Dom 14.09.2008
cash

En el horno

La debacle financiera y bancaria de la potencia económica mundial es la más grave desde el crac del ‘29. Comenzó cuando explotó la burbuja inmobiliaria y el derrumbe de las operaciones especulativas con los créditos subprime. La administración Bush destina multimillarios recursos para salvar entidades hipotecarias y bancarias. El interrogante es sobre la magnitud de la crisis, su extensión en el tiempo y su impacto sobre la economía real.

› Por Roberto Navarro

Los 200 mil millones de dólares que desembolsó el Tesoro de los Estados Unidos para salvar a las dos entidades más importantes del mercado de hipotecas de ese país tuvieron como respuesta fuertes caídas en los precios de los activos financieros en todo el mundo. Los más prestigiosos analistas del mundo ya no discuten si se está ante una crisis financiera internacional, sino sobre su magnitud, su extensión en el tiempo y su impacto sobre la economía real. La crisis comenzó cuando explotó la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, lo que se tradujo en una caída en los precios de las viviendas. El segundo paso fue que los deudores de las hipotecas subprime (de segunda categoría) dejaron de pagar sus créditos al observar que sus pasivos superaban el valor de sus propiedades. El total del monto de las hipotecas en Estados Unidos es de 12,5 billones de dólares. Las dos principales entidades nacionalizadas por la administración Bush, Fannie Mae y el Freddie Mac, manejan 5,2 billones en esos préstamos y tienen créditos caídos por 700 mil millones de dólares. Por ese motivo los mercados consideraron insuficientes los 200 mil millones aportados por el Tesoro. Los especialistas opinan que el valor de las propiedades aún no terminó de caer, con lo cual el foco del incendio aún no se ha extinguido. Y sus repercusiones se diversifican, porque los inversores salen a vender otros activos para cubrir pérdidas. Las economías de Estados Unidos y Europa ya están entrando en recesión. China anunció un menor crecimiento para los próximos años. ¿Qué puede pasar en Latinoamérica? Para aproximarse a una comprensión de la actual crisis, la más devastadora desde el crac del ‘29, Cash consultó a los especialistas en finanzas internacionales Leonardo Bleger, Rolando Astarita, José Siaba Serrate y Benjamin Hopenhayn:

  • 1 ¿Cuál es el escenario más probable para los próximos meses de la actual crisis financiera internacional?

  • 2 ¿Qué tipo de regulaciones deberían instrumentarse para evitar crisis futuras?

  • 3 ¿Qué efectos puede tener esta crisis sobre la economía argentina?

Leonardo Bleger
CENTRO DE IDEAS. UNSAM

1 Hasta que los precios de las viviendas no alcancen un piso, aunque cayeron un 40 por ciento en los Estados Unidos en el último año, las pérdidas de los bancos seguirán creciendo. La complejidad, falta de transparencia e interconexión de las operaciones crediticias hace muy difícil estimar el monto total de los quebrantos. En este contexto, los gobiernos de los países centrales seguirán comprometiendo recursos para evitar que se agraven los problemas bancarios. Las medidas adoptadas hasta el presente fueron necesarias pero insuficientes. Seguramente la concentración financiera aumentará. El escenario más probable es el de una profundización de la recesión en Estados Unidos y en los otros países centrales, con su derrame al resto del mundo. En la actualidad los temores de recesión superan a los de inflación. La mala noticia es que las crisis con origen en el sector bancario suelen tener efectos duraderos. Sin embargo, es un interrogante la profundidad y duración de la recesión global y, en particular, la magnitud del impacto sobre las grandes economías asiáticas, cuya contribución al crecimiento global ha sido decisiva en los últimos años.

2 Las crisis están en la naturaleza del capitalismo. Las burbujas especulativas son recurrentes. Aun así, un adecuado esquema de regulaciones debería contribuir a atenuar esas bruscas fluctuaciones cíclicas. No fue éste el caso, el esquema regulatorio vigente ha fracasado. Fue sobrepasado por una gigantesca pirámide de operaciones e innovaciones, como securitización, derivados, etc., que, curiosamente, prometían controlar los riesgos. Son necesarias más y mejores regulaciones. Deben ser a escala global, dada la interconexión de los mercados. Deben orientarse a evitar el excesivo apalancamiento (endeudamiento) de los bancos, asegurar su liquidez y exigir transparencia para que todos los riesgos puedan ser determinados e incluidos en los balances bancarios. Basilea II debe ser revisado. La actuación de las calificadoras de riesgo debe cambiar drásticamente. Se ha demostrado que en ciertas áreas, como en vivienda, el rol de las instituciones públicas debe ser decisivo.

3 La teoría del “desacople” se ha quedado sin defensores. En la época del capitalismo global, las crisis son globales. Hay dos canales por los cuales se transmite la crisis financiera a nuestra economía. El canal real se refiere al valor de nuestras exportaciones. Parece haberse alcanzado un punto de inflexión en la tendencia de los precios de las materias primas, que la propia crisis financiera había impulsado. En el futuro las cotizaciones dependerán del equilibrio de dos fuerzas contrarias. De un lado, el crecimiento estructural de la demanda con centro en las economías asiáticas. Del otro, las tendencias recesivas mundiales, que tienden a deprimir los precios de los commodities. El otro canal es el financiero, con escasa influencia actual porque Argentina no tiene acceso al crédito internacional. Pero si la crisis global se prolonga, los esfuerzos para acceder a ese mercado deberán ser mayores y sus resultados, menores. Hay que evitar que los efectos negativos afecten a los sectores populares.

José Siaba Serrate
ESPECIALISTA EN FINANZAS INTERNACIONALES

1 El paso natural es que la crisis deje de ser únicamente financiera e inmobiliaria en los Estados Unidos para convertirse también en una crisis del sector real internacional. O sea, en un movimiento tectónico que empuje a los Estados Unidos a una recesión lisa y llana, no limitada como ahora a una contracción de los sectores inmobiliario y automotriz, y que, barriendo los vestigios del “desacople” de las economías, arrastre también a Europa y Japón. Todo indica que ese proceso, demorado más de la cuenta, está desplegando sus alas. La brusca reversión del alza de los precios de las materias primas, y su caída pronunciada; el fortalecimiento del dólar y de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos y la fuerte desaceleración que sufren las economías emergentes, más los primeros focos de crisis financieras locales, constituyen el reverso de esa misma moneda. En contrapartida, el mayor daño real debiera tender a aplacar las presiones inflacionarias, facilitando la acción defensiva y de restauración de las políticas monetaria y fiscal al eliminar el actual conflicto de objetivos entre actividad económica, estabilidad financiera y celo en la lucha contra la inflación.

2 El sistema financiero es un sector altamente regulado. Combina bolsones donde la normativa es muy ligera –como en los fondos de cobertura (hedge funds)– y otros donde la densidad puede ser sofocante. Contra los pronósticos, la crisis estalló en la banca de primerísima línea, donde no sólo la regulación abunda sino que su sofisticación es mayor. Ello dejó en descubierto serios problemas de diseño. Desnudó además la importancia del arbitraje de las regulaciones. Ese arbitraje impulsó a los bancos a localizar toneladas de activos riesgosos fuera de sus balances, en perfecto cumplimiento de la letra fría de las normas, aunque en completa oposición a sus propósitos. Pero, sobre todo, la crisis reveló graves falencias de supervisión. “Conozca a su cliente” es un latiguillo de la regulación antilavado de dinero. Si los supervisores la hubieran respetado, la detección temprana de la crisis hipotecaria hubiese sido posible. Como siempre ocurre, las regulaciones van a ser modificadas. Algunos cambios –como dar un tratamiento uniforme a intermediarios financieros que bajo diferentes rótulos realizan una misma actividad– son pasos lógicos que ya están maduros. Es probable que aflore un nuevo régimen cabalmente alistado para evitar que esta crisis se repita. Podremos estar seguros, entonces, de que la próxima crisis será diferente.

3 En rara paradoja, la crisis internacional, hasta mediados de julio, irradió para países como la Argentina una bonanza impensada de la mano del aumento de los precios de las materias primas; que ya eran altos y pasaron a ser elevadísimos. El conflicto con el campo, que se desató en marzo, sin embargo, es el hijo ilegítimo de tales vientos favorables. Las nuevas noticias nos dicen que esos vientos soplan con la misma fuerza que antes, pero mudaron de dirección. Las ganancias extraordinarias –las que motivaron la disputa– han comenzado a menguar de prisa. Siendo la Argentina un país muy competitivo en su producción primaria, la rentabilidad no está aún comprometida. Pero el ingreso nacional se verá afectado, cortando la racha propicia iniciada en 2002. Como muchas manos mojan su pan en este plato, desde los productores hasta el fisco y los consumidores de alimentos, un agravamiento de la crisis, que recortará las raciones, no pasará inadvertido y obligará a redefinir aspectos sensibles de la política económica. Y de la política a secas.

Rolando Astarita
UNQ - UBA

1 Los estímulos fiscales y monetarios que dio el gobierno de Estados Unidos no logran relanzar la economía. Los datos del segundo trimestre fueron buenos, de hecho el PBI anualizado creció un 3,3 por ciento, pero en el tercero está cayendo el consumo y disminuyen las expectativas. Las pérdidas de los bancos alcanzan los 500 mil millones de dólares. A fines de mayo los precios de las viviendas ya habían caído, en términos reales, más de lo que lo habían hecho en 1932, en lo peor de la depresión. Y es probable que todavía no hayan llegado al piso. Todo indicaría que Estados Unidos entra en una fase de crecimiento cercano a cero. Es probable que haya una desvalorización de los capitales similar a la que ocurrió en Japón en los noventa. Además, en la zona del euro están bajando la inversión y el consumo. La situación de España, Portugal y Grecia, con altísimos déficit en cuenta corriente, es muy complicada.

2 En Estados Unidos aumenta la presión a favor de un mayor control de los mercados financieros. Por ejemplo, directivos de la Federal Insurance Corporation o de la Reserva Federal consideran imponer regulaciones en el manejo del riesgo y mayores requerimientos de capital a los bancos de inversión. Se trataría también de bajar el fondeo a muy corto plazo, que impulsa el apalancamiento y genera mucho riesgo de iliquidez cuando sobreviene la crisis. En Europa se discuten propuestas similares. Pero estas medidas no pueden eliminar las burbujas y las crisis, que son inherentes al sistema capitalista. En particular por la lógica de la especulación financiera, de apostar a ciertos activos. A lo que se suma que los inversores copian el comportamiento de algunos grandes, de los que se piensa que no pueden equivocarse. De ahí que muchas veces no se siga la regla de prudencia de diversificar las carteras. Además, constantemente se generan nuevos instrumentos financieros, que son difíciles de seguir. Tampoco es sencillo controlar los activos que los bancos mantienen por fuera de balance. Y la apertura internacional de los mercados multiplica las posibilidades de eludir las regulaciones. Finalmente, y éste es el problema más importante, las regulaciones no pueden impedir las crisis económicas que afectan a los activos “reales”, ligados a la producción y el comercio, en los que se sostiene el negocio financiero. Fannie Mae y Freddie Mac tenían manejos “prudentes”, pero igual tuvieron que ser rescatadas. Es un hecho que, cuando viene el derrumbe, todos los activos pasan a estar correlacionados, porque cuando se seca el crédito y aumenta la iliquidez, desesperadamente hay que vender para afrontar vencimientos y reponer garantías.

3 Discrepo con la idea de que los países subdesarrollados no serán afectados por la crisis. Una recesión en los países desarrollados disminuirá la demanda mundial. Esto afectará los precios de las materias primas, que han sido decisivos para el crecimiento argentino. Además de las consecuencias negativas en los mercados de crédito internacionales: van a subir las tasas y habrá mayores restricciones crediticias.

Benjamín Hopenhayn
ECONOMISTA UBA, GRUPO FENIX

1 La crisis financiera viene impactando en la economía real: producción, empleo y comercio. Los gobiernos y sus bancas centrales enfrentan el dilema de frenar las presiones inflacionarias sin agravar un ajuste recesivo en las mayores economías de Occidente. No se vislumbra la salida del túnel. El mejor escenario es suponer que se trata de un descenso o ajuste cíclico, en una economía mundial que llevaba varios años de crecimiento. La recuperación vendría gradualmente al cabo de uno o dos años, apoyada en políticas monetarias expansivas con bajas tasas de interés y estímulos fiscales de suerte keynesiana. El peor: que los torniquetes y las transfusiones públicas no puedan detener la sangría del mundo financiero internacional y que una extendida insolvencia impacte en forma devastadora sobre la actividad económica real, con serias repercusiones políticas y sociales. Me inclino a pensar que veremos algo intermedio, ni tan cíclico ni tan catastrófico.

2 A raíz de las crisis del sudeste asiático y Rusia y sus efectos trasnacionales, en los noventa se consensuó la necesidad de una nueva arquitectura internacional, que llevó a los Acuerdos de Basilea I y II. La inquietud y el estímulo se perdieron con la relativa tranquilidad de los mercados globales en la década siguiente. Pero ante esta nueva gran crisis financiera en el epicentro del sistema se ha reactivado la necesidad de revisar y hacer más severas las regulaciones en Estados Unidos y en otros centros financieros importantes a nivel internacional. Entre los temas críticos mencionemos los que hacen al multiplicador bancario, a las operaciones extra-balance de los bancos, a la proliferación de instituciones financieras, a los límites del apalancamiento, especialmente de los hedge funds; a la vinculación entre la liberalidad crediticia y las actividades especulativas, a la regulación de las corrientes internacionales de capital y a la reorganización de los mecanismos de supervisión nacionales e internacionales.

3 Prácticamente excluida del crédito internacional privado después de la reestructuración de su deuda, la crisis actual no debería afectar mayormente las limitadas necesidades financieras del Estado argentino de este año y el próximo. Eso en cuanto a los posibles efectos de la crisis por el lado financiero. Sí pueden afectar a la economía nacional los efectos de la crisis financiera sobre el nivel de actividad económica global, que afectarán el comercio internacional. A pesar de la limitada elasticidad-ingreso de la demanda de los productos tradicionales de exportación de la Argentina, los elevados precios de la misma ya vienen bajando aceleradamente. Ello no se debe a una caída de su demanda, sino a un traslado de la masa especulativa que se había pasado de las hipotecas a los commodities. De todos modos, cabe esperar una reducción del valor total de las exportaciones: vía precios por las tradicionales, vía cantidades por las industriales, especialmente las dinámicas automotrices, por caídas en la demanda de los socios principales. Considero que la crisis internacional exige a la Argentina adoptar con urgencia medidas prudenciales para reducir la presión sobre las cuentas externas de las remesas de capitales por distintos conceptos, así como el auge importador de los últimos tiempos.

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