Quejarse de lleno
La megadevaluación del peso está generando una impresionante transferencia de ingresos de los consumidores a los productores agropecuarios. La canasta básica de alimentos aumentó el 57 por ciento desde enero, fundamentalmente a raíz de la disparada del precio de los granos. El alza de los comestibles es el principal factor que determinó que en lo que va del año cuatro millones de personas más quedaran por debajo de la línea de indigencia. En el mismo período, el campo aumentó sus utilidades en un 200 por ciento. Según datos coincidentes de analistas privados y del gobierno, durante el 2002 los cuatro principales granos, soja, maíz, trigo y girasol, dejarán en los bolsillos de los productores una utilidad de 6970 millones de pesos; más del triple de los 2258 millones que habían ganado el año pasado. Una renta extraordinaria, que no se basa en un aumento de la productividad del sector, sino en una paridad del dólar inéditamente alta. Los granos cotizan a precio internacional y se venden en el país al mismo precio que afuera. Las retenciones a las exportaciones que el Gobierno implementó en marzo pasado para frenar la estampida de los comestibles fueron neutralizadas por el aumento internacional del precio de los cereales y oleaginosas. Y la sequía de Estados Unidos hace prever nuevos incrementos. Además, en las últimas dos semanas también reaccionó el precio de la carne, impulsado por un fuerte aumento de las ventas externas.
Los abucheos que recibió el secretario de Agricultura, Rafael Delpech, la semana pasada en la Exposición Rural, que terminaron con la renuncia del funcionario el viernes último porque Roberto Lavagna evaluó que no defendió bien al Gobierno, fueron preventivos: quejarse por las retenciones es la mejor manera de evitar una suba del gravamen, razonan los productores. Piensan, con razón, que en cualquier momento les llega un nuevo ajuste a sus extraordinarias ganancias. En el escritorio del ministro de Economía, Roberto Lavagna, descansa un informe secreto que recalcula las retenciones agropecuarias para mantener el nivel de rentabilidad y precios internos al nivel de marzo pasado, cuando se implementaron los derechos de exportación. Si el ministro se decide a avanzar en el proyecto, las retenciones subirán al 28 por ciento promedio. Aún con este aumento, los productores obtendrían por los sesenta millones de toneladas de soja, maíz, girasol y trigo que producen anualmente una utilidad de 5400 millones de pesos. El documento reservado, al que tuvo acceso Cash, que está analizando Lavagna estima que de esta manera el campo aumentaría su rentabilidad real con respecto al año pasado en un 50 por ciento. Y que con el incremento de ingresos fiscales, calculado en 1650 millones de pesos anuales, se puede aumentar el monto del subsidio que reciben las casi dos millones de personas inscriptas en el Plan Jefes y Jefas de Hogar de 150 a 225 lecop mensuales, actualizando así ese ingreso en sintonía con el aumento del precio de la canasta básica.
El agropecuario es uno de los pocos sectores que trasladó a precios el total de la devaluación, porque las retenciones fueron neutralizadas por el aumento del precio internacional, y que no sufrió un efecto en sus costos de producción de la misma magnitud. Sólo se ven obligados a pagar en dólares los herbicidas, fertilizantes y otros agroquímicos. Pero no les aumentaron los salarios ni los fletes ni las tarifas de servicios públicos ni el impuesto inmobiliario. Y los gastos en maquinarias y combustible subieron en mucho menor escala que el precio de los granos. Así, prácticamente, lograron mantener su rentabilidad en dólares. Según datos de la consultora agropecuaria SEA, una hectárea de soja, el cultivo que acapara el 50 por ciento de la producción, que el año pasado dejaba una ganancia de 155 dólares, este año está entregando una renta de 145 dólares. Una hectárea de maíz brinda, al igual que en el 2001, 80 dólares de ganancia. El girasol bajó su renta de 70 a 65 dólares. Y sólo el trigo perdió algo más de rendimiento, al caer la rentabilidad neta de 95 a 70dólares por hectárea. Por eso se está reemplazando ese cultivo por el de soja.
Martín Piñeiro, titular del Grupo CEO –según los especialistas, uno de los profesionales que más sabe de agro en el país–, señaló a Cash que el campo está recibiendo una rentabilidad histórica, pero que el sector agropecuario “tiene la costumbre de pensar en dólares”, y que por eso está disconforme con sus ganancias actuales. Este año el campo verá caer su renta en dólares un promedio del 10 por ciento, pero ganará un 200 por ciento más en pesos. Así aumentará su poder de compra con respecto a casi todos los bienes y servicios del país. En medio de la malaria generalizada, con el resultado de su inversión, los productores agropecuarios pueden comprar el doble de departamentos que en el 2001, un 70 por ciento más de automóviles nacionales, un 50 por ciento más de electrodomésticos y hasta la mitad más de combustibles.
Semejante aumento del poder de compra del sector sale de las exportaciones y de los bolsillos de los consumidores. El aumento de los granos pega directo sobre la canasta alimentaria tradicional de la población. Desde enero, el aceite subió un 180 por ciento; la harina, un 170 por ciento; el pollo, que se alimenta a maíz, un 80 por ciento, al igual que los huevos. En el último mes se disparó el precio de la carne, que ya acumula en el año un 100 por ciento de aumento en el kilo vivo y un 75 por ciento en el mostrador. Según Piñeiro, “con este tipo de cambio, las exportaciones de carne vacuna pasarán del 15 por ciento del total de la producción al 30 por ciento. Las ventas externas tiran el precio para arriba y así los argentinos van a comer menos carne y habrá más saldos exportables”, explicó.
La sequía en Estados Unidos sigue empujando el precio de los granos y el final del problema de la aftosa impulsa el valor de la carne vacuna, gracias a las mayores exportaciones. Así, el aumento de la canasta básica de alimentos, que en lo que va del año duplicó a la inflación, no se detiene. En julio los alimentos aumentaron un 4,7 por ciento promedio, la mitad más que el índice de precios al consumidor, que fue del 3,2 por ciento. En agosto, la diferencia será aún mayor, porque se sentirá el aumento de la carne.
Como saben que la única manera que tiene el Gobierno de detener el aumento del precio de los alimentos es subiendo las retenciones, las cámaras sectoriales se atajan con quejas varias. Dicen que este año caerán las exportaciones del sector por falta de financiamiento, pero guardan en silos y en las nuevas bolsas de almacenamiento (que están agotadas) 15 millones de toneladas de granos, porque saben que seguirá aumentando el precio internacional y el del dólar, y así ganarán más. Advierten que caerá el área sembrada del año que viene, pero ya sembraron el 90 por ciento del trigo y en Córdoba están plantando soja hasta en la montaña. En la Exposición Rural que terminó la semana pasada se duplicaron las ventas de maquinarias y se triplicó el precio record de venta de un animal, con la operación de un toro de la raza Hereford en 70 mil pesos. Fuentes de Economía señalaron a Cash que las cámaras agropecuarias le hicieron saber al presiente Duhalde que se resistirán a un aumento de los derechos de exportación. El Gobierno tiene que decidir si sube las retenciones para detener la estampida de precios o les mantiene sus ganancias extraordinarias y deja crecer la indigencia al ritmo del aumento de los alimentos.
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