EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
El eminente estadígrafo argentino Carlos Eugenio Dieulefait declaró que el matemático-actuario-economista italiano Hugo Broggi había introducido la estadística matemática en la Argentina. Broggi vino a este país para enseñar matemáticas en la Universidad de La Plata, que en 1910 estaba en vías de una amplia reorganización. En aquellos días también la UBA intentaba crear un Instituto de Altos Estudios Comerciales, proyecto que, impulsado en el Congreso de la Nación por José Arce, convirtió el IAEC en la Facultad de Ciencias Económicas en 1913. Broggi fue designado titular de Estadística y, como su adjunto, el ingeniero Alejandro E. Bunge. Este había estudiado ingeniería eléctrica en Alemania y era el encargado de las estadísticas laborales del país. El Censo de 1914 le permitió disponer de los datos básicos para medir el ingreso nacional: es sabido que, si se cuenta con datos básicos fidedignos, la medición del ingreso nacional puede hacerlo una máquina. Bunge cumplió esa hazaña en 1917, y al año siguiente cumplió otra: construir por primera vez el índice de precios al consumidor en la ciudad de Buenos Aires. El decano Eleodoro Lobos, en la apertura de cursos, elogió la medición de Bunge y le solicitó que continuara haciéndolo y que ampliara la cobertura del índice en un seminario sobre Costo de la Vida con la participación de estudiantes avanzados. En el segundo año del seminario ingresó a él el joven Raúl Prebisch, quien colaboró francamente con Bunge y a quien Bunge apoyó en varios momentos: para su designación como jefe de trabajos prácticos en la facultad, su designación en la Oficina de Estadística de la Sociedad Rural, su elección como becario en Oceanía –misión para la cual Bunge encargó a Prebisch observar la compilación de estadísticas en Australia– y la designación de Prebisch al frente de la Oficina de Investigaciones Económicas del Banco de la Nación. Bunge fue el director de la Dirección Nacional de Estadísticas y Censos en la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen y en el comienzo de la de Marcelo T. de Alvear, hasta 1924, cuando renunció después del rechazo por el Congreso del plan de industrialización de Bunge, presentado por el ministro Rafael Herrera Vegas ante el Parlamento. Fue sucedido por su ex alumno Raúl Prebisch, designado vicedirector de Estadística y Censos. Gran nivel y colaboración UBA-Indec: cosas de ayer.
Pongo Canal 7 y escucho: “Te cortaron la luz. Lo primero que encontrás para ponerte es la camisa vieja; arrugada, porque no hay plancha. La leche se venció, el café se enfrió y las tostadas se quemaron. Teléfono: el finde viene tu suegra (bla, bla, bla,...). ¡Uf, lindo día para ganarse otra vida! ¿Y si probás con el Loto? Lotería Nacional: logramos que los números hagan mucho por la gente”. Yo me siento retratado en el mensaje, pero ¿será real la solución que propone? Quiero averiguar más, y el mismo canal me indica varias alternativas: el jueves, quiniela poceada; el viernes, Loto 5; el sábado, la Grande de la Nacional; el domingo: el Loto mayor. Cada sorteo ocupa unos quince minutos en la pantalla. Al parecer, no se menciona el Prode por no haber fútbol. En la búsqueda, vuelve a aparecer el anterior mensaje, ahora en versión femenina: “Se cortó el agua. Tu cabeza, llena de shampoo. Saliste tarde. Se pinchó la goma y tenés todos los teléfonos, menos el del auxilio. El cero, sin señal, y no pasa un taxi. Hace mil grados a la sombra. Vos con medias, botas, camiseta de lana, pantalones de corderoy. ¡Uff! ¡Lindo día para ganarse otra vida! ¿No? Mañana sortea la quiniela poceada. ¿Y si probás? Lotería Nacional: logramos que los números hagan mucho por la gente. Es miércoles: sortea el Loto. No hay ganadores para el premio grande. Un simpático animador rápidamente restablece la esperanza y dice que el premio se suma al pozo del domingo, que alcanza a tres palitos, ¡y todo por sólo 4 pesos! Y remata con: “Usted, ¿se lo va a perder?”. Ya estoy casi convencido, ¡milagros de la propaganda! ¿Qué hago? Mi ángel travieso me incita a jugar: el premio es grande y el costo de la apuesta es bajo. Mi otro ángel me frena: la probabilidad de ganar es casi cero. En otro orden: la transmisión del fútbol por Canal 7, ¿a cuántos no apostadores convertirá en apostadores? El archivo del canal registra que con las nuevas doce repetidoras en todo el país, la teleaudiencia se eleva a 27 millones de espectadores. ¿Qué porcentaje de 27.000.000 buscará ganarse otra vida con los juegos de azar que le ofrece la Lotería Nacional? Por último, ¿qué espacios de la programación deberán suprimirse para dar lugar a las dos horas de cada transmisión de fútbol? Si me preguntan a mí, la respuesta está contenida en esta frase: jugar compulsivamente es perjudicial para la salud. Y en ésta: el Estado no debe fomentar adicciones nocivas.
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