Dom 24.07.2005
cash

LA MUDANZA DE EMPRESAS A PAISES “BARATOS”

Fábricas con rueditas

La vedette mundial de los planes de deslocalización sigue siendo China, y México encabeza el ranking latinoamericano, gracias al modelo de las maquilas.

Por Alejandro Bercovich
Desde Berlin


Fue uno de los términos más usados por la oposición durante la última campaña presidencial en Estados Unidos, y el eje de las peleas entre los principales miembros de la Unión Europea a la hora de autorizar o no el ingreso al bloque de los países del Este. La deslocalización (outsourcing) no es otra cosa que el traslado de fábricas, servicios y líneas de producción de un país a otro, para seguir proveyendo desde allí a los mismos mercados que se atendían desde el sitio original. La mudanza se realiza en general desde un país con altos salarios y buen nivel de vida hacia diversos destinos en China, India, Europa oriental o América latina, donde la remuneración de un trabajador con idéntica calificación a la del europeo o estadounidense oscila entre la décima y la quinta parte de la de su colega primermundista. La contracara de las ganancias que obtienen así las grandes multinacionales es el desempleo que generan en sus países de origen.

La desocupación en Alemania, por caso, afecta a 4,8 millones de personas (12 por ciento de la población económicamente activa), pese a que se trata de la tercera economía mundial –después de Estados Unidos y Japón– y pese a que el volumen acumulado de sus inversiones en el extranjero se cuadruplicó en los últimos diez años.

Por su ubicación en los lejanos confines del Sur, y por haber estado en medio de una severa crisis cuando se registró el auge de la deslocalización a fines de los ‘90, la Argentina no fue destinataria de casi ningún gran proyecto de ese tipo. La brusca caída del salario real durante el 2002 determinó la instalación de algunos call centers en Buenos Aires, desde donde varias multinacionales atienden en castellano, inglés o portugués a clientes de otros países que llaman a sus líneas gratuitas de atención al consumidor. Las inversiones del complejo automotor en los últimos dos años también forman parte de la estrategia de internacionalización de las grandes compañías del sector, que tímidamente empiezan a exportar partes y vehículos desde sus plantas argentinas, aunque en mucha menor medida que desde Brasil. De todos modos, la vedette mundial de los planes de deslocalización sigue siendo China, y México el que encabeza el ranking latinoamericano, gracias al modelo de las maquilas favorecido por el Nafta. Los desembolsos foráneos siguen teniendo un rol marginal en la economía argentina post-crisis, que el año pasado recibió menos inversiones extranjeras directas (IED) que Trinidad y Tobago, según las cifras de la Cepal.

Las reacciones en los países centrales ante los efectos de la deslocalización son bastante variadas. Llama mucho la atención, por ejemplo, que los principales sindicatos alemanes no se opongan al traslado de fábricas al exterior, como sí lo hacen los franceses y los italianos. El distrito de Sajonia (ex Alemania oriental) tiene un 20 por ciento de desocupados, pero para el secretario de prensa de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB) en esa provincia, Marcus Schlimerbech, sería equivocado intentar impedirles a los empresarios que sigan mudando sus plantas a Polonia o al Lejano Oriente. “Pensamos que está bien que las empresas alemanas inviertan en el extranjero y creen puestos de trabajo allí, porque son la garantía para nuestros propios puestos. De los beneficios que obtienen las compañías en el extranjero también participamos nosotros, a través de nuestros salarios más altos”, dijo a Cash el dirigente. A su juicio, en el futuro seguirá influyendo la mayor calificación de la mano de obra alemana y la imponente infraestructura que ofrece el país a las empresas, antes que el costo salarial, evidentemente menos ventajoso para los dueños del capital.

Los gobiernos tampoco tienen una estrategia unívoca frente al outsourcing. Un funcionario del Ministerio de Economía teutón admitió ante este suplemento que los salarios bajos en los países del Este generaron “fuertes desequilibrios” en la economía local desde la última tanda de incorporaciones a la Unión Europea, y explicó que la política oficial se limita a rebajas de impuestos y subsidios a las inversiones. La lógica detrás de esos instrumentos es que, en los tiempos que corren, los capitales nacionales ya no se pueden frenar ni dirigir desde el poder público sino sólo seducir o atraer, de la misma manera que a los extranjeros. De hecho, según cifras oficiales, un 40 por ciento de las importaciones de bienes de Estados Unidos se debe a compras realizadas a filiales extranjeras de firmas de esa nacionalidad.

Para peor, los ánimos deslocalizadores no emergen sólo de las grandes compañías sino que también tientan a las pequeñas y medianas. Según un estudio de la Federación Alemana de la Industria (BDI), un 26,1 por ciento de las pymes germanas ya trasladó al exterior parte de su producción, y un 16,8 por ciento planea hacerlo en los próximos dos años. Las únicas que por ahora se quedan en casa son las que emplean a menos de 20 trabajadores, que representan menos de la mitad del total de pymes registradas.

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