APORTE AL CRECIMIENTO ECONOMICO
Pese al rechazo que manifiestan las sociedades europeas, el PIB de la UE basó su crecimiento en la última década en el aporte de la inmigración.
› Por Natalia Aruguete
El Producto Bruto de la Unión Europea (UE) creció un 2,2 por ciento anual en los últimos diez años gracias al crecimiento demográfico y –sobre todo– al aporte de la inmigración, sin la cual muchas economías de la región hubieran retrocedido. Un reciente informe de la Caixa de Cataluña afirma que la entrada de inmigrantes en la UE entre 1995 y 2005 tuvo un impacto positivo generalizado sobre la evolución demográfica y económica. La población de la comunidad europea aumentó en 15,7 millones de habitantes y casi 12 millones eran inmigrantes. Pero el aporte migratorio tiene además otros aspectos. Diversos economistas europeos coinciden en que el impacto poblacional sobre el avance económico estuvo dado por el incremento de la población inmigrante en edad de trabajar, que casi triplicó al aumento de la población total.
Rafael Vázquez, investigador del Servicio de Estudios de la Caixa Cataluña, opinó que los que llegan suponen “un 50 por ciento de crecimiento del empleo y por ende una influencia directa en el aumento del consumo privado y la demanda de vivienda”. Hasta 1994, los países de la comunidad contaban con más de 18 millones de desempleados –casi el 11 por ciento de la fuerza de trabajo– y 52 millones de personas vivían en la pobreza. A partir de entonces, el crecimiento económico impulsado por la explosión demográfica se trasladó al bienestar de la sociedad (medido en términos de PIB per cápita), aunque no de manera homogénea. Los países nórdicos, junto al Reino Unido y Austria, tuvieron un impacto demográfico bajo sobre el PIB per cápita. En Irlanda, Grecia y Portugal, la contribución fue media: osciló entre el 45 y el 76 por ciento. Mientras que en España el crecimiento poblacional –fundamentalmente inmigrante– explicó el 145 por ciento del aumento de su bienestar, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
“Si Europa hubiese tenido el mismo comportamiento demográfico que España, el crecimiento anual de su producto per cápita en el período 1995-2005 se podría haber elevado en más de 2 puntos porcentuales anuales. Desde otro ángulo, si España no hubiera contado con este impulso demográfico, habría alcanzado el crecimiento más bajo de la región”, concluye el estudio de la Caixa.
Pese a este reconocimiento, muchos países europeos se esfuerzan por contener la inmigración, relacionada en el imaginario social con la delincuencia y la desocupación. Por poner un caso, la actitud negativa de los españoles hacia la inmigración está vinculada en gran parte a la percepción de que “hacen disminuir los salarios y perjudican las expectativas económicas de los españoles pobres”, expresa un estudio realizado por el Observatorio de Contenidos Audiovisuales de la Universidad de Salamanca.
Según el investigador italiano, Sandro Mezzadra, la política migratoria en Europa está signada por el modelo del order management, que promueve una inclusión selectiva y subordinada. “Se trata de formas de inserción en el mercado de trabajo móviles, flexibles y precarias”. Pero este modelo está entrando en crisis. “Contra esta tendencia (de subordinación de la ciudadanía) se asiste al surgimiento de movimientos y conflictos extremadamente originales, que tienden a una profundización del carácter democrático y donde los inmigrantes son protagonistas”, dijo Mezzadra.
La Organización Internacional de Migraciones desmiente la idea de que los extranjeros dejan sin trabajo a los nativos. Por el contrario, ocupan los puestos que los trabajadores locales rechazan.
En cambio, para la Comisión Europea estas consideraciones son relativas. En un reciente documento sobre inmigración, integración y empleo, reconoce la necesidad de la inmigración frente a las carencias de mano de obra después de 2010, pero destaca que la inmigración no solucionará los problemas causados por el envejecimiento de la población, “para los cuales será necesario poner en marcha una reforma estructural”.
Una política clave en este sentido es la regularización de los extranjeros que aún no legalizaron su situación y son víctimas de la informalidad laboral y la falta de seguridad social. Europa lleva más de veinticinco operaciones de este tipo desde la década del ‘70, incluyendo acuerdos bilaterales en materia de empleo. Una reciente medida que tuvo mucho impacto fue la “normalización de empleados extranjeros” hecha en España a comienzos del año pasado. Con esa iniciativa, el gobierno de Rodríguez Zapatero regularizó a casi 700 mil del 1,6 millón de inmigrantes ilegales.
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