Dom 11.09.2005
cash

PRECARIZACION Y LOS CAMBIOS EN LAS RELACIONES LABORALES

“Flexibilización es dominación”

Los trabajadores han perdido capacidad de negociación en una dinámica de poder que desarticula la posibilidad del conflicto gremial.

Por Veronica Gago


“Este libro es una respuesta a esos enfoques apresurados que simplemente dicen que ya no hay más trabajo debido al avance tecnológico”, sintetizó el sociólogo español Juan José Castillo, director de la investigación El trabajo recobrado (Miño y Dávila), recién editada en Argentina. Castillo estuvo en Buenos Aires para dar una conferencia en el 7º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo y para asesorar al Ministerio de Trabajo. En diálogo con Cash, afirmó por qué prefiere no hablar del tan publicitado fin del trabajo, sino referirse a sus mutaciones.

“Nuestro objetivo fue ir a la búsqueda del trabajo perdido, es decir, buscar dónde ha quedado el trabajo, en qué espacios se esconde invisibilizado. Como hace Proust en su conocida novela, en la que dedica el último tomo a hacer reaparecer todos los personajes, nosotros buscamos esos empleos que aparentemente habían desaparecido para volverlos a mostrar. Esto va contra la corriente principal de las ciencias sociales, pero también de la mayoría de los comentarios periodísticos”, apuntó Castillo.

¿Y qué han encontrado?

–Trabajé diez años para la Comunidad Europea y el resultado de esa investigación es que a medida que se desciende en la pirámide laboral, disminuyen las condiciones y los términos del empleo. Lo que encontramos, entonces, es una escalada de la precarización que incluye una merma en la capacidad de negociación de los trabajadores. Hemos estudiado los centros de ocio, los parques temáticos, en fin, esos lugares que nadie estudia y que son auténticos submundos de una explotación descarada.

¿Dónde más?

–Otro ejemplo en el que profundizamos fue en la Volkswagen de Pamplona: allí, ante el menor pedido de aumento, los empresarios amenazan con trasladar una mayor parte de la producción de la empresa a Bratislava, donde ya están fabricando buena parte del modelo Polo para exportarlo. Al día siguiente la amenaza se extiende: se anuncia que una parte irá a Brasil, al día siguiente se habla de la sucursal de México y al otro día de China. El arma fundamental de la patronal es ésa: “Si se ponen muy reivindicativos me llevo la fábrica a otro sitio”. Este argumento tiene una capacidad increíble de bloquear cualquier movimiento laboral. Especialmente en un caso como la Volkswagen de Pamplona, que vertebra la economía de la ciudad y la región. Estar en la piel del sindicalista en una situación de conflicto también es difícil. Son los propios vecinos los que van a decirle ante un conflicto: ‘¿pero qué están haciendo?, ¡lo están arriesgando todo!’.

¿Está de acuerdo en llamar a ese proceso “flexibilización”?

–Yo no uso nunca la palabra flexibilización porque esconde mucho más de lo que dice. Estamos acostumbrados a que flexibilización quiere decir que el empresario puede prescindir de los trabajadores cuando le venga en gana y los puede convocar también cuando él quiera y hacerlos trabajar al ritmo que a él le convenga. Eso no se llama flexibilización, ¡eso se llama dominación! Hay que hacer un esfuerzo por precisar el lenguaje.

¿Cómo calificar entonces lo que cambia en términos del trabajo?

–Es un proceso de precarización para tener más fácil despido. Y esto para nada es un problema de ganancias porque las indemnizaciones son sumas tan irrisorias que no son una preocupación real para las empresas. Creo que la cuestión tiene más que ver con sostener un mando y no tanto con estrictas cuestiones de productividad. Tomemos el caso de Telefónica. Decían que la renovación tecnológica obligaba a echar a la mayoría de los trabajadores, pero luego los recontrataron en eso que podríamos conceder en llamar “empresas” tercerizadas. Telefónica pasó así de 65 mil trabajadoras a 15 mil en los últimos años: ¡esto no es una cuestión de innovación tecnológica! Lo que Telefónica necesitaba era desmontar el convenio colectivo, desarmar la organización de los trabajadores y descomponerlos en pequeños fragmentos y, cuanto más lejos uno del otro, mejor.

Es, en definitiva, alejar la posibilidad de conflicto.

–Absolutamente. Creo que sólo puede entenderse la precarización tal como se da en la actualidad por una dinámica de poder.

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