MONEDAS > INSTRUMENTO DE CONTINGENCIA FINANCIERA
La Reserva Federal armó acuerdos de intercambio de monedas con las bancas centrales de Europa, Japón, Brasil y México. China hizo lo mismo con varios países asiáticos y también con la Argentina.
› Por Leonardo Perichinsky *
La crisis financiera internacional generó una proliferación de acuerdos bilaterales de intercambio recíproco de monedas. Los más importantes son los que instrumentó la Reserva Federal con el Banco Central Europeo y con las autoridades monetarias de Inglaterra, Suiza, Japón y, posteriormente, Brasil y México. China también generó compromisos de este tipo con varios países asiáticos –Malasia, Indonesia, Corea del Sur y Hong Kong–, con Bielorrusia y, recientemente, con la Argentina. Por su parte, el año pasado, la Argentina y Brasil firmaron un convenio para usar sus respectivas monedas en su comercio bilateral. Y ahora se habla de implementar el uso de las monedas domésticas para el comercio entre los países miembros de la Aladi, mecanismo que ya está vigente y en uso desde 1982.
En los años ‘60, Estados Unidos promovió estos acuerdos para evitar la necesidad de vender oro para acceder a otra divisa y proveer al mismo tiempo cierta estabilidad a los mercados cambiarios. El primero lo firmó la FED con el Banco de Francia en 1962. Luego de la caída de Bretton Woods –y en un contexto de turbulencia cambiaria– los bancos centrales convinieron en impulsar estos mecanismos, a los que se les dio forma en Basilea, en 1973. A su vez, México y Estados Unidos –a partir de un viejo acuerdo de 1967– han aplicado también esta herramienta de manera sostenida fundamentalmente durante la crisis de la deuda mexicana de 1982.
En el contexto de la actual crisis financiera, los swaps más impactantes fueron los que instrumentó Estados Unidos con las principales bancas centrales europeas y Japón: al cierre de 2008, Estado Unidos les había entregado un monto cercano a los 600 mil millones de dólares. El motivo fue frenar la apreciación del dólar contra el euro y el yen, producto de la impresionante repatriación de capital financiero que realizaron los residentes norteamericanos desde el primer trimestre de 2008. Según los datos del cierre de ese año de la Balanza de Pagos de Estados Unidos, durante los últimos nueve meses, los norteamericanos vendieron activos financieros en el resto del mundo por más de 900 mil millones de dólares, para llevarlos de regreso a su país. Este ingreso más que compensó el freno, primero, y la salida, después, de capitales financieros externos en la economía norteamericana. El dólar pasó de 1,57 dólares por euro en abril de 2008 a 1,27 en noviembre pasado. Este último valor terminó siendo un techo para la apreciación del dólar, gracias a los dólares que la FED proveyó a Europa y Japón, a través de los swaps.
Las motivaciones parecen diferentes para China, a la que posiblemente la fuerte interconexión comercial y financiera con los Estados Unidos le genere más inquietud que certezas. En este sentido, los acuerdos de China apuntan por un lado a promover el yuan como moneda de referencia, y por otro, a reducir el nivel de exposición de sus reservas internacionales, con fuerte presencia de activos denominados en dólares. Por esta razón, a la vez que amplía acuerdos de intercambio recíproco a nuevos horizontes, China reduce sensiblemente la presencia de dólares en sus reservas. Los activos financieros denominados en dólares en las reservas internacionales de China se redujeron del 84 por ciento en 2003 a 64 por ciento a fines de 2008. A su vez, al interior de sus tenencias en dólares, aumentó considerablemente su posicionamiento en activos de muy corto plazo. Desde el primer trimestre de 2008 China sólo compra letras del Tesoro norteamericano a tres meses.
De todos modos, todavía las diferencias entre el dólar y el yuan son siderales. Mientras los acuerdos de la FED superan los 600 mil millones de dólares, los swaps de China suman 90 mil millones de dólares. Si bien la Argentina y los demás países de la región deben estar atentos a los vertiginosos cambios que se están dando en estos meses en los flujos financieros internacionales, sus motivaciones también deberían ser diferentes. América latina es un “área dólar” y tanto los flujos comerciales como las tenencias de reservas internacionales pueden sufrir una volatilidad innecesaria. Básicamente, y de acuerdo a cómo lo utilizan los países de la Aladi, el mecanismo implica evitar el dólar en el intercambio comercial. El importador argentino compra con pesos y el exportador recibe su moneda doméstica, a través del Banco Central. Luego los bancos centrales concilian los saldos con dólares. En los últimos años esta herramienta fue muy poco utilizada. Durante la presente década, la relación entre operaciones canalizadas por este mecanismo sobre el comercio total de la región siempre estuvo por debajo del 10 por ciento. En rigor, este instrumento debería implicar que ni los exportadores ni los importadores accedan a la moneda extranjera: ni del país o la región con la que se acordó, ni a la tercera moneda que se usaba para el comercio. Este esquema minimizaría las posibilidades de especulación cambiaria por parte de las empresas que comercian con el exterior. Un país como la Argentina debería promover fervientemente este tipo de acuerdos, para que sea precisamente el Estado el que administre definitivamente un precio tan sensible de la economía como es el tipo de cambio.
* Economista del Ciepyc (Universidad Nacional de La Plata).
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