CRECIMIENTO, INDUSTRIA Y RESTRICCION EXTERNA
¿Alcanza con un dólar alto?
Para morigerar la “brecha externa” y viabilizar el crecimiento, Martín Schorr propone que el equipo económico abandone la lógica del “piloto automático”.
Martín Schorr *
El comportamiento de las principales variables macroeconómicas revela la magnitud y las características del proceso de desintegración productiva derivado del “huracán neoconservador” que arrasó sobre la Argentina en las últimas tres décadas. También señala la necesidad de aplicar ciertas medidas si se aspira a consolidar el crecimiento, evitando que el mismo se vea frenado por la aparición de un “cuello de botella” en el sector externo.
La información que brinda el Sistema de Cuentas Nacionales indica que entre 2002 y 2003, el PIB global (a precios constantes) creció aproximadamente un 9 por ciento, mientras que el correspondiente a la industria manufacturera se expandió un 16. Asimismo, al comparar la evolución de ambas variables entre el primer semestre de este año y el mismo período de 2003 se verifican incrementos del 9 y de más del 14 por ciento, respectivamente. Esta fuerte recuperación de la actividad en general, e industrial en particular, ha traído aparejado un aumento de consideración en las compras al exterior. En los períodos mencionados las importaciones totales aumentaron, respectivamente, casi un 38 por ciento y alrededor de un 50. Estos incrementos fueron de singular importancia en dos rubros claves para el sector fabril (maquinaria y equipo e insumos intermedios) y, de continuarse, amenazan con traer aparejada una situación de “equilibrio comercial” en un lapso relativamente corto. Más aún si las exportaciones globales siguen experimentando el bajo dinamismo que han venido registrando desde la maxidevaluación.
Estos datos, que generalmente son utilizados por los defensores del “modelo de dólar alto” para destacar la reactivación y el crecimiento de la inversión, no deberían soslayarse por varios motivos. Por una parte, porque reflejan la desarticulación del tejido manufacturero local verificada en los últimos años y la debilidad relativa de un número considerable de empresarios nacionales vis-à-vis sus similares de otros países, por ejemplo, del Brasil. Por otra parte, porque alertan sobre un tema sumamente relevante: que en ausencia de una radical redefinición del grado de apertura de la economía y de la estructura arancelaria, así como de una política activa de reconstrucción de encadenamientos productivos y de medidas de apoyo efectivo a las pymes, más temprano que tarde existirán presiones tanto por el lado de las divisas (para pagar las importaciones) como por el de los precios de los bienes finales (por el costo de los insumos y/o de los bienes de capital involucrados en los procesos productivos).
Respecto de lo anterior, en la actualidad se estaría ante un problema asimilable al que existía durante la vigencia del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (sobre todo, hasta mediados de los años ‘60), en tanto la expansión económica genera una considerable demanda de divisas para pagar importaciones de, fundamentalmente, maquinaria y equipo e insumos intermedios que lo hagan “viable”. En aquel entonces, dicha situación se derivaba de la falta de maduración de estos sectores (proceso que se concretaría, con no pocas dificultades y limitaciones, a comienzos de los ‘70) y generaba una “brecha externa” que terminaba frenando el proceso expansivo, a lo cual seguía un ajuste recesivo que pivoteaba sobre una devaluación de la moneda y una contracción de la absorción interna asociada, en buena medida, a la caída de los ingresos de los asalariados.
En el presente, la elevada “elasticidad importaciones/producto” se vincula con la destrucción, bajo la hegemonía neoliberal, de gran parte de los núcleos neurálgicos de la matriz productiva doméstica. Sin duda ello configura un escenario mucho más acuciante que durante la sustitución de importaciones por cuanto se da en el marco de un muy distinto contexto mundial (tanto en términos económicos como geopolíticos) y de una economía nacional fuertemente endeudada y extranjerizada (con el consiguienteimpacto que ello conlleva sobre la balanza de pagos –pago de intereses, remisión de utilidades, royalties, etc.–).
De allí que, dadas las dificultades que enfrenta el país para proveerse de recursos del exterior (sea bajo la forma de endeudamiento y/o de Inversión Extranjera Directa) y la histórica aversión de los grandes capitalistas locales a repatriar parte de los ingentes recursos que tienen en el exterior, los esfuerzos que se deben realizar para obtener un superávit comercial son mucho más grandes que los que había que hacer durante el esquema sustitutivo (y, por el tipo de estructura productiva y el perfil exportador existentes, con implicancias mucho más regresivas en materia distributiva).
Lo que antecede indica que la vigencia de un “tipo de cambio real competitivo” no constituye una condición suficiente para viabilizar un proceso de sustitución de importaciones que permita revertir el cuadro de desindustrialización resultante de largos años de neoliberalismo extremo y, en ese marco, morigerar la “brecha externa” y viabilizar el crecimiento. El comportamiento de las variables analizadas expresa la necesidad de abandonar la lógica del “piloto automático”.
* Investigador de la Flacso-Sede Académica Argentina.