EL DINAMISMO DEL EMPLEO INDUSTRIAL
La compleja situación laboral en el sector automotor precipitó una corriente de alarma sobre despidos, suspensiones y reducción de horas extra en el resto de la industria.
› Por Paula Español
y German Herrera *
Bajo el clima de inquietud y ansiedad desatado a partir de las noticias de suspensiones en la industria automotriz –clima que está siendo generosamente alimentado por ciertos medios– conviene recapitular para entender en dónde estamos y, particularmente, de dónde venimos en materia de empleo industrial. Lo que está en juego es demasiado importante como para rendirse frente a la confusión y la liviandad del análisis propuesto por el discurso mediático convencional que se apoya indistintamente en datos estadísticos, trascendidos, percepciones o estimaciones de “especialistas” que –las más de las veces– tienen intereses propios en juego a la hora de construir sus pronósticos.
La Argentina sufrió una larguísima etapa de destrucción de empleo industrial que se inició con el golpe del ’76 y que duraría hasta la caída del régimen de convertibilidad. Durante ese período la expulsión de empleo en la industria se dio en forma continua, con un primer ajuste muy significativo (una reducción a una tasa anual de casi el 7 por ciento en un contexto de contracción de la actividad durante el gobierno militar), y con aceleraciones dramáticas durante los epicentros de las crisis económicas (los episodios hiperinflacionarios del bienio 1989-1990 y el más reciente derrumbe de 2002). Pero, como se observa en el cuadro, el empleo en la industria cayó inclusive en períodos donde la actividad presentó tasas que, si bien moderadas, fueron positivas. Esta dinámica de crecimiento con contracción del empleo fue muy visible en la etapa de auge de los ’90: durante 1991-1997 (años expansivos con excepción de 1995) la producción industrial creció a una tasa anual media del 4,5 por ciento, mientras el empleo manufacturero se redujo a una tasa del 2,6 por ciento.
A partir de 2003, la industria no sólo crece a tasas mayores que el PIB en su conjunto, sino que lo hace generando empleo. Después del colapso de 2002, la ocupación fabril “rebota” a tasas interanuales de entre el 6 y el 10 por ciento en una primera etapa (2003-2005) para luego estabilizarse a tasas del orden del 5 por ciento. En promedio, el empleo industrial creció a una tasa interanual del 5,8 por ciento entre 2003 y el primer semestre de 2008. De acuerdo con el Observatorio de Empleo del Ministerio de Trabajo hoy en la industria existen 1,2 millón de trabajadores formalizados, un aumento del 55 por ciento respecto del piso al que se había llegado en 2002.
¿Qué cambió para que la prolongada tendencia expulsora de mano de obra se revirtiera? No hay una respuesta única a este interrogante. La evolución conjunta de la productividad del trabajo, de la tercerización de tareas, de la agregación de valor doméstico dentro del valor de producción total, entre otros factores, se combinan a la hora de explicar el fenómeno. No obstante, como lo hemos señalado en trabajos recientes, desde el CEP entendemos que un elemento clave para comprender la divergencia entre la fase de crecimiento actual y la etapa expansiva de la convertibilidad radica en la diferente composición sectorial del crecimiento industrial. La etapa actual de crecimiento manufacturero no se ha visto limitada exclusivamente a ciertas ramas “tradicionales” del entramado industrial local (alimentos y bebidas, automotriz, minerales no metálicos, industrias metálicas básicas) sino que entre los sectores más dinámicos en la evolución de la producción y el empleo aparecen también algunas ramas de trabajo intensivas, como las confecciones textiles y la producción de muebles, y también parte del entramado metalmecánico intensivo en ingeniería, como la fabricación de maquinaria y equipo, los instrumentos médicos y de precisión y los productos elaborados de metal, sectores, todos ellos, particularmente castigados durante la trayectoria de los ’90. Ciertamente, esta tendencia hacia el cambio intersectorial (y su correlato en el dinamismo del empleo fabril) deberá ser profundizada para poder revertir los efectos de tantos años de una reestructuración regresiva y concentradora en la industria, desafío que se acentúa en el contexto actual. Como indican los datos presentados, el esquema productivo formulado en los últimos años alentó el crecimiento, la diversificación y la generación de empleo en la industria. Se requiere hoy del compromiso y la sensatez del sector empresarial para evitar desandar un camino que tanto costó construir.
* Directora y economista del Centro de Estudios para la Producción (CEP).
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