Dom 03.02.2008
cash

NOTA DE TAPA

Little...

› Por Tomás Lukin

Entre los barrios porteños de Flores y Floresta, a lo largo de casi 13 cuadras de la avenida Avellaneda se encuentra el que es hoy uno de los centros mayoristas de indumentaria más grandes e importantes del país. Cuando la crisis pasaba por el momento más profundo en 2002, uno de los pocos sectores que mostraba ciertas mejorías eran las zonas comerciales. La cadena de valor de la industria textil y de la indumentaria, con un tipo de cambio alto y relativa estabilidad macroeconómica, inició rápidamente un proceso de sustitución de importaciones, convirtiéndose en una de las primeras ramas industriales en mostrar signos positivos. Los límites desde la avenida Nazca hasta la plaza Vélez Sarsfield, por el eje central de Avellaneda con varias arterias activas en las calles paralelas y adyacentes, es una especie de Little Once, concentrado y especializado. Sobre Avellaneda se encuentran los locales dedicados a la venta de indumentaria. Sólo a lo largo de las cinco cuadras principales el eje comercial tiene 305 locales más que el Shopping Abasto o el Alto Palermo, que alojan a menos de 250 marcas cada uno. La antigua configuración del barrio ha desaparecido para convertirse en un destacado polo comercial e industrial, donde el 80 por ciento de los locales son a su vez fabricantes, que reciben diariamente miles de clientes que llegan desde todo el país en “tours comerciales”. Tentados por importantes ofertas para construir locales, muchos vecinos han vendido sus casas que ahora son locales, talleres o depósitos. Las últimas operaciones han superado el millón de dólares.

La colectividad judía, fundadora del centro, ha sido desplazada en parte por la crisis y por la presencia cada vez más fuerte y establecida de la comunidad coreana. Entre el 2003 y el 2005 la tasa de ocupación del eje comercial Avellaneda pasó del 88,6 al 98,3 por ciento, convirtiéndose en una de las zonas más dinámicas de las que releva el Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano (Cedem). En febrero de 2003 la ocupación estaba por debajo del 90 por ciento, y sólo cuatro meses después había crecido más de siete puntos. En los últimos dos años esta tasa, que representa la cantidad de locales ocupados sólo sobre la avenida, se estabilizó en el elevado nivel del 97 por ciento.

El relevamiento realizado por el Cedem y el que hace la Fundación Estado, Trabajo y Producción no abarca la totalidad del eje, sino que se concentra en las principales seis cuadras de la zona. Caminando por el barrio no es extraño cruzarse con casas que están siendo demolidas para construir nuevos locales, fuera del sector más importante. La opinión de las inmobiliarias sobre el horizonte de expansión de Avellaneda es variada. Mientras que algunos esperan, y apuestan, a que se extienda hasta Segurola, en Floresta otros como Fabián Spampinato, titular de Alfi’e, señala que “es difícil que siga creciendo por Avellaneda, la gente no camina tanto, lo que sí está sucediendo es el desarrollo de las arterias”.

El eje nació en los años ’70 con cinco negocios mayoristas de blanquería y en los ’80 se conformaron lo que son las cuatro cuadras centrales, de Nazca hasta Cuenca. “Para esa época tuvo lugar la irrupción de las laterales, las que cortan y las paralelas, pero muy poquito, no llegaba a una cuadra. Ya en 1995 otro boom hizo que se llegara hasta Concordia y se completó la primera cuadra lateral y empezó a poblarse la segunda, que para fines de los ’90 estarían totalmente ocupadas. Lo mismo sucedió con las paralelas para ambos lados, primero fueron Bogotá y Aranguren y en estos últimos años la segunda paralela se vendió toda, y se extendió hasta la plaza Vélez Sarsfield”, señaló a Cash Rubén Helouani, contador y ex presidente de la Cámara Empresaria de Avenida Avellaneda y Adyacencias. En las calles que rodean la avenida se ubican los talleristas, las blanquerías y mercerías, así como los locales de venta de telas por mayor, que son en su mayoría proveedores de los fabricantes.

En 1980 había sólo 10 locales instalados, hoy en las cinco cuadras centrales hay más de 300. “A partir de los ’80 esto comenzó a crecer, y llegó a su punto máximo con la hiperinflación del ’89. Después tuvo sus altibajos en la década del ’90, pero siempre con un ritmo expansivo. Ni la crisis de 2001 pudo detener el auge que, después de un breve bajón, comenzó a repuntar como nunca antes, y ahora es el mejor momento de la zona”, explicó a este suplemento Spampinato.

Foto: Gustavo Mujica

Boom inmobiliario

Conseguir un local para alquilar en el centro del eje es casi imposible, las inmobiliarias tienen lista de espera y colocan carteles en sus vidrieras pidiendo locales “para satisfacer pedidos específicos”. El crecimiento de la zona llevó a muchos comerciantes que estaban en el Once a mudarse hacia Avellaneda, o a abrir un local en la zona, ya que “el aumento desmedido de los locales produjo que la demanda se diluyera”, indicó un comerciante que se mudó en el 2004. La expansión también permitió que muchos locales de Avellaneda pudieran abrir locales en el Once. La tentación de construir para alquilar llevó hace algunos años al Colegio Schönthal, ubicado en la estratégica intersección entre Nazca y Avellaneda, a convertir la esquina del colegio en locales. Otro fenómeno que tuvo lugar durante la crisis fue que muchos empresarios y familias coreanas se juntaron para comprar locales.

El éxito de este centro comercial a cielo abierto, como se conoce a este tipo de ejes, valorizó las propiedades. El alquiler de un local “industrial”, compuesto de planta baja y dos pisos, sobre Avellaneda en la zona más céntrica, según señalaron a Cash desde diversas inmobiliarias, oscila entre los 10.000 y los 17.000 pesos mensuales. Si bien la indexación está prohibida por ley, los contratos de alquiler muchas veces son escalonados incluyendo aumentos de hasta el 20 por ciento cada año. “Los alquileres están cinco veces por encima de su valor previo a la crisis”, comentó un gerente de Ingratta, una inmobiliaria de la zona. A medida que uno se aleja del epicentro por la avenida y en las calles aledañas los precios de alquiler comienzan a caer, y hasta llega a desaparecer el pedido de llave de negocio que en las zonas más caras puede superar los 50 mil dólares. El valor de los últimos locales vendidos ha sido mayor al millón de dólares.

Tratar de establecer la cantidad de personas que circulan cada día por las calles del eje comercial Avellaneda sería inútil. Si bien muchos locales venden por menor, no es sino hasta el fin de semana que el público minorista sale a recorrer las calles del eje. Durante la semana los consumidores circulan en grupos de 2 a 3 personas con bolsos y carritos.

Un fenómeno muy común en este tipo de ejes comerciales son los “tours de compras” que llegan desde todo el país. Caminando por las arterias del centro comercial es usual encontrarse con varios micros que vienen casi todos los días desde Tucumán, Mendoza, Santa Fe o Río Negro. Un tour desde Rosario puede costar entre 60 y 70 pesos, la visita incluye una parada en el Once y, de estar abierta, en la feria de La Salada. La frecuencia de las visitas varía mucho. Lo más común es que vuelvan cada 15 días para renovar sus stocks de mercadería, pero algunos viajan más de una vez por semana. Según Lilian, una joven santafesina, “para comprar ropa es mejor Avellaneda, para los accesorios es preferible Once”.

Trabajos

La cantidad de cartelitos pegados en las vidrieras de los locales solicitando empleados es una constante. Sólo sobre la avenida Avellaneda, Cash pudo contabilizar 170 variados pedidos, entre los que se incluyen talleristas, vendedoras, confeccionadores, planchadores, maquinistas especializados, cortadores, overlockistas, collarectistas, encimadores, repositores, ayudantes y cadetes.

El trabajo más solicitado es el de vendedor, casi el 40 por ciento. Los pedidos centran sus búsquedas en “jóvenes con buena presencia de 18 a 25 años”. Lo más curioso es que los cartelitos indican que los empleados deben ser “competentes”, que, según explicaron, se trata de “gente que ya haya trabajado en la zona o en algún otro centro comercial como el Once, ya que la experiencia es fundamental”. La incorporación a los trabajos es rápida. Competentes o no, los trabajadores no duran mucho en sus empleos: “en Flores y Once se rota de trabajo cada seis meses o un año, un poco más rápido que lo que sucede en otras zonas comerciales” afirmaron a este suplemento en el Sindicato de Empleados de Comercio. Algunos de los locales que son sólo mayoristas buscan “vendedores con cartera de clientes”, un trabajo con un importante valor agregado.

Cuando Cash consultó por las ofertas laborales, el dueño de un local de Nazca y Avellaneda explicó que “el trabajo es de casi 12 horas, con media para comer, y el salario que viene en el recibo es 1000 pesos”. Desde el Sindicato comentaron que “el básico del convenio de un vendedor es de casi 1080 pesos y a eso hay que sumarle el 8,33 por ciento del presentismo y el aumento no remunerativo del 23 por ciento que tuvimos en junio pasado”. Estos valores no incluyen las comisiones por ventas que algunos empleados de los locales más importantes cobran. Los salarios de los trabajadores, según el relevamiento que realizó Cash en la zona, oscilan entre 800 y 1400 pesos en blanco, dependiendo, entre otros factores, de la ubicación del local y la marca que se comercializa.

Proyecciones de la Fundación ProTejer para el período 2002-2007 estiman que se crearon 243 mil nuevos empleos en la cadena de valor del sector, con lo que el total de empleados supera los 450 mil, cifra cercana a los niveles precrisis. Para la zona de Avellaneda, Helouani, ex directivo de la cámara empresaria, estimó que “si bien no existe un relevamiento detallado, por lo menos hay de 1400 a 1500 empresas, con un promedio de 10 empleados cada una, o sea 15 mil personas trabajando”. El Little Once ya está próximo a superar a la zona comercial que lo inspiró.

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