FINANZAS > MILLONARIA INTERVENCION DEL BANCO DE INGLATERRA PARA RESCATAR ENTIDADES
La ortodoxia muestra otra sonora derrota de su credo sobre las bondades del mercado. El Banco de Inglaterra anunció un generoso plan de salvataje de entidades afectadas por la crisis subprime.
› Por Pablo Simian
Siguiendo los pasos de la Reserva Federal (banca central estadounidense), el Banco de Inglaterra decidió abandonar su tradicional línea conservadora y anunció que los bancos británicos podrán canjear hipotecas por bonos del Tesoro. Se trata de una histórica medida intervencionista orientada a amortiguar los efectos de la crisis financiera internacional que sacude a las economías centrales. Si bien la autoridad monetaria inglesa informó que el nuevo sistema no tiene límite, se estima que en la primera etapa los intercambios alcanzarán los 100.000 millones de dólares, monto que intentará oxigenar al sistema financiero y facilitar los préstamos entre entidades.
El esquema de salvataje prevé el intercambio de activos que en la actualidad no pueden ser convertidos en líquido debido a la desconfianza que reina en el sector bancario (deuda hipotecaria y otros activos titulizados dañados por la crisis) por bonos garantizados por el Tesoro británico y, por tanto, con liquidez asegurada.
El anuncio, sin embargo, decepcionó a la banca de la isla porque las condiciones de acceso al canje son rigurosas: el banco central exige activos con calificación AAA –al igual que la FED en los Estados Unidos– y por cada libra de “deuda dañada” de las entidades privadas entregará a cambio una porción significativamente más baja de papel del Estado (entre 12 y 22 por ciento menos), según los productos y períodos de vencimiento. Además, las hipotecas se valorizarán a precios de mercado, que en estos momentos están a la baja precisamente por la crisis de liquidez.
El gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, declaró que el sistema “está diseñado para aumentar la confianza en los mercados al tiempo que se asegura que sigan siendo los bancos los que corran con los riesgos de los préstamos que hacen”. Las autoridades británicas quieren asegurarse de que la gigantesca operación sea neutral para los contribuyentes y no se convierta en un sistema encubierto de ayudas públicas a bancos en crisis. De todos modos, para alejar rumores de insolvencia, en Londres no se divulgarán las cantidades de activos intercambiados ni la cantidad total de emisiones hasta transcurridos los primeros seis meses del canje.
El enorme salvavidas que decidió poner el gobierno inglés a disposición de los bancos muestra la nueva lógica que domina las finanzas internacionales y que no se limita exclusivamente a la inyección de liquidez de las bancas centrales, sino que además busca reemplazar los programas de autorregulación de los mercados que avalaron el desastre “subprime” por un régimen de control y supervisión mucho más rígido.
Hasta el propio George Soros, famoso por sus exitosas maniobras especulativas, forma parte de los inversores que presionan para redoblar los controles y auguran un “cambio de paradigma”. La crisis ha puesto en evidencia la deficiencia de los programas que confiaban en la autorregulación de un sector financiero desenfrenado en su afán de riqueza y dispuesto a utilizar la contabilidad creativa para eludir las normas prudenciales. Los resultados de ese proceso han sido tan nefastos que incluso los economistas neoliberales más radicales piden a gritos la intervención del Estado en la economía.
Así, en los Estados Unidos la administración Bush recogió esas demandas y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, se encargó de planificar el mayor cambio regulatorio de los mercados financieros desde la Gran Depresión. La propuesta proyecta la fusión del regulador de los mercados bursátiles –la Security and Exchange Comission– con la del mercado de derivados de Chicago y Nueva York para supervisar el negocio financiero. A esa nueva agencia se sumaría otra que supervisaría los depósitos de las instituciones financieras. Por último, en la cima del sistema, la FED actuaría como ente supremo, encargado de velar por la estabilidad del mercado financiero en su conjunto. La tardía profundización de los controles busca evitar que el Primer Mundo vuelva a hundirse en una crisis financiera tan drástica como la actual y con consecuencias directas sobre la economía real.
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