Dom 19.10.2008
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EL BAUL DE MANUEL

› Por Manuel Fernández López

Papeles incobrables

En la crisis actual reaparecen rasgos de otras crisis (unos magnifican el proceso, otros lo prolongan en el tiempo o retardan su solución), y que el país ya conoció. Uno de ellos es el otorgamiento de créditos bancarios a deudores de baja solvencia, y la caída en situaciones muy comprometidas para los bancos imprudentes. Si ello no fue espectacular ni demasiado publicitado, sí lo fueron los planes de salvataje de las instituciones financieras mediante erogaciones estatales multimillonarias. Nuestro país tuvo un caso parecido en los tiempos de la Gran Depresión: cuatro grandes bancos y algunos pequeños cayeron en una situación insostenible, y “vivían del redescuento que día a día el Banco de la Nación Argentina les iba otorgando a manera de bolsa de oxígeno”. Las anteriores palabras son de Raúl Prebisch, entonces director de la Oficina de Investigaciones Económicas del Banco de la Nación, y fueron dichas durante las clases de Prebisch en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Y así seguía: “Tenían créditos perdidos, que como la experiencia posterior lo indicó, fueron liquidándose poco a poco. ¿Qué se hace con los cuatro bancos? Había tres alternativas: primero, dejarlos caer; segundo, cerrar los bancos y pagar a los depositantes para evitar un pánico bancario, pero como no había con qué pagar por las pérdidas que había en el sistema bancario hubiera sido necesario que el Estado diese los fondos. Y la tercera alternativa, que se adoptó, consistió en tomar la parte sana de los préstamos de los cuatro bancos y transferirla junto con los depósitos a un nuevo banco absolutamente sólido, y además, cerrar la parte bancaria de esos cuatro bancos y dejarlos como entidades de liquidación de operaciones en algún caso, o como entidades privadas activas, algunas de los cuales están trabajando muy bien en estos momentos y cuyas ganancias amortizarían en algunos años las pérdidas que la transformación les hubiera producido. Así se concibió el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, que se creó con este objeto, al cual se dotó con una parte del producido de la revaluación del oro. El Instituto compró gran parte del activo de los cuatro bancos, y lo pagó en parte con efectivo, con lo cual los bancos pagaron su deuda al Banco de la Nación, mejorando así la situación de éste, y en parte el Instituto les pagó haciéndose cargo de los depósitos de esos bancos”.

Derrumbe de los “commodities”

Así como al rayo sigue el trueno, en esta crisis al estallido siguió el descenso en la cotización internacional de las materias primas: soja, etc. La gravedad de este fenómeno de hoy no es sino una manifestación de que el país ha vuelto en su estructura comercial al esquema agroexportador del pasado. En efecto, el mayor golpe de la crisis de 1929 había sido la caída de los precios agropecuarios en los mercados mundiales. La propia actividad económica, al desvalorizar el peso, compensó hasta cierto punto el descenso de la cotización externa de nuestras exportaciones: los precios de las exportaciones se cotizaban en libras, y su caída en moneda extranjera se compensaba por un tipo de cambio que daba más pesos por cada libra, vale decir, una devaluación de la moneda nacional. Desvalorizar aun más ¿mejoraría los ingresos de los exportadores? Así lo explicó Prebisch en sus clases de la Facultad: “Los precios en el exterior habían bajado mucho y el congestionar el mercado con ventas precipitadas de la producción argentina hubiese provocado una baja mayor, de modo que corríamos el riesgo de que la desvalorización de la moneda, en lugar de permitir mejorar los precios internos, llevara los precios internacionales a puntos más extremos. Para evitarlo se creó la Junta Reguladora de Granos, que tuvo como propósito fijar un precio mínimo en papel en el mercado interno, que era el precio anterior más la desvalorización de la moneda que las medidas que estoy comentando venían a consagrar, y comprar por el Estado a esos precios mínimos todo el cereal e ir vendiéndolo gradualmente en el mercado internacional. Si esas ventas dieran pérdida ya se encontraría, en lo que voy a citar, la forma de compensarlas. Por lo pronto, se toman medidas en los granos para evitar las consecuencias de la desvalorización de la moneda. Como consecuencia de esa medida, todos los precios agrarios experimentaron un alza sensible y mejora la situación de la producción rural. Dije que entre el tipo que se aplicaba a la exportación y el tipo de cambio que se aplicaba a la importación se estableció una diferencia destinada a cubrir las pérdidas de la Junta Reguladora. Cuando la Junta dejó de tener pérdida, esos fondos ingresaron al Tesoro Fiscal y se absorbieron en la corriente de fondos, que después de pasado el momento crítico, volvió al país como desgraciadamente había ocurrido ya en otras épocas”.

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