LA INDUSTRIA DE LA INDUMENTARIA
› Por T. L.
Cash tuvo acceso al adelanto de una investigación que está llevando adelante Ariel Lieutier, ex subsecretario de trabajo de la ciudad de Buenos Aires, junto con un equipo interdisciplinario sobre la problemática dentro de la cadena de valor del sector indumentaria. Para analizar la distribución del ingreso parten de una “prenda representativa” que se vende en el mercado en 100 pesos y suponen que el Estado se apropia de casi el 22 por ciento en materia de impuestos. De los 78 pesos restantes, 11 son los costos de las materias primas, principalmente telas que son pagadas por la marca.
Si el taller está habilitado obtendrá como mínimo 5 pesos por sus tareas. Los talleres clandestinos, al no realizar aportes, generan un ahorro del 33 por ciento, y por lo tanto el pago ronda los 3,10 pesos. Pero ninguna de estas dos cifras representa lo que los trabajadores obtienen. Del total obtenido por la prenda, el 30 por ciento se destina a los gastos de producción, el 10 por ciento (30 centavos) para el tallerista y el resto a repartir entre los empleados. Así, al interior del taller la situación, aunque precaria, no es inequitativa.
Continuando la cadena está el intermediario, el nexo entre las marcas y los talleres y encargado de transportar el producto cuando el trabajo se realice en más de un establecimiento, que se lleva 4 pesos por prenda. De esta manera las marcas adquieren la ropa a 19,5 pesos y las venden al doble a los comercios, a 39 pesos, que luego lo venderán a poco más de 78 pesos. Los locales deberán además pagar a sus empleados y el alquiler, que se calcula como el 10 por ciento del valor final de la prenda.
El trabajo concluye que “los trabajadores, incluyendo al tallerista entre ellos, se llevan entre el 3 y el 5 por ciento del valor agregado de la cadena cuando la comercialización se realiza en el mercado formal”.
Algunos talleres han desarrollado una alternativa que consiste en vender las prendas al consumidor final. Recorriendo un sábado la avenida Avellaneda es común encontrarse en las esquinas con puestos improvisados de venta directa desde los talleres. Por su parte, con el apoyo del INTI, algunas cooperativas de trabajo están comenzando a producir “ropa libre de trabajo esclavo” que comercializan en ferias y otros mercados no tradicionales.
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