HISTORIA DE LA ECONOMIA ARGENTINA DEL SIGLO XX. DESDE 1880 HASTA LA ACTUALIDAD
Página/12 presenta una nueva colección sobre la historia de la economía del país, compuesta por sesenta fascículos que se entregarán gratis con el diario cada miércoles. Mario Rapoport es el director académico de esta obra, economista e historiador que a lo largo de su destacada trayectoria de investigación profundizó el análisis de diversas etapas de la economía del país.
› Por Natalia Aruguete
El miércoles, Página/12 entregará junto al diario en forma gratuita el primer fascículo de sesenta que constituirán una obra extraordinaria: Historia de la economía argentina del siglo XX. Desde 1880 hasta la actualidad. Cada semana, gratis con el diario, se presentarán avances importantes y retrocesos profundos de la economía; crisis; contradicciones; decisiones políticas que repiten errores del pasado. Estos y otros aspectos forman parte de la historia económica argentina desde 1880 hasta la actualidad. La colección es dirigida por Alfredo Zaiat y la dirección académica está bajo el mando de Mario Rapoport. Desde el Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social (Facultad de Ciencias Económicas-UBA), Rapoport profundizó el análisis de diversas etapas de la economía del país. Entre sus investigaciones más recientes figura el libro El viraje del siglo XXI. Deudas y desafíos en la Argentina, América Latina y el mundo. Cash dialogó con Rapoport sobre los momentos que constituyeron un punto de inflexión en la historia del país, las estrategias económicas que caracterizaron la idiosincrasia del poder político en cada etapa y sobre personajes destacados del pensamiento económico argentino.
¿Cuáles fueron para usted los momentos clave de la historia económica argentina?
–En 1880 se concreta la organización nacional, se unifica desde el punto de vista militar y monetario, se federaliza la ciudad de Buenos Aires y aparece el primer gobierno nacional constituido. La campaña del desierto permite ganar una gran cantidad de tierras que pasan a ser propiedad de los terratenientes. Un segundo momento es la crisis de 1890, que muestra los límites del modelo agroexportador basado en gran medida en el endeudamiento externo. Frente a ese endeudamiento excesivo –una gran parte del cual tiene fines especulativos– estalla la crisis. Pero la crisis también es política. El régimen conservador tiene una democracia ficta (una ficción), los gobiernos eligen a sus sucesores sin la participación de la oposición o a través del fraude electoral. En 1890 diversos sectores forman la Unión Cívica y hacen la Revolución del Parque.
¿Qué implicancias tuvo la Revolución del Parque?
–Se crea un partido verdaderamente opositor y el primer partido nacional, porque los conservadores no habían conformado un partido nacional.
La oposición de la Unión Cívica al régimen conservador, ¿se vio reflejada en un cambio en la política económica a partir de la asunción del gobierno de Hipólito Yrigoyen?
–No. No aparece definida una política económica que trasvase los límites del modelo agroexportador, ni en el gobierno de Yrigoyen ni en el de Marcelo T. de Alvear. En 1916, cuando llega al poder el radicalismo, el principio fundamental es instaurar un sistema de gobierno verdaderamente democrático. Pero el yrigoyenismo tiene un problema político: es minoría en la Cámara de Senadores y eso le impide imponer muchas medidas económicas, como la creación de un Banco Central o la nacionalización del petróleo.
¿Cómo caracteriza la política petrolera del radicalismo?
–Es importante la creación de YPF, que toma impulso con la llegada del general Enrique Mosconi, bajo la presidencia de Alvear. YPF, que coexiste con empresas extranjeras, tiene un poder estratégico. Ocupa una porción fundamental del mercado y puede imponer políticas. El radicalismo plantea que las empresas extranjeras no pueden seguir explotando nuestro suelo y que hay que nacionalizarlas. Algo con lo que Mosconi no estaba tan de acuerdo.
¿Por qué no estaba de acuerdo?
–Porque prefería la implementación de empresas mixtas.
¿Con qué argumento?
–En esa época las nacionalizaciones no estaban a la orden del día. La política de la oligarquía suponía siempre recurrir al capital extranjero. Sin embargo, se toman medidas urticantes, como la importación de petróleo soviético ante un cierto boicot en las empresas extranjeras. Mosconi usa YPF cuando esas compañías quieren aumentar el precio de los combustibles y logra rebajarlo.
¿Qué etapa importante le sigue a ésta?
–La crisis del ‘30. La crisis mundial, a partir del crac de 1929 en Estados Unidos, produce una contracción de la venta de productos al exterior y un déficit en la balanza comercial argentina. Desde el punto de vista político, se da un cambio que va a contracorriente de los cambios que se están produciendo en ese momento en América latina para enfrentar la crisis. Mientras en Brasil sube una coalición de la mano de Getulio Vargas que expresa los intereses de los terratenientes del Sur, de sectores de la burguesía industrial y de sectores sindicales, en Argentina retorna la vieja oligarquía conservadora.
Usted dijo que la crisis de 1890 mostró el agotamiento del modelo agroexportador. Sin embargo, en las gestiones posteriores a esa crisis, las políticas públicas siguieron dirigiéndose al sector agropecuario.
–Pero con una contradicción que se hace carne en la primera posguerra: la aparición de Estados Unidos. El modelo agroexportador tiene una vinculación importante con Gran Bretaña, porque Argentina tiene su principal mercado allí y además el 60 por ciento de las inversiones extranjeras en el país son británicas. Cuando entra Estados Unidos disputando sectores donde los británicos tenían primacía, las cosas empiezan a cambiar. El problema con Estados Unidos es que sus productos agropecuarios compiten con los argentinos.
¿Qué salida se buscó a esta problemática?
–La única solución se da a través de un triángulo de relaciones por el cual Argentina exporta a Gran Bretaña e importa de Estados Unidos. Tiene superávit comercial con Gran Bretaña y déficit con Estados Unidos, con quien además empieza a tener relaciones financieras.
¿A qué atribuye la intervención del Estado que comienza a darse en la década del ‘30?
–Hay un cierre de los mercados, caen las exportaciones, hay déficit comercial. El gobierno entrante, conservador de derecha, implementa políticas proteccionistas, eleva los aranceles a la importación, y crea por primera vez el control de cambios. En el gobierno de Uriburu hay un personaje importante que es el secretario de Hacienda, Raúl Prebisch.
¿Por qué Prebisch fue convocado por el gobierno de Uriburu?
–Tiene prestigio, pero sobre todo es primo de los Uriburu. Las primeras medidas que toma el gobierno de Uriburu son muy ortodoxas, poco a poco se dan cuenta que eso no sirve. El objetivo esencial de este gobierno es salvar a los sectores afectados de la oligarquía, por eso se crea una cantidad de Juntas Nacionales que compran a los productores agropecuarios a precios mayores que los internacionales y los venden a precios deprimidos.
Prebisch apareció en etapas muy distintas de la historia argentina.
–Es un personaje contradictorio. En los años ‘20, su primer artículo es socialista, casi marxista. Sus primeras tesis adhieren a la idea del endeudamiento externo como causa principal de los males del país. A su vez logra tener una buena audiencia en sectores de la oligarquía. La buena relación con Pinedo hace que integre su equipo económico en 1933. También es negociador en el Pacto Roca-Runciman, que luego le es difícil defender. En el ‘43 se vuelve antiperonista, se va a Chile y es uno de los fundadores de la Cepal. Paradójicamente, sus ideas coinciden con las que se practican durante el peronismo.
¿Qué otro personaje jugó un papel importante en la economía?
–Alejandro Bunge, un ingeniero que se dedica a la economía. Sus ideas industrialistas, integracionistas –aunque también racistas y discriminatorias– tienen mucha importancia, pero en ese momento no es escuchado. Bunge tiene una gran influencia, incluso después de su muerte, en los inicios del peronismo.
¿Qué incidencia tuvo el golpe de 1943 en la política económica?
–Irrumpe una fuerza política diferente con políticas económicas distintas. Expresa otro país, ya no abierto sino semicerrado. Hay una autonomización de la economía argentina. Se refuerza el proceso de industrialización. Con el éxodo de inmigrantes rurales al Gran Buenos Aires, aparece un nuevo electorado que no había sido captado por ninguna fuerza política, en un marco de gran descrédito político. Perón entra en contacto con sectores sindicales, aunque su idea no era ser líder de un partido laborista, sino de una alianza obrero-empresarial. Pero esa alianza no se termina de conformar porque la Unión Industrial Argentina está dominada por empresas extranjeras y por la oligarquía, que se oponen a Perón.
¿Qué tipo de vínculo se dio entre el sector agropecuario y el industrial?
–No hay una vinculación estricta entre sectores agropecuarios e industriales. De hecho, el entonces presidente de la Unión Industrial, Luis Colombo, responde muchas veces más a los intereses agropecuarios que a los de los industriales. La oligarquía terrateniente prefiere no hacer inversiones de riesgo, eso lo deja para el capital extranjero. No le interesa el sector industrial porque tenía una idiosincrasia muy “rentística”. Las industrias más emblemáticas son de sectores nuevos.
¿Y qué concepción tienen esos “sectores nuevos”?
–Son fundamentalmente de origen inmigrante. Es muy importante la inversión de capital de origen norteamericano. En la industria hay tres sectores. Uno de origen extranjero con mucha influencia en la UIA. Otro de origen nacional, ligado a la vieja oligarquía y a la industria de materias primas locales, pero que no es determinante. El tercero es el de la pequeña y mediana empresa que no tiene una representación muy importante en la Unión Industrial.
¿Hay alguna etapa en la que las políticas de gobierno hayan estado más dirigidas al sector industrial que al agrícola-ganadero?
–El peronismo tiene una política conciente de apoyo al sector industrial, cosa que la oligarquía no había hecho en el período anterior. Lo hace también para privilegiar a los trabajadores, pero son los industriales los que se benefician con la ampliación de la demanda interna y con créditos baratos. La oligarquía, en el ‘30, hace una industrialización más defensiva. Pero el primer impulso conciente hacia la industrialización se da en el peronismo. Y los gobiernos siguientes, civiles y militares, continúan ese proceso. Entre 1964 y 1974 hay diez años seguidos de crecimiento, con tasas más bajas que las actuales, pero interesantes. Este proceso da lugar a la segunda etapa de sustitución de importaciones, con importación de bienes de capital y exportación de productos con valor agregado. Esto se quiebra con la dictadura en 1976.
¿Por qué se da esa quiebra?
–Un planteo que hay que hacer es en qué medida ese proyecto de industrialización podía o no continuar. De hecho, se discontinuó por un problema político, no por un problema económico. La dictadura militar tiene objetivos económicos y políticos. En lo político, quebrar el eje estructural productivo que habían creado las alianzas políticas populistas. En lo económico, hay dos elementos: el retorno a la estructura agroexportadora y la “financiarización” de la economía a partir del flujo de capitales que provienen del exterior.
¿Qué efectos tuvo sobre la economía el retorno a la democracia en 1983?
–Más que con el retorno a la democracia, el cambio de la política económica se produce cuando llega Carlos Menem al poder. Lo de Alfonsín es una continuidad. Con Menem se vuelve a un proceso de valorización financiera. Se empieza a hablar de globalización, de excedentes financieros que pueden colocarse en países emergentes. Se desendeuda a los bancos con el Plan Brady y se implementan a ultranza los principios del consenso de Washington. Obviamente no sirvió para nada. El gobierno de Menem representa por primera vez en la historia argentina un gobierno de derecha, liberal y manejado por un caudillo popular que lidera el partido mayoritario. Lo que la oligarquía no había encontrado en los militares lo encuentra con Menem, que es la imagen inversa del peronismo inicial.
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