías, conduce a una hiperdepresión. Vamos a un problema institucional. Hay que asegurar una transición pacífica del modelo de convertibilidad a éste. Esto tiene que asentarse sobre un buen diagnóstico: esta es una crisis de insuficiencia de demanda y se la está tratando vía ajustes, lo que es técnicamente improcedente. Hay que aplicar un New Deal. Un plan de emergencia de 300 días que nos saque de la depresión.
¿Cómo se instrumenta?
–Comienza con una recomposición de ingresos. En realidad, como el dólar se desbocó, hay que recomponer todo el sistema de precios, para acompañar la suba de la moneda norteamericana. Hay que actualizar las tarifas de los servicios, de los combustibles y de todos los componentes del costo de la producción. Pero esa recomposición tiene que cuidar el salario. Que no baje, sino que recupere aunque sea un 7 por ciento anual por sobre la inflación. Hay que empezar con una recomposición general de salarios del 25 por ciento, mediante el aumento de los sueldos de convenio. La medida se acompaña con una línea de crédito específico para financiar los aumentos mediante redescuentos del Banco Central. El peso del salario es bajo en los costos de las empresas. Al principio, los estratos más informalizados se retrasarían. Pero esa no es razón para que los demás no aumenten. En el sector público también se deben incrementar los salarios.
¿Cómo se financian los aumentos de los salarios públicos?
–Si se trabaja bien con las retenciones, van a haber unos 9 mil millones de pesos más de ingresos que los 39 mil estimados en el Presupuesto Nacional. Pero además hay que recordar que esos 39 mil quizás sean superados por efecto de la inflación. Entonces se podrá financiar todo un programa de reactivación.
¿Cómo se completa ese programa?
–Hay que modificar el subsidio para jefes de familia, subiendo los 150 pesos a 180, más un subsidio de 15 pesos por hijo. La familia promedio en los estratos bajos es de 3 hijos. Lo que da 225 pesos. Más 48 pesos con un bono especial para salud, para que los desocupados se atiendan con las obras sociales. Esto no se puede postergar. Por una cuestión de salud de la población y porque al mismo tiempo se reactiva el sector salud, que si no, va a desaparecer. También hay que aumentar las jubilaciones y pensiones de menos de 300 pesos. Por ahí tiene que andar el piso de ingresos para todos. Así impulsaríamos el consumo masivo, sin riesgo de ver a dónde va la emisión, porque los sectores de menores recursos lo usarán para consumos básicos. Y a mayor consumo, mayor producción.
¿Este mayor consumo podría alimentar la inflación?
–Los que dicen que un aumento de salarios traería inflación, mienten. Si estuviésemos en pleno empleo sí, porque traería puja de ingresos. Pero no es esta la situación. Y me gustaría dejar aclarado que hay mucho para hacer. Podemos salir. El país tiene una capacidad ociosa enorme y un Banco Central con capacidad de financiamiento. Tiene que haber un programa de redescuentos orientado a un plan de reactivación. Por ejemplo, para producción agraria. Además, para capital de trabajo de las empresas. Hay que ayudarlas a arrancar. Para qué vamos a poner retenciones si no utilizamos el dinero para estimular la reactivación. Hay que poner prioridades: hospitales, educación. Aumentar esos presupuestos.
¿Hay que abrir el corralito financiero totalmente?
–Los bancos van a tener muy pocos ingresos de caja porque se perdió la confianza en el sistema. Tanto por depósitos como por repago de créditos. Este sistema no tiene ninguna condición para levantar el corralito hoy. Los dólares de los ahorristas se los llevaron afuera el año pasado. Ahora no se pueden devolver. Sólo se podrá normalizar el sistema después de la reactivación.
¿Se puede reactivar sin devolver los depósitos?
–Sí, pero mejorando el sistema que está implementado hoy. Los bancos van a necesitar redescuentos importantes. Pero entonces el corralito no puede seguir goteando porque si no, ese dinero se va a dólares. Hay que encontrar otros recursos, que existen, pero que no se pueden avisar, para hacerlo más flexible, pero controlado. Todo esto dentro de un plan que debe durar 300 días; luego se irá entrando en la normalidad. También tiene que haber en ese lapso, precios máximos, que garanticen una inflación de no más del 40 por ciento.
¿Qué hay que hacer para que no se dispare el dólar?
–Tiene que haber un sistema de flotación sucia. Si no anda bien se pasa al control de cambios y a la prohibición de venta de dólares en el país. Siempre por 300 días. Con un nivel de reactivación fuerte, estas medidas dirigistas se levantan rápido.
¿Cómo sigue el plan luego de los 300 días?
–La idea es acercarnos lo más posible a una economía de mercado. Pero manteniendo siempre una autoridad de Estado importante, porque el mercado es un instrumento que tiene irregularidades. El Estado debe asegurar el bien común.
¿Cuál sería el sistema monetario?
–Seguiríamos con un sistema de flotación sucia, pero con un precio de referencia de, por ejemplo, 1,30 por real. Así descargamos la flotación sobre la evolución de la región. Sería un primer paso hacia una moneda única, que en pocos años va a ser una necesidad urgente de la región.
¿Este gobierno tiene poder político para llevar adelante su propuesta?
–La coalición parlamentaria que sostiene este gobierno es lo suficientemente sólida para sostenerlo y hacerlo avanzar. Ahora, para salir de la situación en que estábamos, cualquier medida implicaba a numerosos sectores involucrados para bien o para mal. En pocos meses se cambiaron reglas que modificaron cosas, que tocaron intereses. Esto debilita a cualquier gobierno. Frente a eso hay que señalar también que en los últimos diez años sufrimos un proceso de concentración que hace que los lobbies sean más fuertes de lo que nunca fueron. Dos áreas: cerealeros y combustibles, son un claro ejemplo de lo que digo. Hay que construir autoridad de Estado ejerciéndola.

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