› Por Fernando Krakowiak
La semana anterior, Cash convocó a dos economistas cercanos a las ideas del Gobierno para analizar los desafíos del período postdefault. Las reflexiones de Roberto Frenkel y Javier González Fraga provocaron el debate, al que hoy se suman otros dos economistas con una visión crítica de la gestión del ministro Roberto Lavagna. Rubén Lo Vuolo, referente económico del ARI, y Mario Rapoport, integrante del Grupo Fénix, se reunieron a pedido de Cash en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires para evaluar la política económica y señalar las asignaturas pendientes.
¿La Argentina encontró la senda del crecimiento sostenido con Kirchner y Lavagna?
Mario Rapoport: –Lo importante es analizar la naturaleza del crecimiento para saber si puede sostenerse. Después de la hiperinflación, el crecimiento estuvo basado en un sistema cambiario nuevo y en el endeudamiento externo, lo que produjo un sistema de valorización financiera que llevó a la crisis. Ahora es distinto. La recuperación económica se da a partir de un sistema productivo que se pone en funcionamiento con una serie de ventajas, producto de la devaluación que hizo más competitivos los productos argentinos y del alza de los precios internacionales de los commodities. Luego vino el proceso de sustitución de importaciones que tiene que ver con el incremento del consumo.
Rubén Lo Vuolo: –La velocidad y la magnitud del crecimiento son un síntoma claro de la distorsión que tuvo la economía argentina durante la convertibilidad. Ahora hay un nuevo set de precios relativos que es mucho más consistente y creo que ahí está el mayor mérito de la política económica. Pero con el nuevo escenario macro se está consolidando el sistema institucional y de distribución de poder creado durante la década del ‘90. Es ahí donde planteo dudas respecto de la posibilidad de avanzar hacia un crecimiento sostenido con una distribución de la riqueza distinta.
¿A qué se refiere con sistema institucional de los ‘90?
R.L.V.: –La estructura tributaria es la misma, incorporándole tributos vinculados con la maxidevaluación; la estructura fiscal es la misma, incluyendo el sistema de previsión social que según el propio gobierno fue una de las causas fundamentales de los problemas fiscales. El patrón de especialización productivo también sigue siendo el mismo.
M.R.: –Coincido absolutamente. Todo lo que marca Rubén son reformas faltantes que fueron planteadas en las primeras reuniones del Plan Fénix. Es claro que los recursos fiscales provienen en primer lugar de los impuestos al consumo que toman una parte importante de la capacidad adquisitiva de la población. Hay que hacer una profunda reforma impositiva donde el peso recaiga sobre los sectores que reciben beneficios dentro del sistema, incluso los sectores financieros. Creo que es la etapa a la que habría que pasar ahora.
La semana pasada Roberto Frenkel señaló en Cash que algunos creen que es hora de cambiar la política fiscal, pero están equivocados porque esto es lo que ha funcionado.
R.L.V.: –Hay que tratar de no ser exageradamente economista. Uno coincide en que la macroeconomía evolucionó bien, pero eso no significa que a la gente le vaya bien. El riesgo que corremos es el de legitimar el orden social de los ‘90 sólo porque nos va bien macroeconómicamente. Un superávit fiscal extraordinario basado en impuestos regresivos y control de gastos, un mercado laboral flexible y precarizado y una política social focalizada son propuestas de la economía ortodoxa. Hubo un escenario de crisis extraordinario que hubiese permitido generar un montón de cambios que no se hicieron. Es ahí donde me pregunto qué posibilidades vamos atener hacia futuro y disiento con los que sólo confían en la tendencia. Debemos tener una propuesta alternativa de la ortodoxia en todos aquellos lugares donde se pueda porque una sociedad no está conformada por la mejora de algunos indicadores sino por relaciones sociales y económicas.
M.R.: –Yo creo que hay que llevar adelante una política basada en el ahorro interno y eso implica tocar muchos intereses, incluso el de aquellos capitales que se fugaron al exterior y que tienen que incluirse dentro de la reforma impositiva. En los años ‘40 se hablaba de los terratenientes ausentes que vivían en Buenos Aires o París y tenían sus campos en el interior. Ahora hemos tenido un capitalismo ausente y el que tiene que tener un rol decisivo para cambiar esto es el Estado.
¿El Gobierno no quiere o no puede avanzar con esas reformas estructurales?
M.R.: –Es una cuestión de poder. ¿Puede un país como la Argentina, que ha pasado la experiencia más dramática del neoliberalismo, salir de la situación en la que estaba? Es muy difícil. Todavía hay un marco ideológico que tiene esa impronta neoliberal. El frente Macri-López Murphy representa eso. Puede ser que el Gobierno no tenga los medios para revertir la situación por problemas políticos propios o porque no establece las alianzas necesarias. Las exposiciones públicas y frecuentes del Presidente pueden tener que ver con eso.
R.L.V.: -.Yo no puedo juzgar intencionalidades. No sé si el Gobierno está de acuerdo con hacer las reformas. Lo único que puedo asegurar es que no se hicieron. Si uno quiere revertir un proceso de transformación tan profundo debe preocuparse por el corto plazo, pero también tratar de ser consistente con una estrategia de mediano y largo plazo. Si el Gobierno piensa que al sistema de previsión social hay que reformarlo y que el rol que juegan las AFJP es muy criticable, no debería haber acordado con esas entidades durante el proceso de canje de la deuda. También es claro que la situación que hoy se está viviendo respecto del tipo de cambio se iba a presentar. Después de la maxidevaluación sería un disparate modificar el tipo de cambio, pero no se hizo nada para no depender sólo de las compras del Banco Nación y el Banco Central. No se avanzó con una diversificación de canasta de monedas, un sistema de control de movimientos especulativos de capitales, una política definida en materia de diversificación de exportaciones. Todos elementos que le van a facilitar al Banco Central el manejo del tipo de cambio.
M.R.: –Algo se hizo cuando se fijó la obligación de vender las divisas al banco.
R.L.V.: –Estoy de acuerdo, incluso algunas se están conversando ahora, como el control de capitales, pero se podría haber probado antes.
M.R.: –Es necesario pensar en el mediano y largo plazo porque ahora nos damos cuenta de que los ciclos económicos siguen existiendo. Ya hay necesidad de recomponer los salarios y eso va a llevar a un problema de precios, que no me preocupa demasiado, pero que va a existir en la medida en que todavía una gran parte de los sectores productivos es monopólica y se aprovecha de esa situación. Además, los aumentos de consumo y producción llevan a un aumento de las importaciones que van a producir un nuevo desequilibrio en la balanza de pagos. No podemos volver a pensar en la locura de financiarnos externamente. Por lo tanto, el problema se va a presentar con mucha rapidez. Es preciso crear mecanismos de mediano y largo plazo como un banco nacional de desarrollo, fortalecer la empresa estatal de energía, reconstruir las relaciones con Brasil. Hay que volver a la planificación para tratar de conformar metas razonables para el mediano plazo.
Algunos analistas sostienen que con la economía creciendo al 9 por ciento la incentivación de la demanda a través del aumento de salarios puede generar un recalentamiento excesivo de la economía.
R.L.V.: –Si un régimen económico que crece al 9 por ciento no puede difundir masivamente sus beneficio,s eso es una muestra de que hay algo que no funciona. Es una muestra de que gran parte del valor agregado que se está generando está siendo apropiado por pocas manos. Esto es porque la recuperación se montó sobre la misma estructura distributiva de la década del 90.
M.R.: –Hay que practicar políticas anticíclicas pero no a través de los que se sacrificaron hasta ahora. Me asombra que alguien diga que incentivar la demanda de los sectores populares es peligroso. Para crecer se necesita incentivar la demanda y si no podemos hacerlo tenemos un problema.
¿La generación de empleo no es una forma de redistribuir el ingreso?
R.L.V.: –Es obvio y lógico que si estamos creciendo a esta tasa mejore en cierta medida el empleo, pero los índices de pobreza han bajado muy poco para una Argentina que está en un período de expansión. Además, el empleo creado ha sido muy precario.
M.R.: –Dentro del empleo estamos calculando a los beneficiarios del Plan Jefas y Jefes. Algo que es asistencialismo y que no nos animamos a llamar seguro de desocupación como en los países europeos. Además, el empleo informal es generador de carencias de todo tipo. Es gente que no tiene cobertura social ni posibilidad de educación. Tenemos que generar empleos decentes que mejoren la calidad de vida de la población.
¿Las tarifas de los servicios públicos deben aumentar?
Rubén Lo Vuolo: –La discusión sobre las tarifas desnuda la problemática de la distribución del ingreso. Yo puedo analizar problemas en los costos de producción de algunos sectores, pero la gente no puede pagar las tarifas. Ahí tengo una contradicción que pone sobre el tablero la ausencia de una estrategia integral. El gobierno presuponía que con estos niveles de crecimiento iba a haber una mejora muy importante en los ingresos de la población, pero eso no sucedió y era previsible que no sucediera. Es el mismo problema que tenemos frente al aumento de precios; en algunos sectores productivos es lógico y hasta positivo, incluso por reacomodamiento de precios relativos, que haya aumentos de precios, pero no hay una población que los pueda pagar.
Mario Rapoport: –Creo que hay que renegociar los contratos de la manera más adecuada posible y en función de eso plantear el tema de las tarifas. Una cosa que hizo el gobierno acertadamente fue demorar la discusión de las tarifas lo máximo posible en función de la situación social.
R.L.V.: –Eso es positivo, pero lo que no es positivo es no haber aprovechado el marco de la Ley de Emergencia Económica para renegociar los contratos.
M.R.: –Exacto, el tema de los contratos es clave porque con esos contratos va a haber problemas serios de nuevo.
¿Sin aumentos de tarifas la crisis energética es inevitable?
M.R.: –Es difícil saberlo. El tema central es la discusión sobre la apropiación de la renta petrolera. La renta diferencial que se genera a partir del aumento internacional de precios tiene que ser apropiada por el Estado. Eso pasa en todos los países petroleros del mundo. Ahí habría recursos para recrear una empresa estatal que sirva para regular el mercado e impulsar nuevas inversiones.
R.L.V.: –Ese es el cuello de botella central. El tema es tener una política energética integrada. Hay que exigir inversiones en exploración, porque si todo depende de la voluntad de las empresas la situación va a seguir sin resolverse. Junto a Enarsa se podría haber incorporado Loma de Lata. Los especialistas decían que estaban dadas todas las condiciones para recuperar ese yacimiento porque prácticamente no se había cumplido ninguno de los compromisos asumidos. A nadie puede sorprender la crisis energética. Sin embargo, el gobierno decidió seguir administrando esta institucionalidad nefasta heredada de la década del ‘90.
¿La deuda es sustentable luego del canje?
Mario Rapoport: –En lo inmediato hay un gran alivio con la quita, pero me preocupan las últimas declaraciones de Anoop Singh diciendo que todavía la economía argentina es vulnerable. Si en el FMI dicen que es vulnerable, es porque han estudiado que la capacidad de repago de la deuda no es la que se dice. Si la economía continúa creciendo al 7 o 8 por ciento probablemente no haya problemas, pero sería un milagro que eso ocurra. El problema es no haber incluido en la renegociación a los organismos financieros internacionales, que son responsables de la crisis. Esa discusión se tiene que dar porque la Argentina no va a poder pagar en forma inmediata.
Rubén Lo Vuolo: –Me parece que hubo demasiada preocupación por salir del default y una menor preocupación por resolver el tema de la deuda como problema estructural de la Argentina. El esfuerzo que va a tener que hacer el país para cumplir con los programas de pago es muy grande, y es dudoso que lo pueda hacer. El gobierno intentó en un primer momento jugarse al apoyo del Fondo, para lo cual optó por descargar toda la quita en los tenedores privados. Me parece que ésa no fue una buena estrategia porque hoy paradójicamente dependemos más del Fondo que antes.
¿Qué se debe hacer con los acreedores que quedaron fuera del canje?
M.R.: –El tema es casi ridículo porque fueron ellos los que no quisieron ingresar al canje. Es una situación kafkiana. Están pidiendo algo con lo que no estuvieron de acuerdo. Si el gobierno decide considerarlos, las condiciones tienen que ser peores que las de los que entraron; si no, el canje pierde sentido.
R.L.V.: –Lo ideal es que no entren y que vayan por los canales que crean convenientes a hacer sus reclamos. En ese sentido estoy de acuerdo con el gobierno.
Mario Rapoport: –Se deben crear nichos sobre la base de los recursos tecnológicos y humanos que tiene el país. Los recursos humanos son muy importantes para plantear nichos tecnológicos, como la biotecnología, que tienen que acompañar a industrias tradicionales capaces de sustituir importaciones. Hay que defender a las pymes y hacer que las transnacionales inviertan sus utilidades dentro del país.
Rubén Lo Vuolo: –Se deben aprovechar las ventajas comparativas naturales para crear ventajas comparativas dinámicas a partir de progreso tecnológico, políticas de apoyo financiero y comercial. Hay que privilegiar la incorporación de valor agregado y favorecer la diversidad productiva. Yo creo que el gobierno tiene muchas políticas, pero falta una agencia especializada que defina en qué contexto y bajo qué prioridades se van a apoyar determinadas cadenas de valor y regiones. Falta una articulación. La Argentina es un país de enormes esfuerzos aislados. Algunas actividades pueden ser claves porque generan divisas y otras actividades pueden ser claves porque generan empleo. Las dos cosas son importantes.
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