Dom 21.10.2007
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EL BOOM DE LA PRODUCCION DE BIODIESEL EN ARGENTINA

¿Quién paga las fábricas?

Un par de plantas se están inaugurando y otras están en desarrollo. Grupos locales asociados con extranjeros aprovechan el diferencial de retenciones.

› Por Andres Tavosnanska

El nacimiento de una nueva industria no es algo que se vea todos los días en el país. Pero cada tanto ocurre. Hoy se está instalando en Argentina la industria de biocombustibles. En el mundo, biocombustibles es sinónimo de etanol, que se produce a partir de la caña de azúcar o maíz, y tiene a Estados Unidos y Brasil como los dos grandes productores. Aquí, en cambio, las grandes inversiones tienen como objetivo la producción de biodiesel, aprovechando que Argentina es el primer exportador mundial de aceite de soja, insumo principal de dicho combustible.

En estas semanas se inauguran las plantas de Vincentín-Glencore y Bunge-AGD, a la que se le sumará pronto, entre otras, la que está construyendo el empresario Eduardo Eurnekian. Estas nuevas plantas de gran escala surgidas de alianzas entre empresas argentinas y extranjeras, que dejan atrás las experimentales y para autoconsumo que predominaban hace unos años, son las primeras del gran polo productor de biodiesel que se está levantando en Santa Fe.

A mediados del año pasado se promulgó la ley de biocombustibles 26.093, que establece la obligatoriedad de mezclar el gasoil con un 5 por ciento de biodiesel (y las naftas con bioetanol). Además de asegurar un piso de demanda interna, la ley otorga una serie de beneficios impositivos (desgravación del IVA o amortización acelerada en el impuesto a las ganancias), que se repartirán priorizando la promoción de las pymes, productores agropecuarios y las economías regionales.

Pero si la promoción es para las pymes, los productores agropecuarios y las economías regionales, ¿por qué entonces predominan las inversiones de grandes empresas de la industria aceitera (algunas extranjeras) y se concentran en el puerto de Rosario? La respuesta es sencilla: la clave se encuentra en las retenciones.

El complejo sojero argentino exporta mayoritariamente aceite y harina de soja, por las que paga 24 por ciento de retenciones. Ahora, con las nuevas fábricas, el aceite de soja es procesado y convertido en biodiesel: por cada tonelada de aceite se obtienen 0,96 de biodiesel. El combustible estrella paga tan sólo 2,5 por ciento de retenciones netas de reintegros. Esta rebaja implícita de las retenciones a la décima parte de su valor anterior es el auténtico motor de ese proceso inversor.

Una planta con capacidad para producir más de 200 mil toneladas de biodiesel requiere de una inversión de unos 40 millones de dólares. Esta cifra, que a priori podría desalentar a más de un posible inversor, resulta mínima cuando se la compara con los ingresos extra que les permite obtener a las empresas por la baja de las retenciones. La diferencia entre el pago de retenciones por la exportación de aceite y el que harán ahora por las ventas de biodiesel es para cada una de estas plantas de alrededor de 30 millones de dólares anuales. En otras palabras, el ahorro por el menor pago de retenciones es de tal magnitud que le permitiría al empresario recuperar la inversión realizada en menos de dos años.

Si se toma en cuenta la cantidad de plantas que se están construyendo, que podrían llevar la producción de biodiesel a más de dos millones de toneladas anuales para el 2010, la caída en la recaudación en concepto de retenciones suma cientos de millones de dólares. Difícilmente los beneficios impositivos que ofrece la ley 26.093 para quienes produzcan para el mercado interno cuenten con un cupo fiscal que se acerque a esos valores.

Resultan llamativas las diferencias entre la declaración de intenciones de la ley, que dice querer promover las economías regionales y las pymes, y el esquema tributario que favorece la reproducción del esquema de la industria aceitera, en donde la producción se encuentra concentrada en manos de grandes empresas y en el puerto de Rosario. También que se dediquen semejantes ingresos para fomentar la producción de biodiesel que se destinará a la exportación, mientras sigue habiendo problemas de abastecimiento interno de gasoil. También es sorprendente que mientras se está discutiendo una suba de las retenciones a una serie de productos agropecuarios para distribuir la renta extraordinaria generada por la escalada internacional de los precios, se ofrezca al mismo tiempo una forma de eludir su pago.

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