Dom 14.06.2009
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REPORTAJE > MARIO RAPOPORT. ESTADOS UNIDOS Y EL PRIMER GOBIERNO PERONISTA

Relaciones tumultuosas

La nueva obra de Mario Rapoport resulta una extraordinaria investigación sobre el vínculo de la potencia económica con la Argentina de la primera mitad del siglo pasado. Lecciones para el actual momento político.

› Por Natalia Aruguete

“Los hechos del presente suelen repetir aspectos del pasado”, explicó el investigador Mario Rapoport. Por ese motivo resulta importante revisar la historia del país, donde las relaciones de la dirigencia local con los gobiernos de Estados Unidos han sido un capítulo fundamental. Esa tarea la asumió Rapoport, director del Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales del Conicet-UBA. En diálogo con Cash, Rapoport destacó los aspectos centrales de las “relaciones tumultuosas” entre Estados Unidos y el primer peronismo.

¿Cuáles eran los intereses de Estados Unidos en América latina a comienzos de la década de 1940?

–En aquel momento, asumió Roosevelt el gobierno de Estados Unidos con intereses distintos a los de los republicanos: abandonó el proteccionismo y abrió el mercado a los productos extranjeros, para –a su vez– poder vender los norteamericanos. Esto no funcionó bien para Argentina.

¿Por qué? ¿Qué particularidad presentaba la Argentina en ese entonces?

–Estaba el viejo problema de la no complementariedad entre ambas economías, acentuado porque Argentina tenía otros mercados, como el británico. El triángulo anglo-argentino-norteamericano, que funcionó en los años ‘20, se rompió una década después. Con la crisis mundial, Gran Bretaña cambió su política y volvió al sistema de preferencias imperiales, al que también adhirió Argentina con el Pacto Roca-Runciman. Esto generó una profunda irritación en Estados Unidos, donde, además, había distintas líneas de acción con respecto a América latina y Argentina.

¿Cuáles?

–En Estados Unidos hubo una profunda crisis agraria en la década del ’30. Cordell Hull, senador de un estado agrícola del Sur de Estados Unidos, y Henry Wallace, secretario de Agricultura y luego vicepresidente, representaban esos intereses, fuertemente enfrentados a la vieja oligarquía argentina, que a su vez era resistente a las políticas norteamericanas en el continente.

Y tenían una postura pro-británica.

–Sí, pero por sus intereses materiales. Esto explica que en la década del ’30 hubiera constantes enfrentamientos entre Argentina y Estados Unidos, en las conferencias panamericanas, en torno al proteccionismo y otros temas relativos a las pretensiones norteamericanas en la región.

Al comienzo del golpe de 1943, Estados Unidos respetaba a la nueva dirigencia argentina. ¿Qué sucedió frente a la posición neutralista y el proyecto autonomizador que impulsaba el Grupo de Oficiales Unidos?

–Estados Unidos estaba muy enfrentado con la oligarquía que había mantenido la política de neutralidad en la guerra. Con el golpe, surgió la esperanza de que eso cambiara, pero los militares eran nacionalistas y tampoco estaban decididos a romper la neutralidad. Y las presiones se acentuaron. Finalmente, en enero de 1944 decidió romper la neutralidad.

¿Por qué tomó esa decisión, sólo por las presiones de Estados Unidos?

–Por esas presiones, pero además por la presión de sectores argentinos que se habían vuelto pro-aliados y trataban de hacer caer el golpe militar.

¿A quién le convenía la política de neutralidad en la dirigencia argentina?

–A los sectores pro-británicos les permitía mantener el comercio con Gran Bretaña sin la posible amenaza de ataques alemanes y al gobierno militar, que tenía un proyecto nacionalista, le permitía garantizar la posibilidad de que no hubiera problemas con las inversiones en Argentina. Además, se pretendía evitar la posible competencia de Estados Unidos en la postguerra. Gran Bretaña favorecía la neutralidad argentina. Hasta que los sectores conservadores empezaron a plantear la necesidad de reconocer a Estados Unidos como centro hegemónico –especialmente Federico Pinedo–, que fueron pro-aliadas a comienzos de la 2ª Guerra Mundial. A ellos se unió la izquierda argentina, a partir de la entrada de la URSS en la guerra.

Usted había mencionado que había corrientes distintas en Estados Unidos respecto de la política hacia nuestro país.

–Sí, los duros y los blandos. No-sotros matizamos esa definición. Hay un sector importante, que aplica políticas duras hacia Argentina, como el viejo bloque agrícola, también la Secretaría del Tesoro y la prensa liberal. Pero cuando el gobierno militar rompió relaciones con el Eje, paradójicamente la política de ese país se endureció más y aplicaron sanciones más duras, produciendo el aislamiento diplomático de Argentina. Pero hay otro sector de intereses importantes, canalizados en la figura de Nelson Rockefeller, director de la Oficina de Asuntos Latinoamericanos, que tenía una política contraria a la de las sanciones que aplicaba el Departamento de Estado.

En este contexto, ¿qué rol jugó la figura del embajador norteamericano en Argentina, Spruille Braden?

–Braden es un viejo conocedor de Argentina y había estado aquí antes de que lo nombraran como embajador. Tenía un enfrentamiento con Rockefeller, ya que era muy cercano a Cordell Hull, de la línea internacionalista. Mantenía la idea de la “Gran Alianza” después de la guerra. Con la llegada de Truman al gobierno norteamericano, asumió James Birnes como secretario de Estado, más vinculado a Hull. Cuando Braden llegó a la Argentina ya estaba instalado Birnes. Eso hizo que el embajador pudiera imponer una línea de alianzas diferente con los sectores opositores al gobierno militar, tanto de derecha como de izquierda. Braden logró, por primera vez, que la oligarquía estuviera dispuesta a establecer lazos más afines con Estados Unidos, a través de la Unión Democrática. En cambio, Rockefeller entendía que el enemigo principal era la URSS y quería hacer entrar a la Argentina en Naciones Unidas.

¿Tuvo éxito la estrategia de Braden?

–En realidad, al ser nombrado como secretario de Asuntos Latinoamericanos, Braden no fue “ascendido”, sino que fue corrido de la Argentina porque estaba molestando otros intereses de la política norteamericana. Incluso, es resistido en su nombramiento por el Senado de Estados Unidos.

¿Cómo influyó en la política local la actitud de Estados Unidos en el marco del Plan Marshall?

–Después de terminada la guerra se levantaron las sanciones a Argentina, que desarrolló su comercio con Estados Unidos en forma importante: en 1947/1948 se registraron los volúmenes más altos de comercio de la historia argentina con ese país. El problema surgió porque nuestro país no tenía grandes reservas. Cuando se proclamó el Plan Marshall existía la posibilidad de financiar ventas argentinas a Europa con el Plan. Esa situación cambió en el curso de su implementación. Argentina es el país más perjudicado por quedar fuera del Plan Marshall, porque tenía mercados muy importantes en Europa. La política de Estados Unidos en ese momento fue en contra de los intereses de Argentina, buscando limitar los procesos de industrialización. Porque Norteamérica miraba la Argentina como posible competidor de productos industriales, sólo aceptaba una industrialización subordinada a sus intereses. Por eso, Perón luego escribía: “Así paga el diablo”

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