SUBA DE LA TASA DE INTERES EN ESTADOS UNIDOS
Las implicancias de una posible crisis financiera a gran escala sobre Argentina. Esquema para desligarse de ese movimiento y desarrollo económico autocentrado.
› Por Leonardo Perichinsky *
La economía estadounidense está entrampada. Se asistirá en el futuro próximo a subas en su tasa de interés, depreciación del dólar y depresión de su economía, cualquiera sea el rumbo que elija para resolver sus problemas financieros. La dinámica viciosa en la cual está inmersa requiere niveles crecientes de financiamiento, que sólo pueden conseguirse pagando tasas en alza y devaluando su moneda, lo cual será contractivo para la economía. Aunque cueste dimensionar los efectos financieros a nivel mundial, este proceso deberá continuar hasta que la economía deje de ser deficitaria en su relación con el resto del mundo. Sea por suba de tasas o por contracción del gasto público o privado, la recesión parece inevitable.
La dinámica de la tasa de interés es el primer eslabón de la cadena. Si la tasa sube, los precios de mercado de los activos financieros bajan y supuestamente habrá pesimistas que se vuelven optimistas a los nuevos valores depreciados. Estados Unidos necesita que los tenedores de liquidez se vuelvan optimistas en relación con los precios futuros de sus pasivos financieros (dólares y bonos), porque necesita una demanda creciente de sus pasivos para financiar sus déficit.
También para alentar esta demanda de activos en dólares necesita devaluar su moneda, para que los pesimistas respecto del valor del dólar se vuelvan también optimistas. Si la gente cree que el dólar se va a devaluar, no demandará activos medidos en dólares (o requerirá una tasa de interés mayor que compense también esa expectativa). La efectividad de la devaluación dependerá de si se cree que seguirá devaluándose la moneda (en cuyo caso la demanda de activos financieros en dólares no crecerá) o si se considera que llegó a un nivel al cual podrá sostenerse. Es impensado avanzar en esta dirección sin caer, de mínima, en una recesión. Su autoridad monetaria piensa en subir tasas; otros recomiendan un rol más activo al FMI y una reducción de su déficit fiscal como salida de la crisis. Más allá de que estas visiones no logran salirse del universo de pensamiento clásico, no hay dudas de que cualquiera de estos caminos es también recesivo.
Estados Unidos es hoy el principal país emergente del mundo; los norteamericanos tienen activos en el resto del mundo por 10 billones de dólares, pero sus pasivos en manos de residentes del resto del mundo suman unos 13 billones de dólares. En stocks debe más de 3 billones de dólares.
Por el lado de los flujos, sus números muestran que esta deuda neta crece a pasos agigantados: su déficit de cuenta corriente con el mundo fue de 804 mil millones de dólares en el 2005, mientras que su déficit fiscal superó los 500 mil millones de dólares. Desde 1992 en adelante su déficit de cuenta corriente no paró de crecer. En el ’93 tuvo un déficit cercano al 2 por ciento de su Producto, mientras que en el 2005 superó el 6. A pesar de lo mal que están sus cuentas, la economía norteamericana tiene una necesidad creciente de contar con gente optimista respecto del valor futuro de su moneda y de su capacidad de repago de deudas.
De todas formas lo central es la dinámica viciosa que conduce inevitablemente a una crisis. En las crisis financieras la secuencia va desde los pasivos de menor calidad hacia los de mayor calidad. De las acciones a los bonos y de los bonos a la moneda, y de las monedas a los bienes esenciales. Primero cae la Bolsa, después los bonos, después se deprecian fuertemente las monedas y se valorizan los bienes esenciales. En otras palabras, se desconfía primero de las empresas, luego de los estados y finalmente del sistema. Aún no hemos visto todavía una crisis que genere un repudio generalizado por la moneda. En este caso, las repercusiones son impredecibles.
¿Qué le puede ocurrir a la Argentina en caso de profundizarse esta tendencia de subas de tasas, devaluación y contracción económica? Resulta evidente en primer lugar que el esquema macroeconómico actual es claramente menos frágil que el que regía durante los ’90. Argentina produce y exporta (bienes agrícolas y agroindustriales) lo que tiene mejores precios, básicamente por la fuerte expansión en la producción industrial por parte de los países asiáticos. Pero, a su vez, nuestros compradores están atados en parte a la suerte de la economía estadounidense.
Sin embargo, teniendo en cuenta este escenario futuro, lo ideal sería correrse lo más posible. Cuánto más diversificada sea nuestra estructura productiva y nuestro comercio, y menos dependiente seamos del financiamiento externo, menores serán los efectos de una crisis financiera de gran escala. Nadie sabe cuándo se producirá el colapso del actual esquema financiero y comercial que sostiene las economías norteamericana y asiáticas. Los que deciden la política económica de nuestro país deberán comenzar a valorar las implicancias de una posible crisis financiera a gran escala. La Argentina tiene recursos para desconectarse lo más posible de este esquema y propiciar un desarrollo económico autocentrado.
* Economista de la UNLP, docente de la UNLP y de la UNGS.
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