DEFINICION DE UNA ESTRATEGIA CAMBIARIA
Capturar los dólares
La experiencia internacional enseña que el control del movimiento de capitales y del mercado de cambio resulta fundamental para una economía que quiere superar una crisis.
Por Marcelo Ramon Lascano *
El desempeño del mercado de cambios se ha transformado, otra vez, en el indicador más significativo de la realidad social argentina. El fenómeno representa el retorno a un pasado ingrato y denuncia la ratificación elocuente de la desorientación dominante. Obsérvese que ningún otro indicador ejerce semejante influencia en la atención pública, aun cuando todo el tablero deja al desnudo las inconsistencias de la política económica y la mezquindad de las ideas predominantes. Si el mercado de cambios resulta tan significativo, da la impresión de que las acciones gubernamentales deberían orientarse a formular un plan para corregir las distorsiones dominantes. Y formular políticas específicas que modifiquen las tendencias, precisamente, para resolver el dilema central de la economía: el largo retroceso productivo y tecnológico que se registra en un contexto de inédita decadencia social, de insolvencia interna y externa y de fuerte desjerarquización internacional del país.
Parece razonable sostener, entonces, que todas las herramientas de la política económica deberían orientarse a generar ingresos en divisas no sólo para dotar de fluidez al mercado, sino también para despegar sobre bases estables y duraderas. Suponer que la actividad económica puede seguir encogiéndose y que el desempleo y la pobreza crecientes puedan llegar a resultar neutrales en nuestro de ámbito de convivencia, supone ignorar la historia y las respuestas sociales sobrevinientes.
La recuperación debería venir inducida por un enfoque externo renovador y ambicioso, cuya implantación sacuda todas las restricciones y limitaciones operativas susceptibles de restarle eficacia. Exportaciones crecientes y adecuados controles de cambios cuando las divisas son retaceadas y amenazan desestabilizar el sistema no deberían ser ajenos a esa política. Los partidarios del endeudamiento suelen ser escépticos frente a una estrategia de esta naturaleza, aun cuando durante los últimos tres siglos las tasas de crecimiento de las exportaciones en los países centrales superó a los registros de expansión de los PBI nacionales, lo cual no es un dato menor, si se valoriza la experiencia.
Debe tenerse en cuenta, además, que el intercambio entre firmas vinculadas, es decir entre unas 60.000 multinacionales con alrededor de 500.000 afiliadas que representan ventas por unos 13 billones de dólares anuales, más que un PBI estadounidense, desnaturaliza la arquitectura del libre cambio decimonónico. Los acreedores externos (financieros y reales) deberían ser persuadidos de gestionar en sus países de origen el incremento de nuestras exportaciones como expediente para cobrar sus acreencias. Caso contrario la insolvencia argentina los arrastrará sin retaceos y sin exculpaciones.
La negociación de las divisas procedentes del comercio demanda definiciones y reglas específicas para evitar los contratiempos experimentados por la actual administración, máxime en un contexto altamente crítico. Los exportadores, si bien propietarios de las divisas, no pueden repatriarlas y liquidarlas caprichosamente en instancias donde el retaceo de las mismas puede desestabilizar al sistema económico, incentivar devaluaciones y potenciar alzas de precios, todo lo cual los convertiría en árbitros de la suerte de gobiernos, lo cual es un contrasentido institucional.
Esta apreciación dirigida a rescatar el buen sentido encuentra fuerte sustento en la economía comparada. En la actualidad, según he podido constatar en una investigación reciente llevada a cabo en el exterior, en 107 sobre 168 países es obligatorio repatriar esos ingresos y en 98 casos las divisas deben liquidarse según disposiciones oficiales. No se cuestiona la propiedad de las divisas. Siendo éstas un insumo crítico, lógicamente no pueden sustraerse a las economías nacionales si ello agudiza desequilibrios presentes o inminentes. Por lo demás, así ocurrió con la devaluación de 1967 y en términos extremadamente perentorios.Brasil, Chile, China, Corea, Rusia, Malasia, Sudáfrica, Turquía, Tailandia siguen esa rutina.
Los controles cambiarios no son exclusividad del Tercer Mundo. En 2001, 128 países han controlado movimientos sobre acciones y bonos, 146 las inversiones directas, 138 transacciones sobre inmuebles, 109 sobre créditos comerciales y 102 sobre inversiones en bonos.
Para fortalecer el enfoque, la repatriación de capitales argentinos emigrados sin averiguaciones que pudieran dificultar su retorno debería formar parte de una oportuna estrategia cambiaria, sobre todo en circunstancias como las actuales, donde la significativa caída de los precios de muchos bienes ofrece interesantes oportunidades para fondos inseguros y mal rentados en el exterior. Muchos son escépticos frente a esta iniciativa. La inestabilidad cambiaria debería constituir un verdadero acicate para crecer, generar empleo, incrementar las recaudaciones fiscales y doblegar las expectativas que han llegado a paralizar las iniciativas nacionales. Otro marco cambiario no sólo permitiría afrontar los compromisos internacionales con recursos propios, sino que, además, tendría la ventaja de desactivar las embestidas simplificadoras que creen que los desórdenes argentinos se corrigen con tutelas monetarias exóticas cuya legitimidad y testimonio de éxito todavía siguen ausentes.
* Economista. Plan Fénix.
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