NOTA DE TAPA
Más de un tercio de la población del Norte del país no tiene inodoro ni pozo ciego y tiene escasa participación en la riqueza. En la región central, siendo el motor de la economía nacional aún no encuentra las herramientas de inclusión de todos los estratos sociales. En la Patagonia, el 90 por ciento de los habitantes tiene desagüe y agua de red y registra positivos indicadores sociales y económicos en una zona donde abundan los recursos naturales. El país se divide en un Norte pobre, un Centro clase media y un Sur próspero
› Por Federico Simonetti
Más de un tercio de la población del Norte del país no tiene inodoro, ni pozo ciego o algún tipo de desagüe para sus desperdicios. En la región central, la mayoría tiene desagüe y el 80 por ciento recibe suministro de agua potable en su vivienda. En la Patagonia, el 90 por ciento de los habitantes tiene desagüe, agua de red y hasta lavarropas para una mayor comodidad. Esos indicadores reflejan que en Argentina existen tres regiones con una calidad de vida y un sistema de desarrollo relativo marcadamente diferente: un Norte pobre, con escasa participación en la riqueza y pocas expectativas de revertir la situación; un Centro que es el motor y la cabeza de la economía, pero que aún no encuentra las herramientas de inclusión de todos los estratos sociales; y una despoblada región Sur, donde abundan los recursos naturales para mantener su prosperidad.
“Hay un modelo de organización nacional pensado en 1880, luego de la definición de largas contiendas provinciales, que sobrevivió los distintos modelos económicos y perdura hasta la actualidad. Hoy se reproducen esas tres argentinas: la que ganó la guerra civil, la que perdió y el lugar que pudo arrebatársele al indio”, reflexionó Susana Vaca, investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, especializada en desarrollos regionales en materia de ciencia y tecnología.
Luego de la convertibilidad y la posterior devaluación, las diferencias entre esas tres Argentina son cada vez más notorias y se encaminan a profundizarse.
Pese a que la situación mejoró después del 2002, con un descenso marcado de la desocupación y algunos indicios de repunte de ciertas actividades económicas tradicionales, el Nordeste y el Noroeste mantienen indicadores sociales alarmantes. El 51 por ciento de su población vive en la pobreza, una quinta parte es indigente y la mortalidad infantil alcanza a 19 bebés de cada mil que nacen, superando así con amplitud al Centro y duplicando las cifras de la Patagonia.
La región central es representativa de la clase media argentina. Allí se asienta el 73 por ciento de la población y las dos terceras partes del Producto Bruto. Si bien todavía mantiene grandes cordones habitacionales desfavorecidos, como en el Gran Buenos Aires o el Gran Rosario, la pobreza alcanza el 34 por ciento. Ese porcentaje se redujo 15 puntos y continúa en retroceso a medida que avanza el crecimiento productivo.
La Patagonia, en cambio, se ha transformado en el lugar con mejores indicadores sociales del país. Para Tomás Raffo, investigador del Instituto de Empleo y Formación, la causa de esta mejora social es simple: “La devaluación generó un proceso de crecimiento hacia arriba y hacia fuera, motorizado por las exportaciones y el consumo de altos ingresos. Esto explica por qué las regiones que están más vinculadas con las ventas al exterior, como la Patagonia y la Región Pampeana, son las que presentan menores tasas de pobreza e indigencia, aunque la distribución del ingreso siga siendo injusta”.
En el caso del Sur, los beneficios sociales resultaron más notorios por ser una economía basada en exportaciones de hidrocarburos y la pesca, que garantizan dólares en el sector privado y regalías para los Estados provinciales.
Un reciente estudio de la consultora Economía & Regiones revela que las provincias patagónicas superan el promedio del nivel salarial y el poder adquisitivo del resto del país. Un sueldo medio del sector privado formal en el Sur alcanza los 1850 pesos y representa a precios locales 2,5 veces el valor de la canasta básica total. En el Centro, esas mediciones significan un salario de 1275 pesos que forma 1,8 canasta; mientras que en el Norte una media de 1070 pesos compra 1,6 canasta.
Las estadísticas sociales de la Patagonia mejoran aún más si no se toma en cuenta a la provincia de Río Negro, por lejos la más desfavorecida de la región. Sin ese distrito, la pobreza se reduce a un 20 por ciento, la indigencia pasa al 7 por ciento, el salario medio privado a 2000 pesos y la desocupación al 6,6 por ciento.
Aunque los especialistas consultados por este suplemento coinciden en señalar que no hay datos confiables para medir la riqueza a través del Producto Bruto Geográfico, una vía de análisis posible para observar el desenvolvimiento económico regional puede ser comparar sus presupuestos con las deudas de cada distrito. De ese modo surge que, pese a contar con un mayor porcentaje de gasto público en relación con la zona central, las provincias del Norte tienen deudas que superan ampliamente sus presupuestos anuales. En promedio tienen un endeudamiento que representa 1,6 presupuesto: los casos más comprometidos son Formosa, Chaco y Jujuy, que deben al sector financiero, bonistas y organismos internacionales dos veces y media lo que gastan en un año. En el Centro, esa relación no es mucho menor, ya que la cuenta deuda/presupuesto asciende a 1,4. Sí se observan diferencias en la Patagonia, zona donde baja a 0,9.
El problema no es contraer deudas sino la capacidad de pago, donde en el desenvolvimiento financiero juega un papel preponderante la posibilidad de los Estados provinciales de generar recursos propios a través del desarrollo de la actividad económica. Entonces la deuda de la región central es más relativa, ya que en esa zona se registra un importante movimiento productivo y no depende tanto del Estado nacional para financiarse. En la región Norte, en cambio, el 77 por ciento de los ingresos provinciales proviene del gobierno nacional.
Dos políticas instrumentadas durante los ’90 definieron el actual papel que juegan en la Argentina los distritos periféricos: la Coparticipación y el traspaso de la Nación a las provincias de bienes públicos como la salud y la educación. “La Coparticipación resulta una cobranza por parte del Estado de impuestos que les corresponden a las provincias, con devoluciones injustas que no han sido rediscutidas en los últimos 20 años”, señaló Alejandro Rofman, especialista en economías regionales. “Sólo sirvió para generar mecanismos clientelares entre el gobierno nacional y los provinciales”, opinó. Según el director del Doctorado en Economía de la Universidad de La Plata, Alberto Porto, el régimen actual no está bien diseñado: “En algunas etapas de su historia lo estuvo, y la cuestión es que seguirá existiendo por mucho tiempo. Lo correcto, como manda la Constitución de 1994, es sancionar un nuevo régimen para aprovechar las ventajas y minimizar sus efectos negativos”, dijo.
La transferencia de hospitales y escuelas a las provincias, en 1992, tampoco fue beneficiosa. “No se compensó el impacto financiero sobre los presupuestos provinciales y fue responsable en parte de varios problemas de las provincias en los años siguientes”, explicó Porto.
No todas las causas de las distorsiones entre las tres Argentina tienen que ver con la relación Nación-provincias sino con el desarrollo histórico de las economías regionales. “En Corrientes o Formosa hay una economía tradicional con una baja productividad y una organización interna de las actividades retrasada e incluso precapitalista. Y el Estado coartó las pocas posibilidades de modernizarse que tenían tras desarmar las protecciones comerciales instauradas en otras épocas”, señaló Rofman. En la misma línea, Josefina Vaca explicó que, durante la mayor parte de la historia económica argentina, “la cúpula tuvo un poder político tal que le permitió obtener, sobre todo en las regiones periféricas, ganancias extraordinarias surgidas de situaciones monopólicas y no basadas en la innovación tecnológica”.
Las estadísticas señalan que las perspectivas de equiparar un desarrollo parejo entre estas tres Argentina no son muy alentadoras. Según el Centro de Estudios para la Producción del Ministerio de Economía, las provincias del Norte recibieron sólo el 1,5 por ciento de la Inversión Extranjera Directa realizada en el 2005. Y desde el Estado, las tendencias no son muy diferentes. El Plan de Inversiones Públicas del gobierno nacional prevé para el 2006, entre transferencias e inversiones, 5400 millones de pesos para el Centro del país; y menos de la mitad, unos 2200, para todo el Norte.
HORACIO CAO
Facultad de Ciencias Económicas
UBA
“En otras épocas, la Argentina fue muy eficaz para armar redes que combinaran tareas del gobierno nacional con los provinciales. Cuando el Estado tenía fuerte presencia en las provincias, la salud y la educación eran muy buenas, a pesar de su situación de rezago relativa. Deberíamos generar alguna regresión sobre los procesos de descentralización de los ’90. Tirarles las escuelas y los hospitales por la cabeza a las provincias fue una pésima idea que no generó ninguno de los procesos virtuosos. En segundo lugar, habría que empezar a pensar políticas de promoción regional. Invertir en pequeñas producciones regionales de las zonas periféricas, aunque sean costosas y menos eficientes que en muchos nichos de la Pampa o la Patagonia. Es necesario rearmar una política agrícola para la lógica de cada subsistema. Se podrían empezar a generar en esas provincias unidades productivas modernas agrícolas. Intentar la formación de una nueva burguesía territorial y agrícola. Hay recursos, tierra, agua y, en estos momentos, la Argentina es competitiva.”
ROGELIO FRIGERIO (h.)
Director Consultora
Economía & Regiones
“La Coparticipación no es la mejor herramienta para la modificación de este patrón de desarrollo histórico. En general, las provincias la usan para financiar servicios públicos que les fueron transferidos en la década pasada, y muchas veces ni siquiera pueden cubrir esos gastos. Tiene que haber una decisión política del más alto nivel para modificar la desigualdad regional a través de la inversión pública en determinados sectores de las economías regionales. Otras inversiones deben ser a nivel nacional, y me refiero a que se debería centrar en el transporte. Hoy en día, el flete –en muchos casos– resulta prohibitivo para el comercio de los pequeños productores. Si no se disminuye el costo del flete considerablemente, esta situación se va a seguir manteniendo o incrementando a futuro. Otro punto muy importante tiene que ver con planificar salidas para fomentar el comercio. Muchas veces se habla de autopistas sin entender que lo fundamental son las vías de salida de producción de las economías regionales.”
RAUL DARGOLTZ
Profesor de Historia Social Regional
Univ. Nacional de Santiago del Estero
“Una economía nacional obliga a privilegiar, dada la apertura de los mercados, la provisión del exterior de los insumos de la producción. Esto ha traído aparejado un olvido de muchas zonas del país que podrían hacerlo. Las economías regionales no pueden quedar expuestas al libre juego del mercado. Es de fundamental importancia fomentar un programa de desarrollo de las pequeñas producciones regionales, hoy ausente en la agenda política. El gobierno nacional debe asistir con créditos subsidiados a la destruida actividad primaria de las provincias, implementando sistemas de comercialización que impidan el despojo al productor. Resulta vital la radicación de las agroindustrias en los mismos lugares de producción de las materias primas, aumentando el valor agregado de las mismas, y acompañar este proceso con una búsqueda de colocación de los productos regionales en el mercado internacional y en el Mercosur. Estas y otras medidas son fundamentales para salvar a las economías regionales y a las provincias rezagadas.”
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