NOTA DE TAPA
› Por Fernando Krakowiak
Los juguetes nacionales han resurgido de sus cenizas. Durante la década del ’90, la cantidad de industrias del sector se redujo de 240 a 60, pero apenas 20 siguieron apostando por la producción local, fundamentalmente en los rubros de juguetes con ruedas y juegos didácticos, donde el costo del flete y la barrera del idioma desalentaban la importación. El resto de los empresarios nacionales comenzaron a importar para sobrevivir y sólo fabricaban un porcentaje muy minoritario de sus ventas. Luego de la devaluación, producir volvió a ser negocio. La primera reacción fue recuperar las máquinas viejas y después se comenzó a invertir para ampliar la capacidad instalada. En la actualidad, el sector cuenta con 90 fabricantes, en su mayoría pymes, que el año pasado facturaron en conjunto 138 millones de pesos, 560 por ciento más que en 2001. En sólo cinco años, su participación en el mercado creció del 17 al 43 por ciento.
El tipo de cambio alto resultó fundamental para frenar las importaciones que durante el régimen de convertibilidad amenazaban con arrasarlo todo. En 2001 se compraron juguetes en el exterior por 108 millones de dólares y un año después ingresó mercadería por apenas 23 millones (un 78,5 por ciento menos). Luego se fueron recuperando, pero el monto sigue por debajo del nivel previo a la devaluación. El año pasado se importaron juguetes por 67 millones de dólares. No obstante, la recuperación de la industria no sólo responde a ese factor sino también al fuerte crecimiento de la economía y la consiguiente mejora del poder adquisitivo de la población. “Cuando hay crisis la venta de juguetes se derrumba. El esparcimiento es lo primero que se recorta porque la gente privilegia comer y vestirse, pero cuando la situación mejora la recuperación del sector es fuerte”, afirmó a Cash Darío Mondrik, titular de Errekaese.
En el contexto actual, la mayor demanda proviene del interior del país. Históricamente la industria del juguete vendía un 60 por ciento de su producción en Capital y Gran Buenos Aires y el 40 por ciento restante en las provincias. Según datos de la Cámara Argentina del Juguete, en los últimos años el porcentaje se invirtió. “El muy buen momento de las economías regionales resultó fundamental para el sector. El motor del crecimiento viene del interior”, aseguró a este suplemento Norberto García, presidente de la entidad. Otro de los motivos que inclina la balanza a favor de las provincias es la dificultad que tienen los fabricantes nacionales para comercializar sus productos en los hipermercados y en las grandes cadenas jugueteras que están en todo el país, pero se concentran en el área metropolitana. Esos comercios suelen manejarse con márgenes unitarios muy por encima del promedio (en algunos productos suelen llegar al 200 por ciento) y para sostenerlos les piden a los industriales rebajas que por lo general éstos no aceptan. Por ejemplo, ninguno de los empresarios consultados para esta nota venden su mercadería a través del El Mundo del Juguete, una de las principales cadenas del país que se abastece casi exclusivamente con productos importados.
Para afrontar el incremento de la demanda, los empresarios recurrieron primero a las viejas máquinas que habían quedado prácticamente en desuso durante los ‘90, pero cuando la capacidad instalada se fue colmando comenzaron a invertir. El Centro de Estudios para la Producción realizó el año pasado una encuesta a 34 firmas del sector. El 79 por ciento aseguró haber realizado inversiones en los dos últimos años y un 85 por ciento declaró que preveía hacerlo en el bienio 2006/2007. El capital se destina principalmente a aumentar la capacidad productiva, mejorar la calidad de los productos y procesos, reducir los costos y diversificar la oferta. La mitad de las firmas declaró utilizar capitales propios, un 38 por ciento aseguró que se financiaba con proveedores y sólo un 3 por ciento dijo haber recurrido a instituciones financieras.
El crecimiento de la producción repercutió en el nivel de empleo. El número de trabajadores ocupados por la industria es de aproximadamente 2000 personas, duplicando las cifras de 2001. Además, en los picos de consumo adicionales (Día del Niño y las fiestas de fin de año) la dotación se incrementa. La reactivación también benefició a otros eslabones de la cadena productiva porque la fabricación de juguetes requiere plásticos (polietileno, polipropileno), materiales textiles, productos metálicos (hierro y acero), motores eléctricos, cuerdas, resortes, pilas, papel, cartón, cartulina e insumos gráficos, entre otros. Además, demanda servicios de diseñadores gráficos, ingenieros y empresas de transporte.
La industria nacional no sólo vende al mercado interno sino que también exporta, fundamentalmente al Mercosur. No obstante, en este aspecto no ha habido grandes cambios en relación con la década pasada. La devaluación sirvió para ponerles freno a las importaciones, pero aún no es incentivo suficiente para crecer puertas afuera porque China, el principal productor mundial, es más competitivo debido a las ventajas que le otorga su gran escala de producción y el uso intensivo de la mano de obra. En la actualidad representa el 70 por ciento de la producción mundial y el 30 por ciento de las exportaciones (58 por ciento si se considera a Hong Kong y Macao). En los últimos veinte años se expandieron de manera notable debido a la apertura del mercado internacional y los productores nacionales reconocen que es imposible ganar terreno en el mercado internacional más allá de las partidas que se puedan colocar en algunos países latinoamericanos.
Pese a la recuperación, la industria sigue a la defensiva, incluso en el mercado interno. Según el Censo Económico, en 1947 existían en el país 259 fábricas y en 1964 habían llegado a 308. Entre 1960 y 1970, la mayoría de los juguetes eran nacionales, salvo productos específicos como los robots que venían de Japón, pero China todavía no había pegado el gran salto. Ahora los empresarios saben que resulta muy difícil competir con el gigante asiático en algunos segmentos como muñecos, peluches y autos en miniatura. Además, a partir de la década del ‘80 los niños comenzaron a demandar los juguetes de personajes que aparecen en la televisión y el cine, y la propiedad intelectual para fabricar esas figuras es de las grandes multinacionales que trabajan en sociedad con los estudios de Hollywood. La apertura económica impulsada por la última dictadura y completada por el gobierno de Carlos Menem fue ruinosa para el sector, tal como se observa al analizar la situación en este nuevo contexto de mayor protección. La vuelta de iconos de la industria nacional como Rasti es un buen síntoma, pero las reglas que fija la Organización Mundial del Comercio y a todo el andamiaje institucional que sostiene la globalización de la economía hacen difícil avanzar mucho más, aunque los jugueteros se empeñen en ampliar esos estrechos límites.
Hace dos años, la empresa familiar Dimare decidió emprender lo que denominaron “Operación Rescate” de la matricería necesaria para producir los históricos Rasti. Viajaron a Brasil y le compraron los moldes a una firma de instrumentos musicales que había fabricado los “ladrillitos” en ese país. Una vez recuperada la matriz se pusieron a trabajar y hace apenas diez días anunciaron la vuelta de uno de los mayores iconos de la industria juguetera nacional, el cual no se fabricaba en el país desde hace 32 años. El lanzamiento de Rasti expresa el cambio que ha vivido la industria juguetera en los últimos cinco años. La empresa Dimare nació en 1965. Hasta principios de los ‘90 produjo juguetes didácticos, pero la caída del tipo de cambio la forzó a tener que convertirse en importadora para sobrevivir. Luego de la devaluación, la ecuación se invirtió nuevamente y volvieron a producir. “Durante los noventa llegamos a importar el 90 por ciento de nuestras ventas y ahora la importación representa sólo el 10 por ciento”, señaló a Cash Daniel Dimare, director de Marketing de la firma. El primer lanzamiento importante en este nuevo período fue Bimbi, una línea de sonajeros. Luego llegaron Blocky, Armatron, Blandi y BlockyTronic, bloques para armar destinados a distintos segmentos de mercado. El resultado de esos productos fue lo que los impulsó a ir tras los pasos de Rasti. Según las proyecciones de la empresa, este año van a facturar un 176 por ciento más en pesos que en el 2000. Están exportando el 12 por ciento de su producción a países de la región y para afrontar el crecimiento de la demanda el año pasado importaron una máquina de Taiwan que les permitió mejorar la productividad. Además, el número de empleados permanentes subió de 11 a 58 personas entre 2001 y 2007. “Creemos que en los próximos cinco años no va a haber grandes cambios macroeconómicos, pero igual nos estamos preparando para, llegado el caso, poder hacerle frente a un crecimiento de la importación. No queremos que nos vuelva a pasar lo de la década del ’90”, afirmó Dimare.
Uno de los primeros juegos de mesa que presagió el desembarco de la electrónica en la vida cotidiana de los chicos fue Simon, una especie de pequeño “plato volador” de plástico con cuatro cuadrantes de colores que se iluminaban de forma aleatoria componiendo una serie musical que había que memorizar y repetir apretando los cuadrantes para pasar de nivel. Esta innovación fue presentada por la compañía norteamericana Milton Bradley en 1978 y se popularizó en la década del ‘80, quitándoles protagonismo a los juegos tradicionales que combinaban fichas de plástico y tableros de cartón. Su popularidad fue decreciendo a medida que la computadora y la play station ganaron terreno. Sin embargo, el próximo 20 de julio volverá a las jugueterías argentinas, ahora rebautizado como Signos. Su nuevo fabricante es la firma nacional Errekaese. “Lo primero que hicimos fue averiguar si alguien tenía la licencia. Cuando comprobamos que no estaba registrado en el país decidimos desarrollarlo”, afirmó a Cash Darío Mondrik, titular de la empresa junto a sus dos hermanos. Una pequeña partida se distribuyó hace cuatro años y ahora vuelven a lanzarlo luego de introducir algunas modificaciones en el consumo de energía tendientes a optimizar su funcionamiento. Errekaese es una pyme que comenzó a producir juegos de mesa de plástico en el 2000 luego de contratar la licencia de Top Toys. La devaluación les impactó poco porque entonces todavía tenían una estructura muy reducida, pero a partir de 2003 comenzaron a crecer sin pausa incorporando máquinas y nuevas matrices que adquirieron con capital propio. Así fue como en menos de diez años lograron emplear a más de 40 personas y pasar de comercializar 6 a 40 productos, entre los que se destacan El Ahorcado, Números 3D, Burako, Bucanero y Signos. También evalúan comenzar a exportar a Brasil antes de fin de año. “El dólar alto fue fundamental para lograr la expansión porque un tipo de cambio bajo arruinaría la industria”, aseguró Mondrik.
Es una de las empresas históricas de la industria juguetera nacional. Comenzó en 1948 fabricando bombachas de látex y bolsas de goma para agua caliente, pero rápidamente se reconvirtió utilizando la goma para producir imitaciones en miniatura de los autos y camiones que hacían furor en el país. La mayoría de los éxitos de la industria automotriz tuvieron su réplica Duravit. Un juguete “irrompible” que disfrutaron varias generaciones de chicos. A comienzos de los ‘90 la fábrica se reconvirtió para crecer y la goma le dejó lugar al plástico. “Un vehículo de goma se moldeaba en cuatro minutos, se horneaba durante dos horas, se hacía un desrebarbado, se lo pintaba y se lo volvía a hornear otras dos horas. El plástico, en cambio, entra pigmentado a la matriz y a los 40 segundos ya tenemos la pieza. Además, los juguetes de goma eran un poco rústicos y los hábitos de consumo cambiaron”, afirmó a Cash Alejandro Machiavello, uno de los dueños de la empresa, que en los papeles figura como Caupur SA. A diferencia de lo que le ocurrió al resto del sector, Duravit logró expandirse en la década del ‘90 y fue una de las pocas firmas que resistió comercializando exclusivamente productos nacionales. La devaluación los sorprendió con 1,2 millón de pesos/dólares a cobrar por mercadería que habían vendido a 60/75 días. “La descapitalización en dólares fue fenomenal, pero pudimos sobrevivir y al poco tiempo volvimos a crecer”, aseguró Machiavello. Actualmente se están mudando de un predio de 4200 a otro de 15.000 metros cuadrados. En los últimos dos años renovaron el 50 por ciento de las máquinas, tienen planeado cambiar la otra mitad y además prometen que antes de fin de año incorporarán un 30 por ciento más. Financiaron toda la expansión con capital propio y en los últimos seis años tuvieron que duplicar su número de empleados. “Durante la convertibilidad, el mejor año en dólares fue 1998, pero esa marca la superamos en 2004”, recuerda Machiavello. Los camioncitos Duravit ya no son de goma “irrompible”, pero igual resisten.
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