Dom 04.06.2006
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DISTRIBUCION DEL INGRESO EN REINO UNIDO

Hombre muy rico, hombre muy pobre

Crecen las desigualdades en el Reino Unido pese a los últimos 20 años de crecimiento económico. La Iglesia anglicana elaboró un contundente informe sobre el reparto de la riqueza.

› Por Walter Oppenheimer * (Desde Londres )

La revolución económica del thatcherismo ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres del Reino Unido. Esa tendencia a la desigualdad ha tendido a disminuir desde que los laboristas llegaron al poder en 1997, aunque han seguido aumentado las distancias entre los hiperricos y el resto de la sociedad. Los salarios astronómicos de los futbolistas y el estilo de vida de personajes famosos como los Beckham han sido sonoramente denunciados por un documento apadrinado por la Iglesia de Inglaterra.

Hace 21 años, los anglicanos provocaron la ira de Margaret Thatcher, que los llamó marxistas tras la publicación de un primer documento, Fe en las ciudades. La cúpula eclesiástica protestante, en colaboración con otras confesiones religiosas, ha vuelto ahora a la carga con un segundo estudio, Ciudades creyentes, que denuncia que las desigualdades han aumentado a pesar de que el Reino Unido ha creado desde entonces una boyante economía, el desempleo está en tasas mínimas y el bienestar económico se extiende por todo el país.

Pero detrás de ese bienestar se esconden intolerables bolsas de pobreza, con familias que sobreviven con 300 euros a la semana y que tienen que destinar más de un tercio de ese dinero a pagar el alquiler de sus viviendas. Parias entre los parias, los demandantes de asilo aparecen como la escoria de la sociedad, sin que se les otorgue ni siquiera el derecho a trabajar, y son señalados con el dedo acusador de la prensa popular. “El Gobierno debería liderar a la opinión pública, en lugar de ir detrás de ella, en cuestiones como la inmigración, los refugiados y el asilo político”, denuncia el informe.

El arzobispo de York, John Sentamu, ha sido especialmente crítico con el mal ejemplo que sientan algunos de los personajes más populares del país, nuevos ricos y famosos como David y Victoria Beckham, quienes hace quince días organizaron una fiesta para celebrar la llegada del Mundial de fútbol que ha costado casi tres millones de euros. Los privilegiados admitidos en el acto han pagado 3000 euros por la entrada y un millonario ha pagado en la reventa hasta 150.000 euros por dos tickets de acceso a la fiesta.

Aunque los beneficios del acontecimiento se han destinado a obras de caridad, el arzobispo Sentamu ha puesto el grito en el cielo. “No estamos en contra de que la gente haga dinero, pero cuando ocurren esas cosas es que algo no funciona”, afirmó. “No puede ser que un conserje de Belfast gane 200 euros a la semana y un futbolista gane 190.000”, se ha quejado, en referencia al salario que ganará el alemán Michael Ballack como jugador del Chelsea. “Eso ofende al Evangelio cristiano. Tiene que haber un reparto más justo de la riqueza”, defiende.

El líder del Partido Conservador, David Cameron, ha terciado en la polémica al defender que los británicos han de pensar más en la felicidad y menos en el dinero. Un mensaje que rompe la tradicional doctrina de su partido y que choca con los postulados del thatcherismo. Pero Cameron no suele predicar con el ejemplo. De familia adinerada, conduce un Lexus y, cuando se sube a la bicicleta para ir al Parlamento desde su casa de Notting Hill, se hace traer en taxi la camisa recién planchada y el maletín con los papeles.

El profesor John Hill, director del Centro de Análisis de Exclusión Social de la London School of Economics, matiza las cifras de los obispos. “Hay que ser muy cuidadoso acerca de a qué desigualdades nos referimos y en qué período de tiempo”, advierte. “Gran Bretaña se convirtió en mucho más desigual entre 1979 y 1994. Pero si nos fijamos sólo en los últimos 10 años el panorama es muy diferente. En muchos aspectos, el crecimiento de la desigualdad se ha detenido e incluso ha declinado, y algunos grupos con muy bajos ingresos han recortado sus distancias respecto del resto de la sociedad. Como resultado de eso ha habido una pequeña reducción de la pobreza en el Reino Unido y una reducción bastante radical de la pobreza infantil”, explica. Las políticas de los laboristas tienen mucho que ver con eso, admite, pero matiza: “Esas políticas se han dirigido a grupos específicos, sin un objetivo general de reducir las desigualdades en sí mismas. No han tenido en cuenta la creciente diferencia con los más ricos sino la pobreza entre los más desfavorecidos. Unos grupos se han beneficiado, pero otros no. Por ejemplo, los niveles de ayudas sociales a la gente pobre sin hijos son los mismos que en el pasado a pesar de que la sociedad está mejor dotada, mientras que los pensionistas y las familias con hijos sí se han beneficiado de esas políticas”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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