Dom 06.02.2005
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DOS ECONOMISTAS DE SOLA DISPARAN CONTRA LOS GURUES FINANCIEROS

La sorpresa de los sorprendidos

Los autores aseguran que aquellos que anuncian el fin de la expansión si no se hacen las reformas que exige el FMI seguirán sorprendiéndose en el futuro.

Por Gustavo Lopetegui y Martín Lousteau *

El crecimiento de la economía argentina sigue sorprendiendo a muchos, tanto del exterior (más comprensible) como a nativos (supuestos) conocedores de nuestra realidad. Muchos de ellos, siguen anunciando el fin de la actual expansión, aduciendo cada vez una plaga diferente. Según esas visiones, la inesperada recuperación se ha debido a un rebote técnico, al precio de la soja o a la favorable coyuntura financiera internacional. Las preguntas planteadas recientemente en Davos para el panel sobre la Argentina son una muestra cabal de este pensamiento: “¿Cuánto puede durar la recuperación argentina sin grandes reformas estructurales ni acceso a los mercados de capital globales? ¿Puede la Argentina superar su adicción al crecimiento basado en endeudamiento y tamizar sus impulsos populistas? ¿Qué rol deberían jugar el FMI y los inversores para facilitar la recuperación sostenida?”. Si, como sostenía Voltaire, se debe juzgar a las personas por sus preguntas, éstos continuarán sorprendiéndose.

Si bien es cierto que la coyuntura externa resulta favorable, la misma podría haber sido desaprovechada si se hubieran tomado otras medidas, distintas a las vigentes. La actual política económica no sólo está usufructuando el viento a favor externo sino que –tanto o más importante– no está gestando inconsistencias que puedan en el corto plazo conducir a una nueva crisis. En lugar de políticas que induzcan a euforias financieras hoy se están sentando las bases para un verdadero cambio de escenario de largo plazo que deje atrás el patrón de frustraciones recurrentes que nos ha caracterizado.

Si el actual crecimiento y la solidez de la economía argentina no se fundamentan en elementos coyunturales ajenos es relevante entender de dónde provienen. Para ello vale la pena destacar algunas decisiones que se han tomado desde 2002, comparándolas con las medidas que podrían haber tomado otros candidatos a presidente en mayo de 2003, de acuerdo a sus plataformas económicas y a los discursos –pasados y actuales– de ellos y de sus referentes en el tema.

1 El tipo de cambio sería menor, tal como prefieren quienes pregonan que el 1 a 1 era sostenible y que lo que en realidad generaba el agotamiento productivo era el despilfarro fiscal. Ello hubiera acotado la rentabilidad y la evolución de la actividad y el empleo.

2 La deuda pública se hubiera arreglado más rápidamente a costa de una propuesta más amigable para los acreedores, con lo cual los pagos –tanto actuales como futuros– serían mayores.

3 Los bancos hubieran sido compensados en un monto mucho mayor, agravando el peso de la deuda, y el sistema financiero hubiera sido saneado con el cierre de decenas de bancos (tal como era la pretensión de los organismos internacionales).

4 Hubiera habido una mayor restricción monetaria en 2003 y 2004 (como intentó imponer el FMI), lo cual habría ahogado el crecimiento a través de mayores tasas de interés.

5 Las tarifas de los servicios públicos se hubieran aumentado significativa y desproporcionadamente (tal como se exige desde el exterior) desde el comienzo, agravando aún más la situación social.

6 Se hubieran eliminado las retenciones, debilitando la posición fiscal y el margen de negociación del Gobierno.

7 Sin el actual margen fiscal y con una ideología contraria a la institucionalización de un gasto social de tal magnitud se hubieran reducido sustancialmente los Planes Jefas y Jefes.

8 No se hubieran dado aumentos del salario por decreto ni elevado las jubilaciones, con lo cual los niveles de pobreza y la distribución del ingreso serían peores en lugar de haber entrado en una fase de mejoramiento.De haberse seguido este rumbo, la economía sería muy distinta a la presente: tipo de cambio más bajo, tasas de interés más altas, menor superávit fiscal, crecimiento de la demanda interna mucho más acotado, menores exportaciones de manufacturas y desempleo más elevado. Puede no llevar la forma de un plan con nombre y apellido, pero queda claro que el actual esquema económico surge de una visión, de cuáles son las enfermedades que padecemos y cuáles deben ser las soluciones. Sería más sincero que los críticos que denuncian la inexistencia de un plan dijeran “no me gusta éste plan”.

Esta nueva macroeconomía es consecuencia de valientes decisiones políticas que incorporan los dolorosos aprendizajes del pasado y que buscan generar una economía “normal”: apertura, pero sin suicidio productivo, estabilidad, pero no producto de un peso sobrevaluado, el Estado recuperando sus roles indelegables, pero con cuentas en orden, mercado y globalización, pero sin resignar la defensa de nuestros intereses. Esta es la “verdadera reforma estructural” y por esto crece la inversión, el empleo, las exportaciones y la confianza, en el Gobierno y en general.

Sin duda que queda mucho por hacer y resolver. Recién estamos haciendo pie luego del huracán, pero con esta sana base productiva tenemos la oportunidad de torcer el frustrante patrón de nuestro pasado. Sobre ella podremos construir pilares que garanticen que el crecimiento sea sostenido, inclusivo, armónico geográficamente y que corrija la tremenda inequidad reinante. Nada ocurrirá en poco tiempo: la reconstrucción del Estado, la expansión productiva y la inclusión de millones de marginados no es tarea de un solo gobierno. El camino es largo y seguramente estará lleno de obstáculos, pero si se persiste en la dirección correcta cada día estaremos más cerca. Aunque muchos se sigan sorprendiendo.

* Economistas. Lopetegui se desempeña como ministro de la Producción de la Provincia de Buenos Aires y Lousteau como jefe de Gabinete del mismo Ministerio.

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