Dom 12.08.2007
cash

PERSPECTIVAS DE LA PRODUCCION DE MAIZ

Contrasojización

El aumento de la productividad por hectárea del maíz, sumado a la explosión de los precios internacionales, pueden alterar las decisiones de siembra.

› Por Claudio Scaletta

El “monocultivo” sojero está en jaque. El aumento de la productividad por hectárea del maíz, sumado a la explosión de los precios internacionales, presagia que las decisiones de siembra pueden cambiar. El punto de partida del mayor precio del maíz reside en dos factores conocidos. El primero y general son las revoluciones industriales asiáticas; el segundo y particular, el crecimiento, actual y tendencial, de la producción de etanol de maíz. Los factores internos, en tanto, son los que permiten prever cómo la oferta local se adaptará a la demanda mundial. Algunos datos reseñados en un nuevo trabajo del Cespa-UBA, al que Cash tuvo acceso exclusivo, marcan la nueva tendencia.

Desde la década del ’70 la producción local de maíz registró un crecimiento escalonado. Pasó de un promedio de 8 a 10 millones de toneladas en los ’80. A principio de los ’90 esa cifra se estabilizó en un promedio de 11 millones, para luego describir un salto hasta los 15 millones en la segunda mitad de la década pasada. En la expansión fue clave el cambio tecnológico: el paquete semillas transgénicas más siembra directa. En los últimos años se superaron los 20 millones de toneladas. En la presente campaña se espera una cosecha record que será un 55 por ciento superior a la de hace un año, aunque sólo 16 por ciento mayor que el pico de 1997/98.

Durante las tres décadas y media analizadas los rindes por hectárea muestran una tendencia creciente. En 1970 comienza en 2,4 toneladas por hectárea y llega a 3,8 en 1980. Luego disminuye levemente y se mantiene alrededor de 3,3 durante toda la década. “En los ’90 se rompe el estancamiento de la productividad, la cual llega a 4,5 ton/ha los primeros años y a 5,5 luego de la introducción de las semillas transgénicas”, se señala en el documento del Cespa. En el último quinquenio se alcanzan las 6,5 ton/ha en 2002/03, 7,3 en 2003/04 y para este año se esperan 8,0 toneladas.

El trabajo del Cespa, que lleva la firma de los economistas Jorge Schvarzer y Andrés Tavosnanska, destaca que, a diferencia de la soja, el maíz experimentó una reducción del área dedicada a su producción. Entre 1980 y la última cosecha, perdió el 20 por ciento de las tierras a manos de otros cultivos. Sin embargo, el citado aumento de los rindes permitió que la producción crezca el 75 por ciento. La totalidad del aumento de la producción de casi 10 millones de toneladas se debe a las mejoras en los rindes.

El último cuarto de siglo, en tanto, la soja multiplicó por siete las casi 2 millones de hectáreas que cubría en 1980, avanzando, en promedio, más de medio millón de hectáreas por año. A su vez, la productividad por hectárea se incrementó en un 40 por ciento.

Las tierras donde hoy se cosecha el 80 por ciento del maíz están ubicadas en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, precisamente la zona núcleo de la producción sojera. La decisión de producir maíz, en consecuencia, no depende sólo del costo y precio esperado al momento de la cosecha, sino también de la rentabilidad que se pueda obtener de otros cultivos. Desde 2006 suben tanto los precios de la soja como del maíz, pero este último lo hace a un ritmo mucho mayor. La productividad y precios actuales logran que en la mitad de las zonas maiceras se obtenga una ganancia bruta de 320 dólares por hectárea hasta un máximo de 680 en algunos casos. Los rendimientos que están por debajo corresponden a áreas marginales o subinvertidas. Schvarzer y Tavosnanska argumentan que estos amplios márgenes de ganancia en las tierras más productivas pueden cambiar las decisiones de quienes hasta ahora optaban por la soja: “En el 2007 la relación entre los precios de la soja y del maíz se redujo de 2,5 a 1,5. Como consecuencia, en gran parte de las provincias analizadas se estima que el margen bruto hoy es mayor para el cultivo de maíz que de soja”. Los investigadores concluyen que el cambio en las rentabilidades relativas augura la expansión del área maicera, lo que atenuará la tendencia al monocultivo aminorando el actual proceso de deterioro de fertilidad de las tierras. La rotación de cultivos será posible sin resignar ganancias.

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