ENTREVISTA A HA-JOON CHANG
El economista coreano Ha-Joon Chang, investigador de la Universidad de Cambridge, que arribará al país en pocas semanas, cuestiona el discurso dominante que sostiene los beneficios del libre comercio y la globalización tan difundidos por la OMC, el Banco Mundial, el FMI y los países centrales. Destaca la relevancia de las políticas activas del Estado, principalmente las industriales, y sus instituciones en el desarrollo económico. Y arremete contra los mitos más difundidos del discurso neoliberal.
› Por Tomás Lukin
“Los países centrales tienen el hábito de recomendar las políticas de liberalización del mercado y el comercio que fueron inútiles cuando ellos se estaban desarrollando”, sostiene Ha-Joon Chang. El economista especializado en desarrollo dialogó telefónicamente con Cash desde su casa en Cambridge, Inglaterra, y enfatizó la necesidad de tener una política nacional de desarrollo que proteja y estimule a determinados sectores productivos. El especialista heterodoxo de origen surcoreano se opone a las políticas de liberalización de la economía y advierte que los países desarrollados le dieron una patada a la escalera y reclaman a las economías periféricas que “hagan lo que ellos dicen pero no lo que hacen o hicieron”. Para Chang, una política de tipo de cambio competitivo es insuficiente para desarrollarse.
–Depende de cada país, de sus características. Si se ve la historia, desde el siglo XVIII en Inglaterra hasta los casos exitosos de las economías en desarrollo de Corea y Taiwán, todos usaron los mismos principios de protección industrial de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, para desarrollarse. Básicamente, consiste en la protección industrial. Los gobiernos de los países en desarrollo deben proteger y nutrir las industrias jóvenes para que puedan incrementar su productividad y eventualmente competir en el mercado mundial.
–Los países ricos les imponen a los que están en la periferia el deber de desarrollarse a través del libre mercado, siguiendo supuestamente su camino, pero si se mira la historia es totalmente diferente. Hoy los gobiernos de los países ricos están interviniendo a diestra y siniestra en la economía y esto es totalmente opuesto a las políticas que recomendaban a los países en desarrollo. Las economías centrales tienen el hábito de recomendar las políticas de liberalización del mercado y el comercio que fueron inútiles cuando ellos se estaban desarrollando. Las políticas de libre mercado reducen el crecimiento económico y reinstauran la inestabilidad.
–Se puede vivir en el mismo país pero no compartir los mismos intereses. Si Argentina quiere desarrollar la industria manufacturera tiene que cobrarle impuestos al sector agropecuario, y a los agentes de esa actividad no les gusta. Los terratenientes son como Thomas Jefferson, primer secretario de Estado y tercer presidente de Estados Unidos, que se oponía fervientemente al programa de desarrollo de una joven industria de Hamilton. El razonamiento de Jefferson es simple, para qué necesitas una industria cuando puedes exportar los productos primarios y comprar en Europa el resto de los bienes que son mejores y más baratos, a diferencia de la ineficiente manufactura yanqui. En algunos casos la reacción es ideológica, apenas ven algún tipo de intervención estatal que no les gusta, se ponen histéricos.
–En el corto plazo hay que mantener un tipo de cambio competitivo que permita mejorar el saldo comercial. Pero en el largo plazo no se puede resolver todo con el tipo de cambio. Sólo es posible mejorar la calidad de vida incrementando la capacidad productiva. Muchos países en desarrollo devalúan sus monedas una y otra vez, pero eso no los hace competitivos.
–Devalúan y el tipo de cambio permanece competitivo por un tiempo, pero las ventajas que surgen de una tasa competitiva tienen vida corta y son erosionadas por el mismo superávit comercial que generan. Es necesario mejorar constantemente la estructura de exportaciones para evitar el deterioro. Los trabajadores de automotrices alemanes ganan 30 dólares la hora y el producto alemán es competitivo. Probablemente en Tailandia los trabajadores ganen 5 dólares por hora, pero eso no los hace competitivos, porque la gente quiere autos alemanes. Las monedas altamente devaluadas revelan las debilidades de las estructuras productivas de los países. En el corto plazo estoy de acuerdo en que el tipo de cambio sea competitivo porque permite evitar los problemas de balanza de pagos y las crisis financieras, pero lo que va a determinar el desarrollo o no es lo que se haga con la industria.
–Depende. Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, Dinamarca prosperó sobre la base de las exportaciones agropecuarias. No es imposible, pero hay que tener en cuenta que Dinamarca es un país pequeño con 5 millones de habitantes que en ese momento podía exportar a mercados muy ricos y muy cercanos, como Alemania e Inglaterra. No es lo mismo exportar soja para la población urbana china. A diferencia del caso danés, hoy los argentinos son demasiados como para sostener una mejora en la calidad de vida a través de las exportaciones de soja, trigo y carne.
–La estructura de exportaciones argentina permaneció estancada, se siguen exportando las mismas cosas, productos primarios. A diferencia de Argentina, Corea del Sur mejoró y modernizó continuamente su estructura exportadora. Hay que mejorar los productos agropecuarios y diversificarse hacia las exportaciones de manufacturas industriales. Incluso en las exportaciones agropecuarias que pueden mejorar. Argentina tiene mejor vino que Chile, pero en Inglaterra recién se está empezando a conocer. Los chilenos han sido mucho más efectivos en el marketing y poniendo etiquetas muy lindas.
–Ese es el punto. Tomemos el caso de Nokia. La empresa finlandesa comenzó como un conglomerado maderero y en 1960 decidió abrir una división electrónica que dio ganancias por primera vez en 1977. Fueron necesarios 17 años para que diera beneficios. Las pérdidas se compensaban con los ingresos de otras empresas del grupo. Algo similar sucedió en Japón, donde la industria automotriz necesitó entre 30 y 40 años de proteccionismo y subsidios para volverse competitiva. En estos procesos fue fundamental el rol del Estado y las regulaciones para asegurar el éxito de esos sectores.
–Algunos piensan que los coreanos y japoneses se desarrollaron porque tienen una cultura adecuada, trabajan duro y ahorran mucho. Mientras que países como Argentina no tuvieron éxito porque les gusta bailar tango, tomar mate y son vagos. Eso es totalmente mentira. A los coreanos nos encanta gastar. Mucho de lo que se piensa de las culturas de los países es el resultado de las políticas económicas.
–Hacia fines de los ‘80 y comienzos de los ‘90 el ahorro de las familias en relación al PIB en Corea del Sur era del 20 por ciento. Hoy el ahorro en Corea ronda el 1 por ciento del PIB, entre los más bajos del mundo. De acuerdo al estereotipo racial, los países latinoamericanos deberían tener ahorros más bajos. Pero no es así. En Brasil el ahorro privado es del 7 por ciento. Las raíces del desarrollo son políticas, pero esto no quiere decir que los elementos culturales sean irrelevantes. Cada país tiene su historia. Estas “explicaciones culturales” sobre el desarrollo económico son una justificación ex-post de lo que ya sucedió.
–Es el resultado de las políticas económicas. Después de la crisis de 1997, los bancos dejaron de prestar a la producción y pasaron a prestar al consumo, donde hacen más dinero. En ese sentido, los bancos de desarrollo son fundamentales. Los bancos comerciales no prestan para el largo plazo. No hay créditos a largo plazo. Son necesarias instituciones como el Bndes en Brasil o los bancos de desarrollo en Corea del Sur y Japón, que prestan a largo plazo para financiar el desarrollo.
–Algunos quieren abolirlos, yo no. Si se eliminan las instituciones multilaterales sin importar cuán imperfectas sean, todo se reduciría a negociaciones bilaterales. Donde los Estados Unidos torcerían los brazos de Argentina, Guatemala o Taiwán e impondrían políticas aun peores. Nos quejamos del FMI, pero si se ven los tratados de libre comercio que Estados Unidos tiene con los países en desarrollo, son mucho peores. Hay que reformar esas instituciones. La estructura de toma de decisiones está armada de acuerdo a la distribución de poder económico de 1944, con muy pocas modificaciones marginales. Hay que destruir el poder de veto de Estados Unidos y otorgar más representatividad a los países en desarrollo. Además, las condiciones para acceder a los préstamos son demasiado intrusivas. Imponen el mismo grupo de políticas para todos los países. El mismo talle les entra a todos; esto debe cambiar.
”Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás.”
Friedrich List, economista alemán del siglo XIX
A partir de una perspectiva histórica, enfoque poco común en la disciplina para las corrientes económicas dominantes, Ha-Joon Chang se ha encargado de desmitificar los beneficios del libre comercio y la globalización tan difundidos por la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los países centrales. “Durante un siglo, hasta la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue el país más proteccionista en el mundo. En doscientos años de historia, Estados Unidos practicó el libre comercio solamente durante 50 años”, explica Chang. El joven investigador de la Universidad de Cambridge, nacido en Corea del Sur en 1963, tiene su propia versión de la famosa frase del escritor estadounidense Gore Vidal: “El sistema económico norteamericano es socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres”. Para Chang las políticas macroeconómicas internacionales se han comportado de la misma forma: “Monetarismo para los pobres y keynesianismo para los ricos”, las herramientas aplicadas por los países desarrollados (emisión monetaria y expansión del gasto público) no deberían ser utilizadas por los países periféricos.
Sus trabajos sobre las economías asiáticas se dedicaron a fortalecer la noción sobre la relevancia de las políticas activas del Estado, principalmente las industriales, y sus instituciones en el desarrollo económico. En 2005, el profesor Chang fue distinguido con el premio Leontief, otorgado a algunos de los economistas más destacados de la heterodoxia. En su último libro, accesible y entretenido para no economistas (Malos Samaritanos: naciones ricas, políticas pobres y la amenaza para el mundo en desarrollo) vuelve a arremeter contra los mitos más difundidos del discurso neoliberal. La publicación se tradujo al español hace poco para el mercado europeo y “algunos de sus amigos argentinos” están negociando para imprimir una edición local. Durante la entrevista con Cash el economista comentó que entre la crisis financiera internacional y la presentación de su último libro no ha parado de viajar por el mundo en los últimos meses. El próximo 8 de julio estará en la Argentina para cerrar el primer congreso de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA) y volverá en agosto convocado por Pro Tejer.
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