CONSUMO MASIVO, REACTIVACION, EXPORTACIONES Y DEVALUACION
“Medicina de corto plazo”
Reclama políticas de Estado para que haya reglas de juego estables más allá de los gobiernos. El titular de Unilever Argentina piensa, además, que la devaluación por sí sola no impulsará las exportaciones.
› Por Cledis Candelaresi
La venta de artículos de higiene y de otros productos de consumo masivo que produce, comercializa y exporta desde Argentina la multinacional Unilever sufrió una fuerte caída en lo que va del año. Su presidente, Luis Mario Castro, explicó a Cash por qué la devaluación no alcanza para compensar ese derrape con la salida exportadora y habló de la necesidad de controlar a las prestadoras de servicios monopólicos.
Usted aseguró semanas atrás que en la década pasada con un tipo de cambio fijo las exportaciones resultaban muy competitivas. ¿Puede explicarlo?
–En los 80 teníamos que preocuparnos de la infraestructura como elemento fundamental para tener la empresa en marcha. La cuestión era si íbamos a tener energía o cuándo iban a sobrevenir los cortes. La convertibilidad significó inversión y mejora de la productividad en general, también en servicios públicos, y eso a nosotros nos favoreció mucho a la hora de exportar.
¿Y qué pasó con las exportaciones a partir de la devaluación?
–Seguimos con los mismos niveles. El problema es que flaquean los clientes regionales, por eso intentamos exportar hacia otros lugares, Estados Unidos o Europa. Claro que para los que exportamos a compañías asociadas los requerimientos son mayores. Porque cada unidad se maneja con un criterio local, de defender su propia producción. En este sentido, la casa vinculada es un competidor mucho más duro que un tercero.
Pero Unilever Argentina puede seducir con precios muy bajos en dólares.
–El problema es que cualquier comprador externo busca tener continuidad. Y debido a los continuos cambios internos nunca sabe si una empresa argentina puede garantizarle esa provisión. Eso juega en contra.
La inestabilidad macroeconómica o política atenta contra la posibilidad de cerrar un buen acuerdo de exportación.
–Claro. Los argentinos no tenemos conciencia de lo importante que son las políticas de Estado, que trasciendan más allá de los gobiernos. No estamos convencidos de que se necesitan. Los marcos de referencia son muy inestables y eso complica al que exporta.
¿Eso significa que el nivel del tipo de cambio no es determimante para las posibilidades de exportar más o menos?
–El tipo de cambio es determinante. Pero hay otras formas de ser más competitivos. Una es a través de la devaluación, que puede ayudar temporariamente. Pero lo que realmente ayuda son otras políticas que mejoran la competitividad de las empresas. Hay dos cosas importantes: un marco externo estable y un esfuerzo para que nuestra economía sea importante. La tasa de cambio tiene un valor instrumental y es una medicina de corto plazo.
¿Cómo impactó la apertura de los 90 en el negocio de Unilever?
–Nosotros conseguimos más competitividad, en parte, porque invitamos a algunos proveedores a instalarse aquí. La apertura en sí misma no es ni buena ni mala. Puede aprovecharse si se administra como una política de Estado orientada a fomentar la inversión.
Como usuario industrial, ¿cómo evalúa la situación contractual de las privatizadas, que suspendieron inversiones porque no consiguen un aumento de tarifas?
–Es complejo, porque hay que armonizar intereses de las empresas, los usuarios y del Estado. De cualquier modo, los contratos deben contener cláusulas de penalización si no se cumplen. Y habría que hacerlas cumplir.
¿No cree que algunas empresas tuvieron rentas desmedidas, imposibles de conseguir en otro lugar del mundo?
–Hay que diferenciar entre las empresas que explotan un servicio monopólico y las que no. Es una verdad universalmente comprobada que la competencia promueve que bajen los precios y suba la calidad. Pero el Estado debería vigilar mucho más de cerca a las empresas que prestan un servicio en áreas que son naturalmente monopólicas. No tendría sentido, por ejemplo, duplicar la red de agua potable, pero el Estado debe controlar de cerca la prestación. Del mismo modo que a mí me preocupó mucho que se dividiera la red de telefonía en zona norte y zona sur, otorgando la exclusividad por un tiempo prolongado.
¿Sobre qué proyecciones está trabajando Unilever para el año próximo?
–Para el año próximo no hicimos proyecciones. Pero nos manejamos con los últimos datos difundidos por el Indec, que denuncian una caída del mercado en el orden del 20 al 25 por ciento del consumo en el supermercado. La caída de nuestras ventas está en ese orden.
¿Qué es lo que impactó más en el retroceso de las ventas: la pérdida de poder adquisitivo tras la devaluación o la escasez de efectivo que impuso el corralito?
–Sin duda, la pérdida de poder adquisitivo. No sólo porque la gente gana menos sino también porque cada vez tenemos más desocupados. Eso nos afecta directamente porque estamos muy ligados al consumidor final. Complementariamente, la tasa de interés y la restricción del crédito también hacen que tengamos dificultades para la colocación de productos: nuestros clientes limitan su inventario y nuestros proveedores nos presionan para cobrar a corto plazo. Toda la cadena está resentida.
¿Los bancos son los malos de la película?
–La responsabilidad de los problemas que tiene la Argentina es de la clase dirigente, es decir, de políticos, ONG y empresarios, entre los que me incluyo. Puede resultar cómodo culpar a los bancos, pero tenemos un problema de clase dirigencial.
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