NOTA DE TAPA
› Por Fernando Krakowiak
Es una actividad que no depende de recursos naturales como el agro ni de altos niveles de inversión inicial como la industria automotriz. Su dinamismo está basado en el conocimiento y la innovación, lo que le otorga un fuerte potencial para generar valor agregado. Varios países de ingreso medio como Irlanda, India e Israel apostaron al desarrollo por esa vía y están obteniendo buenos resultados. En Argentina, la industria del software y los servicios informáticos todavía es incipiente, aunque se expande con rapidez. En los últimos cinco años el sector creció al 20 por ciento anual, duplicó el número de empresas, triplicó la cantidad de empleados y sextuplicó sus exportaciones. Hasta el momento, el Estado apoyó con exenciones fiscales, programas de capacitación y subsidios. De todos modos, los especialistas consideran que el aporte es escaso comparado con los recursos que invierten las otras naciones que promocionan el software para mejorar su inserción internacional. Los tres desafíos que enfrenta el sector para consolidarse son: definir un perfil productivo, incorporar más personal calificado y mejorar el acceso al financiamiento.
Este año el sector proyecta facturar 5800 millones de pesos y la intención es llegar a 9400 millones en 2011. Para lograrlo, los empresarios proponen seguir el ejemplo de aquellos países que se especializaron en algún nicho dentro de la industria del software, que aportó a su economía nacional y al mismo tiempo permitió incrementar las exportaciones. Por ejemplo, Australia y Canadá se especializaron en software minero, Israel en seguridad informática e Irlanda en telecomunicaciones.
En Argentina muchas empresas se están dedicando a software factory, una alternativa que genera poco valor agregado, consistente en trabajar de manera offshore para multinacionales que tercerizan parte de su producción, aprovechando los bajos costos laborales del país al que le encargan los trabajos. Ese fue el camino seguido por la India. Sin embargo, las firmas nacionales agrupadas en la Cámara de Empresarios de Software y Servicios Informáticos (Cessi) buscan tomar distancia de ese modelo y recientemente elaboraron un “Plan de Acción 2008-2011” donde identifican ocho áreas estratégicas para las que se podrían diseñar y fabricar productos, entre las que se destacan la agroindustria (programas de logística y trazabilidad, control de puertos y biotecnología), la salud (software para hospitales, prepagas y laboratorios) y los contenidos dinámicos (programas para capacitación a distancia, comercio electrónico, videojuegos).
Muchas empresas ya producen este tipo de contenidos. Lo que se busca es generar un nicho de especialización y una marca argentina que termine siendo demandada en el resto del mundo. “Le acercamos la propuesta al Gobierno y nosotros ya estamos trabajando para lograr su cumplimiento”, señaló a Cash Miguel Calello, presidente de la Cessi.
Desde 2002, la cantidad de empleados de la industria del software aumentó de 14.500 a 47.000 (224 por ciento). Sin embargo, apenas representan el 0,3 por ciento de la población económicamente activa. Si se considera a todos los empleados en industrias de la información y las telecomunicaciones la cifra trepa al 2 por ciento, mientras que en países desarrollados como Estados Unidos el porcentaje supera el 30 por ciento. La posibilidad de reclutar personal en las universidades no es una tarea sencilla, pues, según datos de la Cessi, apenas el 4 por ciento de los estudiantes sigue carreras afines a la tecnología. Cada año egresan cerca de 3500 graduados entre profesionales y técnicos informáticos. Esa cantidad es insuficiente debido a que la industria demanda anualmente cerca de 15 mil. Muchos puestos se cubren con alumnos avanzados, pero igual el déficit es significativo. En el Ministerio de Educación afirman que Ciencias de la Computación, Ingeniería en Informática y Análisis de Sistemas figuran entre las carreras “prioritarias” y orientan las becas en esa dirección. También se están creando más tecnicaturas en informática, aunque los resultados recién se verán en el mediano plazo.
Mientras tanto, las multinacionales tecnológicas que en los últimos años se radicaron en el país para aprovechar las exenciones impositivas y los bajos costos relativos de ciudades como Córdoba y Rosario se dedicaron a reclutar personal calificado de las pymes tecnológicas de la zona, ofreciéndole mejores sueldos. En Córdoba, por ejemplo, se radicó Motorola en 2001, Intel en 2006 y la compañía texana Electronic Data Systems (EDS) en mayo de este año y todas siguieron ese camino. En Rosario, las firmas que se quedaron con los mejores programadores son la estadounidense Accenture, la mexicana Neoris y EDS.
Es el talón de Aquiles del sector. Apenas el 11 por ciento del crédito bancario está orientado a la producción y la participación que la industria del software toma de esa pequeña porción es prácticamente inexistente porque el principal activo de las firmas es intangible y los bancos sólo aceptan garantías físicas. En los países desarrollados, la trayectoria empresaria, los recursos humanos especializados, la sustentabilidad de los proyectos y los contratos de venta se valoran al momento de analizar las carpetas que presentan las tecnológicas. Aquí, en cambio, ese respaldo no es tomando en cuenta por las entidades financieras. Tampoco hay un mercado de capitales de riesgo como en Estados Unidos, Israel o Irlanda. El Gobierno nacional aporta dinero a través del Fonsoft, un fondo fiduciario creado en 2004 para fortalecer al sector. Este año contó sólo con 10 millones de pesos, una cifra insignificante para una industria que factura 5800 millones anuales. La Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa también apoya al sector al incentivar la generación de clusters, organizar misiones comerciales y aportar recursos para capacitación, pero el dinero disponible para subsidios también es acotado.
Durante la campaña electoral, la flamante presidenta electa, Cristina Fernández de Kirchner, prometió fortalecer la formación técnica y estrechar el vínculo de las empresas con las universidades para garantizar más personal calificado. De hecho, la creación del Ministerio de Ciencia y Técnica ha sido su marca personal dentro de un gabinete signado por la continuidad. En los próximos meses se verá si, junto a la voluntad, aparece el dinero necesario para apuntalar al sector.
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