Domingo, 11 de enero de 2009 | Hoy
EL BAUL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
La Argentina abrazó, a mediados del siglo XIX, un proyecto económico abierto al mundo. ¿Qué impulsó tal desarrollo? ¿Su abundancia de factores productivos, tales como tierra? ¿O procesos externos, tales como las migraciones humanas y las corrientes de capital? Interpretada su inserción en la economía mundial, primero según la teoría ricardiana de la ventaja comparativa, luego según la teoría de Heckscher-Ohlin de las dotaciones relativas de factores, lo cierto es que el comercio internacional argentino a comienzos del siglo XX gozaba de un grado importante de libertad. Las guerras mundiales y la Gran Depresión modificaron aquel panorama, que Raúl Prebisch describió en 1949 como “aquel pretérito esquema de la división internacional del trabajo en que a la América Latina venía a corresponderle, como parte de la periferia del sistema económico mundial, el papel específico de producir alimentos y materias primas para los grandes centros industriales”. Las nuevas corrientes políticas mundiales, la inminente posguerra y el deseo de cambiar el destino del país trajeron el fomento industrial, lo que nos alejó de las transacciones internacionales y cambió antes el contenido de las importaciones que el de las exportaciones. Luego se unificó y liberó el mercado cambiario y se reanudaron los vínculos con los centros financieros internacionales. De pronto apareció la explotación a gran escala del petróleo y la producción automotriz, lo que introdujo otros vínculos con los centros económicos mundiales. El Mercosur nos convirtió en exportadores de autos y petróleo. Otro día, el boom sojero, por el que sacrificamos la producción de cereales y leche. Ultimamente, cambios ecológicos, cambios climáticos, calentamiento global, y otros cambios, como la deforestación del Mato Grosso, su posible limitación del régimen pluvial de nuestra pampa y su eventual desertización, sobre la cual nada puede hacer la Argentina, podrían alterar radicalmente sus condiciones naturales. Hoy se limita fuertemente la exportación agropecuaria. ¿Qué se hará en el futuro? ¿Producir cereales para hacer combustible? En fin, ¿cuál es, hoy, la posición económica internacional de la Argentina, como diría V. L. Phelps? O mejor, ¿a qué posición internacional puede aspirar este país, dados los cambios naturales y políticos que ya han ocurrido o que pueden producirse?
La Academia de Ciencias Sueca ya otorgó el Premio Nobel a economistas que hicieron contribuciones en Economía Internacional, acaso el más notable, a Bertil Ohlin, autor, con Heckscher, de la teoría moderna del comercio internacional. Pero también podrían citarse a Samuelson, por su demostración de la igualación de los precios de los factores productivos, a Leontief, por sus estudios empíricos sobre el contenido de capital y de trabajo del comercio exterior de EE.UU., y a Mundell por sus estudios sobre zonas monetarias óptimas y otros temas de dinámica de economías abiertas. Paul Krugman (nacido en 1953) introdujo un enfoque nuevo, al integrar la geografía económica con la teoría del comercio internacional, y relacionar el precio de las producciones con la escala de su producción. Especialmente en la industria manufacturera, donde los costos fijos suelen ser muy elevados, la actividad económica tiene lugar a costos medios decrecientes, por lo que alcanzar determinada escala es condición necesaria para operar con economicidad. Por ello en determinados casos, la totalidad del mercado nacional no alcanza para que una industria opere económicamente, y necesita acceder a otros mercados, y para ello es necesaria la libertad de comercio. Este caso fundamentó la creación de zonas de librecomercio, como la Alalc antes y el Mercosur actualmente, donde los países miembros pudieran establecer manufacturas, como la producción de vidrio plano o de automóviles, que pudieran alcanzar escalas de producción superiores a las de los mercados locales. Esta condición nos retrotrae a un conocido capítulo de la Riqueza de las Naciones de Adam Smith, titulado “La división del trabajo está limitada por las dimensiones del mercado”. Para Krugman, las economías de escala combinadas con menor costo de transporte explican por qué una proporción creciente de la población mundial vive en ciudades y por qué actividades económicas semejantes se concentran en las mismas localidades. A su vez, la población urbana creciente fomenta la producción en gran escala, salarios reales más altos y una oferta de bienes más diversificada. Esto por su parte, estimula la migración a las ciudades. El desarrollo temporal de estas tendencias llevarían a las regiones a separarse especialmente en centros urbanizados de alta tecnología y periferias de menor grado de desarrollo.
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