El miércoles a la noche el Senado de los Estados Unidos aprobó el plan de salvataje de 700 mil millones de dólares para rescatar las deudas incobrables de los bancos que especularon con hipotecas de baja calidad. El rechazo previo de la Cámara de Representantes había precipitado las mayores oscilaciones de la historia del índice Dow Jones de Nueva York. Sin embargo, los mercados no lograron recuperar la normalidad ni siquiera con la sanción de ese programa de salvataje

Las modificaciones introducidas al proyecto consisten básicamente en una serie de pautas de contenido social que, según la lectura de las alas más radicalizadas de los legisladores demócratas y republicanos, le imprimieron una mayor legitimidad a la heterodoxa intervención estatal. La comunión de esos dos extremos ideológicos fue considerada por algunos expertos como el espejo político del desconcierto económico y financiero que invade al país más poderoso del mundo.

La nueva versión del plan de rescate incluye un paquete de reducción de impuestos por hasta 100 mil millones de dólares dirigido a la clase media, una serie de medidas para expandir los servicios asegurados para salud mental y hasta ayuda para escuelas rurales. También aumenta desde 100.000 dólares a 250.000 las garantías sobre los depósitos en los bancos e impone limitaciones estrictas al pago de indemnizaciones a los banqueros responsables del crac financiero.

En síntesis, medidas que ayudarán a los congresistas para convencer a sus votantes sobre la “buena idea” de destinar 700.000 millones de dólares de las arcas del Estado en socorro de los bancos y aseguradoras de Wall Street en peligro de quiebra. Además, lo que en principio iba a ser la disposición sin condiciones de ese inmenso monto de dinero por parte del gobierno, mutó en tres tramos de desembolsos: 250.000 millones inmediatamente y otros 100.000 millones si el presidente George W. Bush determina que los necesita. El Congreso puede retener los otros 350.000 millones si no está satisfecho con el desempeño del programa.

El plan de salvataje genera desconfianza en no pocos economistas, que entienden que aún está lejos el piso del fondo del sistema bancario estadounidense. Para respaldar sus proyecciones destacan los números que muestran qué tanto se infló la burbuja inmobiliaria y cuánto se ha contraído desde su estallido. Así, la revista conservadora The Economist estimó que la magnitud del aumento de los precios de los inmuebles en el período 1997-2008 para Estados Unidos, Gran Bretaña e Irlanda se ubicó en el 86, 179 y 210 por ciento, respectivamente. En los últimos doce meses los precios cayeron 17 puntos porcentuales en Estados Unidos, 11 en Gran Bretaña y 9 en Irlanda. Entonces, la evaluación de especialistas es que aún resta un extenso recorrido antes de ver la luz al final del túnel. Entre ellos se encuentra Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, que fue terminante al plantear que “existe cada vez más consenso entre los economistas de que cualquier rescate basado en el plan de Henry Paulson (secretario del Tesoro) no va a funcionar. De ser así, el enorme incremento de la deuda nacional y la conciencia de que ni siquiera 700.000 millones de dólares son suficientes para salvar la economía estadounidense erosionarán la confianza aún más y agravarán su debilidad”. Stiglitz, incluso, apuntó a alcanzar, al menos, el mal menor: “Quizá tengamos que rezar para que un acuerdo elaborado con la misma mezcla tóxica de intereses especiales, una economía equivocada y unas ideologías de derechas que provocó la crisis pueda, de una u otra forma, producir un plan de rescate que funcione, o cuyo fracaso no haga demasiado daño”, concluyó.