DEBATE SOBRE “ESPECIALIZACION” Y LAS “VENTAJAS COMPARATIVAS”
› Por Silvia Lilian Ferro *
OPINION
El dogma neoclásico en el plano macroeconómico respecto de la “especialización” devenida de las “ventajas comparativas” que poseerían determinados países, en virtud de la existencia de abundantes “recursos naturales” en sus territorios, es cuanto menos obsoleto académicamente. Conceptos como los señalados no aluden a las inmejorables condiciones ambientales del Sur Global y especialmente de Sudamérica Templada: reservas de agua dulce y suelos ricos, sino a que tales abundancias existan dentro de Estados con escuálidas políticas públicas de cuidado de los recursos ambientales, sin redistribución de la riqueza usualmente concentrada en el sector agroexportador de commodities, que no puedan combatir apropiadamente la evasión fiscal en el sistema productivo agrario, que no puedan garantizar el cumplimiento de las leyes laborales más elementales, que no les interese promover la equidad en el desarrollo humano en el medio rural. En suma, que se entrometan poco en las desigualdades estructurales crecientes de los sistemas productivos agroexportadores. A esto se refieren quienes hablan de “ventajas comparativas”.
Estas categorías superadas hace décadas sorprendentemente siguen siendo utilizadas en muchos estudios agroeconómicos de Argentina y también son esgrimidas públicamente –aunque menos ingenuamente– por los sectores beneficiados localmente de este estado de cosas. Las políticas proteccionistas de la producción agraria y las fuertes regulaciones que la Unión Europea y el bloque conformado por Estados Unidos y Canadá imponen a su agricultura no son más que una reestructuración agraria mundial inequitativa. Y ponen en cuestión hasta qué punto el comercio mundial de alimentos y energía es un ámbito de pura racionalidad a la manera neoclásica y si los países del Norte y del Sur Global realmente pactan entre “iguales”.
La metáfora beckeriana de la “especialización” diferencial del Sur Global en base a sus “ventajas comparativas” por dotación de abundantes recursos naturales en contraste con el Norte Global industrializado en base a innovación tecnológica es una contradicción en sí misma. El valor agregado y la innovación tecnológica no crecen desde el suelo sino desde las aulas y los laboratorios, así como Silicon Valley no es una formación geológica y en palabras del economista coreano Ha Joon Chang “no hay razón natural para que Japón construya autos”.
En definitiva, la única especialización productiva que otorga ventajas comparativas sostenibles a un modelo económico nacional o de bloque regional es la progresiva calificación de los trabajadores y la inversión pública en I+D. En este sentido calificación no implica utilizar el concepto perverso de “capital humano” al que voces de la Economía Crítica impugnan desde hace ya más de una década porque implica poner la creatividad y energía humanas al servicio de las mercancías cuando éstas deberían ser insumos para el desarrollo humano. Por analogía reducir la función social de los llamados “recursos naturales” a transformarse en botín de un esquema agroexportador mercantiliza condiciones ecológicas que deberían estar al servicio del bienestar de la población y no a la inversa.
Adoptar el discurso neoclásico como legitimación de demandas sectoriales conlleva el contrasentido de intentar convencer a una sociedad de que debe sacrificar su bienestar y calidad de vida en pos de insertarse en el comercio mundial en una posición subalterna: la de especializarse en vender commodities, a costa de arrasar su equilibrio agroecológico, para alimentar otros mercados y por ende otros sistemas productivos con alto valor agregado.
* Doctora en Historia Económica de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla.
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