Dom 02.03.2008
cash

NOTA DE TAPA

Precios en...

› Por Fernando Krakowiak

La suba del precio internacional de los alimentos representa un arma de doble filo. Es el principal soporte del superávit comercial, pero al mismo tiempo alienta una inflación difícil de controlar. A comienzos del año pasado el Gobierno implementó un sistema de compensaciones a la producción, financiado con parte de las retenciones a la soja, para aprovechar las cotizaciones record y al mismo tiempo evitar que esos precios se trasladaran al mercado interno. El esquema funcionó parcialmente durante el primer año, pero los commodities continúan en alza y las tensiones se agudizaron porque el muro que se montó no alcanza a contener las subas y muestra cada vez más grietas. Hasta ahora, el Estado desembolsó cerca de 1300 millones de pesos en compensaciones, pero fuentes del Gobierno reconocieron a Cash que este año se necesitará al menos el doble de dinero para cumplir con el mismo objetivo y ya se rumorea una nueva suba de las retenciones a la soja. El principal frente de conflicto lo conforman los empresarios de la carne, la leche y el trigo. Lo que sigue es una descripción de las tensiones existentes en cada uno de esos sectores y una explicación de porqué los millones desembolsados hasta ahora no sirvieron para acallar los reclamos.

Foto: Télam

Leche

Los tamberos vienen reclamando desde hace varias semanas que el precio promedio que paga la industria por el litro de leche aumente de 0,85 a 1,20 peso pues afirman que lo que reciben no les permite afrontar sus costos de producción. En la Secretaría de Agricultura sostienen, en cambio, que el argumento es falso porque el costo oscila entre 0,75 y 0,80 peso. El secretario de Comercio, Guillermo Moreno, también rechaza el pedido y va más allá al afirmar que el gasto promedio es de 0,50 centavos por litro, pues se niega a contabilizar el “costo de oportunidad de la tierra” (lo que el productor pierde por no destinar su parcela a una actividad más rentable como la soja), ni la compensación por la pérdida de valor de los bienes de capital (“ustedes nunca invierten”, le dijo a un tambero hace algunas semanas). Por eso en diciembre intentó, sin éxito, fijarles un techo de 0,73 peso por litro.

Más allá de los diferentes cálculos, en el Gobierno coinciden en que los productores lecheros no están en una situación crítica. De hecho, el pago actual equivale a 26 centavos de dólar por litro, una cifra superior a los 21 centavos que recibían en el mejor momento de la década del ’90. Además, el Estado les otorga una compensación que ahora llega hasta los 10 centavos por litro producido.

¿Entonces por qué reclaman un ajuste en los precios tan insistentemente? Especialistas del sector consultados por Cash coincidieron en que el pedido no está motivado por lo que ganan sino por lo que podrían ganar en el contexto actual. A continuación se detalla las tres principales causas:

1) Durante los últimos años de la convertibilidad, se producían entre 1550 y 1650 millones de litros de leche fluida por año, una cifra cercana a la actual, pero el mercado internacional estaba prácticamente cerrado (el único demandante externo era Brasil). La opción era el consumo interno y la leche sobraba. Por lo tanto, los tamberos recibían entre 17 y 21 centavos de dólar por litro producido. Ahora cobran más y piden más porque el mercado interno está en crecimiento y Argentina les vende leche en polvo a más de 20 países y, si bien las retenciones le quitan incentivo a la exportación, la mayor demanda favoreció su poder de negociación.

2) El extraordinario precio internacional que registran los cereales se convirtió en una tentación irresistible también para los productores lecheros, que amenazan con desmontar su tambo y ponerse a cosechar soja si no les ofrecen un precio mejor.

3) Un elemento adicional de presión lo constituyen las subas que se han ido registrando en las góndolas de supermercados y almacenes. Los tamberos ven que el precio de la leche fluida aumenta y pelean por esa renta. “Para frenar esos reclamos, lo mejor que podría hacer Moreno es controlar los precios en el mostrador. Sin embargo, esa es tierra de nadie”, afirmó a Cash una fuente del sector. La queja no pasa sólo por el aumento de la leche entera común sino por las múltiples variedades que ofrece la industria para incrementar sus márgenes. Este suplemento detalló el año pasado que La Serenísima, por ejemplo, comercializa 29 variedades de leche fresca entre las que se destacan las leches Infantil, Deslactosada, Fortificada con hierro, Fortificada con azúcar, Extra calcio, Crecer 0 a 6 meses, Crecer de 6 a 12 meses, Crecer 3, Crecer con jugo de frutas, Ser con jugo, Ser con fibra activa, Serecol con fitoesteroles y Omega 3. El litro de leche fluida común aumentó en los últimos meses de 1,60 a 1,80 peso, pero algunas de las versiones más “sofisticadas” llegan a superar los 4 pesos. Además, aun en los meses en que se registró mayor escasez por las inundaciones en las cuencas lecheras, los faltantes se concentraron fundamentalmente en las versiones más baratas.

Trigo

La cotización del cereal parece no tener techo. En febrero de 2005, el precio fijado en el puerto de Buenos Aires para el trigo pan promedió 137 dólares por tonelada. Un año después llegó a 162. El verano pasado superó los 200 y a mediados de la semana pasada estaba a 365 dólares. Una vez descontadas las retenciones y los costos de exportación y transporte, el valor se reduce a 233 dólares por tonelada, equivalente a 740 pesos. Para evitar que esta suba impacte en los valores de productos sensibles de la canasta básica como pan, harina y fideos, el Gobierno intervino el mercado fijando un precio de corte de 360 pesos por tonelada que desde principios de 2006 sostiene a través de compensaciones a molinos y productores. A los primeros les paga la diferencia entre el precio de corte y el valor al que le compran a los productores luego de una supuesta negociación de mercado (entre 550 y 600 pesos), mientras que a los segundos les cubre el 85 por ciento de la diferencia entre esos 550/600 pesos y la cotización internacional, una vez descontadas las retenciones y demás costos.

En teoría, el esquema debería servir para mantener, por ejemplo, el kilo de pan flauta a 2,50 pesos, tal como lo promociona Moreno, pero eso no ocurre porque para cobrar la compensación hay que estar en blanco y sólo un pequeño porcentaje de los molinos cumplen con esa condición. Por lo tanto, la bolsa de harina tiene incorporado el costo que efectivamente le pagan al productor y no los 360 pesos fijados como precio de corte. Es por eso que el kilo de pan cuesta cerca de 4 pesos en la mayoría de las panaderías. Moreno conoce esta situación, pero en lugar de perseguir a los molinos que están en negro se limita a tratar de mantener planchado el precio de referencia real (los 550/600 pesos). Eso lo acuerda con los molinos y también con las grandes exportadoras para que ambos compren de manera cartelizada, pues si las cerealeras pagaran más, para los molinos sería muy difícil sostener ese precio. Las exportadoras aceptan gustosas la “sugerencia” oficial porque de esa manera acumulan una renta espectacular ya que compran a 550/600 pesos y venden al precio internacional. Fuentes del mercado señalaron a Cash que la renta obtenida por las cerealeras en los dos últimos años es equivalente a la ganancia que acumularon entre 1997 y 2001.

Los productores se quejan porque esa cartelización, propiciada desde el Estado, les impide aprovechar los altos precios internacionales del trigo que va destinado a exportación. Para el cereal que venden al mercado interno, en cambio, está vigente la compensación, pero muchos tienen la misma dificultad que los molinos: venden en negro y eso les impide cobrar el subsidio.

En este contexto, la suba del precio internacional del trigo le genera al Gobierno dos problemas. Lo obliga a incrementar el monto destinado a compensaciones, pues la diferencia entre el precio de exportación y los 360 pesos fijados como valor de corte es cada vez más amplia, y le incrementa la presión de los productores en contra de la cartelización que ejercen los molinos y las cerealeras porque cada vez son más los que se resisten a vender a cerca de 550/600 pesos por el trigo de exportación cuando podrían estar recibiendo más de 700. La interna existente dentro del Gobierno complica más la situación porque la Secretaría de Agricultura presiona para que los productores reciban un mejor precio que les sirva como incentivo para aumentar la producción, pero Moreno no quiere que los precios se le escapen definitivamente y sigue articulando con las cerealeras para que mantengan las cotizaciones internas “planchadas”. El cierre del registro de exportación no altera este esquema, siempre que sea temporario, pues a las cerealeras se les facilita aún más comprar a precio bajo para luego acopiar a la espera de la apertura.

Carne

En las últimas semanas, los precios de la carne comenzaron a subir nuevamente. El Gobierno está negociando con los empresarios de la cadena para ponerle un freno a la escalada. La intención oficial es autorizar aumentos a nivel mayorista sólo de entre 8 y 10 por ciento en relación con los valores que habían sido acordados en mayo del año pasado. La propuesta es impulsada por la Secretaría de Agricultura, pero esos números se ubican tan lejos de la realidad que parece una idea de Guillermo Moreno. En el acuerdo de mayo de 2007 figuraba un valor de referencia de 3 pesos más IVA para el kilo vivo de novillo; 3,15 para el novillito y la vaquillona de más de 300 kilos y 3,30 para el ternero, pero los empresarios reconocen off the record que actualmente se están pagando unos 60 centavos más en cada categoría, lo que evidencia un aumento promedio cercano al 20 por ciento desde mayo. En este contexto, negociar una actualización de 10 puntos no sería más que una ficción, pues ni siquiera serviría para empardar los valores de mercado.

La situación es mucho peor en el mostrador. El acuerdo firmado en mayo no actualizó los valores de referencia para los 12 cortes populares que había establecido Moreno en abril de 2006. Por lo tanto, en ese caso no hay punto de comparación. Según los valores de esa norma, que tiene casi dos años, por ejemplo, el asado de novillo debería costar 6,50; la milanesa de ternera, 12,3, y el vacío de novillito, 9,25 pesos. Sin embargo, según un relevamiento reciente de la asociación de consumidores Deuco, los precios de esos cortes están hasta un 50 por ciento más caros en los supermercados. En las carnicerías el margen se amplía aún más. En los últimos días, Moreno dejó trascender que podría fijar nuevos valores de referencia, pero todavía no hay nada confirmado.

Al igual que en los otros sectores, la suba del precio de la carne se debe a la tensión que genera la mejora de la cotización internacional y a un mercado interno que convalida los aumentos. Los precios de exportación son elocuentes para explicar el primer factor de presión. Según datos de la secretaría de Agricultura, Argentina vendió en 2004 los Cortes Hilton a un promedio de 7052 dólares la tonelada, en 2006, a 9442, y el año pasado, a 11.417, un 62 por ciento más que tres años antes. Mientras que la tonelada de carne fresca que va a Rusia, Chile, Israel y Venezuela, entre otros países, subió de 2065 a 3197 dólares en promedio (55 por ciento) durante el mismo período.

Más allá de los cupos y las retenciones, esa mejora impacta en los precios del mercado interno y se combina con el segundo factor de presión: el fuerte aumento de la masa salarial registrada en los últimos años debido a la baja del desempleo y a la suba de los sueldos. Si se cierra la exportación, los precios de la carne en el mercado interno bajarían, pero los incentivos para aumentar la producción disminuirían dramáticamente, justo en un momento donde lo que se busca es mejorar la oferta. Si, en cambio, se decide flexibilizar las ventas al exterior la carne pasaría a ser un gran negocio, pero se convertiría en un bien suntuario en el mercado interno. Hasta ahora, el Gobierno combinó subsidios con restricciones a las exportaciones, aunque la verdad es que no termina de encontrarle una solución a la disyuntiva.

Mientras tanto, la presión empresaria va en aumento en los tres sectores analizados y las grietas del muro de contención comienzan a ensancharse.

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