La crisis internacional no respeta ni a los símbolos del imperio financiero. El Citigroup se encuentra acorralado por una mala administración de su cartera de activos y sin respaldo. La Reserva Federal buscó desesperadamente evitar que ese gigante bancario corriera la misma suerte que el quebrado Lehman Brothers e inyectó hace no más de dos meses 30.000 millones de dólares en capital y garantizó deuda tóxica de la entidad por otros 300.000 millones. El rescate no alcanzó para sacarlo del pozo y el miércoles de esta semana el tercer mayor banco de Estados Unidos emitió un comunicado en el que admitía su intención de eliminar una tercera parte sus negocios. Y el viernes anunció la división de sus negocios para sobrevivir. El Morgan Stanley podría incluso quedarse con uno de los pocos departamentos rentables que aún tiene el Citi. La intención del holding es reducir su cartera de activos y con ella sus pérdidas. Sin embargo, luego de adelantar casi una semana los resultados, anunció anteayer haber finalizado el 2008 con un rojo de 8290 millones de dólares en el tercer trimestre.

Para algunos se llama “justicia divina”, mientras que para otros es pura “lógica”. Casi todos los bancos que en la última veintena de años se enriquecieron diversificando riesgo y convirtiendo “mágicamente”, con ayuda de las calificadoras de riesgo, activos riesgosos en papeles con la mayor calidad crediticia (los famosos “AAA/Aaa”), enfrentan las consecuencias de una descontrolada especulación y falta de regulación. La Fed intentó comprar un poco de tiempo lanzando salvavidas megamillonarios y dilapidó más de dos billones de dólares sin éxito. Recién ahora se analiza inyectar un billón más con destino al sector real.

En ese reparto el Citi recibió último un paquete de 25.000 millones de dólares a fines de noviembre. Luego el Fondo de Garantía de Depósitos, la Reserva y el Tesoro comunicaron que iban a respaldar unos 306.000 millones de dólares en activos potencialmente “tóxicos” de su balance e inyectó 20.000 millones de dólares adicionales a los anteriores 25 mil.

La administración Bush no podía darse el lujo de dejar caer al Citi como lo hizo con Lehman. El banco todavía en pie tiene activos por dos billones de dólares y operaciones en más de 100 países, incluyendo a la Argentina, por lo que el riesgo de no actuar era un costo que no iba a asumir.

El Citi, definido por Sandy Weill como un “supermercado financiero”, encara ahora el camino hacia la reducción de sus negocios o la desaparición. El plan del actual presidente del grupo, Vikram Pandit, contempla la venta de la tercera parte de sus activos (de dos billones de dólares) que se cotizan hoy a un cuarto de su valor. De hecho, el banco cuenta con un capital de apenas 20.000 millones de dólares –un monto equivalente a la última inyección del Tesoro norteamericano– y anunció el viernes una pérdida en el último trimestre de 8290 millones, el doble de la cifra pronosticada por los analistas.

El Citi es sólo el símbolo de la actual lógica especulativa: su capital representa sólo el 1 por ciento de sus activos. De hecho, se dificulta entender cómo hará el flamante gobierno de Barack Obama para seguir recurriendo a fondos públicos para tapar agujeros privados cuando, previo a que se instrumenten los últimos rescates, el déficit previsto por el Tesoro para este año ronda los dos billones de dólares y la deuda pública, los doce billones.

Por lo pronto, el gigante nacido en Nueva York, el símbolo financiero del imperio americano, se dividirá para tratar de sobrevivir.