Dom 19.07.2009
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AGRO > PEQUEñOS Y MEDIANOS PRODUCTORES AGRíCOLAS

Teoría, política y actores

El pequeño productor agrario tradicional suele desconfiar del Estado, entre otras razones por un individualismo secular, pero eso no le impide, al mismo tiempo, reclamar por el accionar y la asistencia del Estado.

› Por Claudio Scaletta

La problemática de los pequeños y medianos productores agrícolas reconoce abordajes multidimensionales. Parece demasiado obvio decirlo, pero la formulación tiene una finalidad. El primer abordaje es el de la teoría y lleva, a grandes rasgos, al análisis de los subsistemas o circuitos regionales, la dinámica de las relaciones que ocurren en su interior y sus relaciones con los mercados, locales y globales. El segundo es el abordaje desde la política que, también a grandes rasgos, intenta resolver el qué hacer para mejorar el funcionamiento y desarrollo de los circuitos y las condiciones de vida de sus actores. Ambas perspectivas chocan luego con la realidad de los actores realmente existentes: el pequeño productor agrario tradicional suele desconfiar del Estado y de los hacedores de política, entre otras razones por un individualismo secular, muy estudiado por la teoría, sumado, quizás, a las malas experiencias en su interacción con “la política”. Esta desconfianza no le impide, al mismo tiempo, reclamar por el accionar y la asistencia del Estado, la que recibe gozoso si llega bajo la forma de subsidios.

Estas tres dimensiones (teoría, política y actores realmente existentes) se presentan inevitablemente en la mente de quien se acerca a los trabajos del agrónomo brasileño Polan Lacki (http://www.polanlacki.com.br/), en particular si, por las razones que fuera, se tiene relación cotidiana con los tres factores citados.

Es probable que los trabajos de Lacki sean considerados voluntaristas por los científicos sociales o leídos con displicencia por los hacedores de política. Sucede que la propuesta inicial parece excesivamente simple: Lacki saca el centro de la acción de la teoría y de la política para llevarlo a los propios actores. No dice que teoría y política no importan, pues ambos tienen un rol muy importante que jugar, sino que es posible empezar con lo que se tiene al alcance de la mano. En forma directa: es verdad que el imperialismo, el neoliberalismo, los programas del FMI, el proteccionismo y los subsidios de los países centrales tienen mucho que ver con la pobreza rural en los países latinoamericanos, pero también es cierto que se trata de problemas que, en su cotidianidad, el pequeño agricultor no está en condiciones de resolver, lo que indica que se debe empezar por otro lado. Lacki no niega los “enemigos externos”, sino que invita a mirar los “internos”.

Sus trabajos realizan una crítica feroz a los gobiernos “populistas”, pero no se trata de la típica crítica de derecha, sino de poner la mira sobre el rol histórico que los subsidios cumplieron en el agro latinoamericano, los que antes que resolver los problemas de exclusión y equidad contribuyeron a la perpetuación de las condiciones de pobreza rural y dieron lugar a estructuras burocráticas y clientelares.

El camino, entonces, no es apuntar a lo que no se está inicialmente en condiciones de transformar, sino en proveer soluciones prácticas, asequibles, bajo un contexto “de mercado”. En líneas generales, la pobreza rural está fuertemente relacionada con problemas elementales de “gestión empresaria”. La superación de la exclusión rural no se relaciona necesariamente con el acceso a tecnologías costosas o a capital barato, sino con cuestiones mucho más elementales, como el aprovechamiento más eficiente de los recursos disponibles (mano de obra familiar, implementos de labranza, transferencia de conocimiento), el actuar cooperativamente en la compra de insumos y en la comercialización de la producción (bajar costos de producción y obtener mejores precios), en diversificar la oferta para contar con productos a lo largo del año evitando, de paso, la ociosidad estacional de recursos productivos, y en agregar valor a la producción primaria, entre otros puntos. Desde esta perspectiva la falta de ejercicio y espíritu asociativo pueden ser un factor más limitante que las políticas del FMI.

Si bien estas soluciones parecen de sentido común, entrañan un fuerte cambio cultural en las tres dimensiones inicialmente descriptas y, en particular, suponen poner el eje en las potencialidades de los propios sujetos del cambio (los pequeños productores rurales), lo que a la vez supone dejar de lado el paternalismo y el clientelismo.

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