LA CAIDA DEL SISTEMA FINANCIERO EN LOS PAISES CENTRALES
› Por Oscar Ugarteche*, desde Mexico DF
La crisis financiera del 2008 tiene elementos de los que hay que sacar lecciones. Hemos aprendido que cuando se trata de una crisis mayor de bolsa de Estados Unidos aunada a problemas en la economía, entonces no hay contagio sino que se le llama “crisis global”. La quiebra de la banca de inversión estadounidense y el arrastre sobre las bolsas de valores es una crisis global. No hay contagio sino algo “malo en general”. Quizá lo que esté “malo en general” es que todas las bolsas se abrieron para permitir inversionistas del exterior y que cuando éstos se retiran de la bolsa de Nueva York, se retiran de todas las bolsas al mismo tiempo. Esto es acentuado por los actores nacionales que siguen la tendencia.
Estamos aprendiendo el uso de la palabra “mundial”. Se habla de una crisis bancaria mundial. Esto es una “crisis bancaria mundial” que requiere del rescate inmediato para evitar el “colapso mundial”. Cuando hoy se habla de crisis mundial la referencia es a una crisis estadounidense que se ha contagiado aquellos países con bancos que han estado más expuestos a derivados crediticios vinculados con las hipotecas y cuyos sistemas bancarios han estado aún más desregulados a la norteamericana.
Cuando el pánico financiero opera, los inversionistas salen de la bolsa de Nueva York, madre de todas las bolsas del mundo, y se retiran de todo el resto de las bolsas presionando sobre los tipos de cambio de todo el mundo. Si los bancos centrales no intervienen se puede producir un alza brusca de los tipos de cambio y generar pánico en el mercado de divisas. Si los bancos centrales intervienen, deben estar dispuestos a perder una porción significativa de las reservas con el objetivo de que el impacto inflacionario de una devaluación no llegue a la economía nacional.
Cuando los inversionistas estadounidenses esencialmente se retiran de los mercados del resto del mundo, venden moneda nacional en el resto del mundo y compran dólares de Estados Unidos para regresar a casa mientras piensan dónde y cómo colocan ese dinero mientras pasa la crisis. Eso da el espejismo de un dólar fuerte por un período. Como es absurdo un dólar fuerte en una crisis financiera que comienza en Estados Unidos, en el siguiente momento los agentes venderán el dólar y comprarán monedas más sólidas, como el yen, el yuan o eventualmente algunas latinoamericanas y por supuesto, oro. El momento cumbre del tsunami cambiario es cuando el dólar aparece fuerte en medio de la crisis. Luego viene el temblor cambiario real del dólar, moneda que tiene el problema económico.
Cuando hay una crisis bancaria en el mundo que no incluye al G-7, son crisis menores. Aprendimos que los bancos transnacionales dejan de serlo cuando hay una crisis y que cuando una sucursal quiebra, quien debe salvarlo es el gobierno del país y no la casa matriz. Es decir, un banco transnacional es la mejor inversión: ganas cuando ganas y cuando pierdes en un país, ellos –el gobierno de ese país– te rescatan. Las ventajas para un país de tener banca transnacional entonces quedó matizada.
Quedó puesto en evidencia primero que el FMI no servía para nada y segundo que con Basilea II los bancos podrían regularse de forma voluntaria, levantar sus requerimientos de capital, moderar sus riesgos, y sobre todo, tener carteras de inversión diversificadas alrededor del mundo para tener estabilidad. Lo que la crisis del 2008 ha mostrado es que bajo ese paraguas, se terminó de desregular la banca en los Estados Unidos permitiéndosele unir a la banca de inversión con la banca comercial y a ésta se le permitió actuar en todos los mercados del mundo con un producto tóxico que son los derivados crediticios. Nadie se refiere a los derivados crediticios hoy por su nombre sino únicamente como “Toxic waste” (desecho tóxico). Quien más lo hace es el hombre que seguramente más promovió dicho mercado, el ex presidente de Goldman Sachs y hoy secretario del Tesoro encargado de rescatar a los bancos, Henry Paulson.
Otra lección es que cuando todos los mercados están interconectados, todos los mercados se caen juntos y los sistemas nacionales que redujeron la irracionalidad del mercado mayor se caen más bruscamente que los otros. Aquellos que mantuvieron a sus sistemas financieros más regulados y mejor capitalizados se resienten por el efecto mucho menos.
La lección final es que la ansiedad por tener ganancias financieras alejadas de la producción y la creencia de que eso podría permanecer de forma estable culmina cuando es evidente que todo tiene un precio en esta vida y que no hay ganancias sin riesgos. En ese momento regresa el Estado a salvar, rescatar y luego regular y nacionalizar y se vuelve a teorías económicas más vinculadas a la producción y la distribución y menos al intercambio. El Consenso de Washington yace en un campo afuera del cementerio religioso, como los suicidas.
* Economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México.
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