IDEOLOGIA Y ESTRATEGIA EN LA GESTION PUBLICA
La favorable evolución de las principales variables plantea el desafío de presentar la agenda para una segunda etapa de gobierno.
› Por Javier Okseniuk
Cuando una estrategia debe ser actualizada para adaptarse a una nueva coyuntura, siempre se corre el riesgo de modificar también el marco ideológico que la regía. El Banco de la Provincia de Buenos Aires es un buen ejemplo de cómo ideología y estrategia se distinguen e interactúan a la vez, porque su historia es lamentablemente rica en las distintas combinaciones posibles. Créditos otorgados con criterios de clientelismo o amiguismo arrojaron resultados que, hasta hoy, los bonaerenses están pagando. Las muchas y reiteradas voces a favor de una transformación en banco privado hubiesen generado una entidad fruto de una ideología puramente eficienticista. En cambio, durante la actual gestión la decisión por parte de las autoridades gubernamentales ya estaba tomada: transformar un banco político en uno público, definiendo, de esta manera, su misión, es decir, su ideología.
La tarea se orientó entonces a cumplir con dicho rol, ofreciendo servicios financieros a sectores y regiones postergados por la banca privada (pyme, jubilados, potenciales dueños de viviendas de bajo valor, beneficiarios de planes sociales) y estableciendo tasas testigo que impidan que la dinámica del mercado las lleve a un nivel incompatible con el desarrollo productivo. Sólo así se genera una mayor previsibilidad a futuro y sostener el rol de banco público (ideología) en el tiempo.
Así como en el Banco Provincia, en las políticas macroeconómicas la ideología se manifiesta a través de las prioridades en la agenda pública y en las preferencias de sus ejecutores. Por ejemplo, la política cambiaria y de retenciones a las exportaciones sería distinta si el objetivo fuera optimizar la rentabilidad del agro para estimular inversiones en ese sector y no fuera a atender el deterioro de las condiciones sociales y recomponer el tejido industrial. La estrategia llevada a cabo para lograr el objetivo de recuperar la confianza, atender las urgencias sociales y recomponer la estructura económica fue decididamente exitosa. Aun con una situación actual diferente de la deseada, la velocidad con que mejoraron los índices de empleo, pobreza y actividad económica muestra que la decisión de concentrarse en un puñado de acciones de política (tipo de cambio competitivo, adecuada combinación de política monetaria y fiscal, aumentos de jubilaciones y salarios) fue seguramente más efectiva que otras que se barajaron en todo el período.
En adelante, atacar la desigualdad y la pobreza debería seguir siendo el objetivo principal de política, no sólo por cuestiones de equidad, sino también porque las mismas afectan la nutrición y el acceso a la educación, al tiempo que tienden a autoperpetuarse, afectando el desarrollo futuro. La estrategia debería adaptarse a un nuevo contexto de capacidad ociosa notablemente reducida, sabiendo que sostener un proceso de crecimiento en el largo plazo es una tarea todavía más difícil que revertir las expectativas después de una crisis y alcanzar un crecimiento incipiente.
Para ello, la estrategia fundamental será mantener la flexibilidad lograda al tiempo de generar mayor previsibilidad de largo plazo, comunicando una tendencia y actuando de manera consistente para que todos los agentes se ajusten a ella. El Gobierno debería, entonces, emerger como un gran comunicador, un gran coordinador y un gran negociador. La principal comunicación será la de un crecimiento permanente, sin tormentas en el horizonte, pero inferior a las altas tasas de los últimos años, de manera de no estimular el consumo desmedido, generando una reversión traumática de las expectativas en caso de que los pronósticos no sean acertados. Mostrar el sendero del tipo de cambio real también será crucial. Para la coordinación y la negociación, la agenda es amplia y determinará el crecimiento de largo plazo: la planificación territorial de la producción, con énfasis en la logística (cuyo costo afecta principalmente a las pymes), en las redes de transporte y en las de almacenamiento de mercaderías, la gestión pública para el comercio exterior, mecanismos generalizados de capacitación, la estructura tributaria y de gasto, la manera de desanudar cuellos de botella energéticos, o mecanismos cada vez más amplios de financiamiento de la inversión. El hecho de que ya estemos pensando en una segunda etapa muestra el éxito en la primera.
Javier Okseniuk: Gerente de Planificación Estratégica y Estudios Económicos. Banco de la Provincia de Buenos Aires.
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