GUSTAVO GROBOCOPATEL HABLA DE LAS PERSPECTIVAS FAVORABLES Y DE LOS RECLAMOS DEL SECTOR AGROPECUARIO
El empresario del agro que, además de sus propios campos, arrienda miles de hectáreas en Argentina, Uruguay y Brasil, sostiene sin ponerse colorado que la resistencia a las retenciones móviles fue como la rebelión francesa. Afirma también que el trigo tiene un precio bárbaro pero que no lo puede vender.
› Por Cledis Candelaresi
“La soja no es (Diego) Maradona. En todo caso, (Martín) Palermo, que puede salvar el partido en el último minuto. Mejor, (Lionel) Messi: ayuda mucho, pero no lo es todo.” La definición futbolera corresponde a Gustavo Grobocopatel, líder de la empresa agropecuaria Los Grobo, quien ganó perfil mediático hace unos años sindicado como El Rey de la Soja. En las decenas de miles de hectáreas propias y arrendadas ubicadas en Argentina, Uruguay y Brasil también cosecha trigo y otros cultivos. Grobocopatel también es directivo de la Asociación Empresaria Argentina. Sentencia que el problema del país “no es la deuda” y hasta sugiere aumentarla, como si la experiencia pasada no hubiera enseñado nada a los líderes empresarios argentinos. Confiesa que a la hora de formular propuestas, los hombres de negocios tampoco consiguen el consenso que ellos exigen a los políticos.
El campo siempre se queja y es uno de los sectores más rentables.
–Hay un cambio de dietas en el mundo que demanda más proteínas, y esta región está en condiciones de proveerlas. Y éste es un proceso que puede durar treinta o cuarenta años más. Argentina va a producir casi 90 millones de toneladas de granos, pero podríamos producir el doble en tres años, y convertir eso en lácteos o pollos. Duplicar los granos implicaría un 60 por ciento más de camiones y 100 mil camioneros más.
¿En qué condiciones se podría duplicar la producción agropecuaria?
–Con una masiva inversión pública y privada. Para esto, debe generarse riqueza e incentivos del sistema impositivo, que es clave. El campo hoy está pagando un 80 por ciento de sus utilidades como impuestos, si le va bien. Si le va mal, sigue pagando aunque pierda. Esto no alienta la reinversión. Aunque se le den créditos blandos, el círculo se rompe.
Usted sólo pone énfasis en el tema tributario cuando, según la AFIP, es uno de los sectores con mayor nivel de evasión.
–Argentina pasó de un 20 a 30 por ciento de su PBI de carga impositiva, y la del campo es aún muy superior.
Pero la rentabilidad global sigue siendo elevada, lo que se reflejó en el optimismo de la última Expoagro, donde se vendieron cosechadoras y 4x4 como en los mejores tiempos.
–La respuesta del productor va más allá del efecto que pueda tener un gobierno de turno. El año pasado se perdió todo lo que se ganó en los tres anteriores. Pero la semilla de las ganas sigue. Amén de que este año se vende porque en el pasado no hubo muchas operaciones. La Resolución 125 fue una rebelión fiscal, como la francesa.
Toda esa descripción parece bastante exagerada. ¿La Resolución 125 de retenciones móviles habría aliviado la presión impositiva cuando los precios cayeran?
–El mensaje fue nefasto y apuntaba a que el esfuerzo no vale la pena. Lo peor fue querer imponer sin consensuar. Lo mismo pasa con el Banco Central y con otras cosas. Los gobiernos deben liderar y no imponer.
¿Liderar no es ejercer el poder con el aval del voto popular?
–No sin consenso. Hay que evaluar lo del voto popular porque a veces las acciones poco tienen que ver con las propuestas electorales.
¿Propone reemplazar las rentenciones por un impuesto a la tierra?
–Estoy convencido. Las retenciones son un impuesto al ingreso y tienen efecto concentrador de la riqueza porque el que pierde queda peor posicionado. No segmenta entre chicos y grandes. Segmenta según a quién le va bien o mal. Pero antes de un cambio fiscal debe haber un pacto social.
¿Cómo está hoy la relación del Gobierno con el campo?
–No hay un diálogo constructivo, sino parches e intenciones de solucionar cosas puntuales: se habilitaron las exportaciones de maíz, de a poco las de trigo. Pero hay una regulación del mercado que no lo deja funcionar bien. Cuando el mercado funciona bien, defiende a los más débiles. Cuando funciona mal, beneficia a los más ricos.
La crisis internacional no avala ese concepto de “mercado”. Además, pese a la intervención estatal, el trigo y la carne tienen precios muy buenos para los productores.
–El trigo tiene un precio bárbaro pero no lo podés vender. Es una paradoja enorme del sistema. No lo podemos exportar y los molinos no lo pueden comprar todo ahora.
¿Y con la carne?
–El problema de la carne no es de ahora sino de treinta o cuarenta años y tiene que ver con la comercialización primitiva, por la media res, que incluye cortes caros y baratos. Eso impide vender el lomo a Europa y dejar barato el asado acá, por ejemplo, logrando un buen precio promedio.
¿Propone que los argentinos no puedan tener acceso a comer lomo?
–El que quiera, que lo pague. La clase media y baja argentina come matambre, vacío y asado.
La Presidente atribuyó las últimas subas al afán de los productores de aumentar sus márgenes.
–Se instaló la idea de que los empresarios son los que suben y bajan los precios. Eso es cierto. Si hay una sobreoferta, yo bajo los precios. Si lo que hago no lo tiene nadie, me lo pagan más. Es el mercado. Lo que tiene que hacer el Estado es crear condiciones para que haya mucha oferta y competencia. La carne finalmente va a bajar porque a estos precios nadie compra. Hay que evitar la monopolización de la oferta. Tiene que haber muchos productores, consignatarios y carnicerías. Puede haber desequilibrios de corto plazo. Puede haber especulaciones que se pueden combatir con intervención del Estado. El problema es que la actual intervención estatal lleva cinco años. Eso es lo negativo.
La oposición desfiló por Expoagro.
–Lo que pasa es que el problema del campo ya está instalado en la agenda pública como no estaba antes y a todos interesa. El problema es la falta de consenso para tratarlos. Y si el consenso no se da naturalmente, se da por las malas. Ahora estamos yendo a un consenso por las malas, donde el nuevo Congreso va a imponer ideas independientemente de lo que al gobierno le parezca. Y lo ideal es agenda colectiva.
¿Se considera un empresario próximo o adversario del Gobierno?
–Me preocupan los prejuicios. Hay gente que piensa que estoy en contra y otras a favor. Sobre la política económica y el campo hemos cometido muchísimos errores. Pero desde afuera del gobierno siempre parece fácil solucionar los problemas. Después, cuando se llega al gobierno, se ve que no lo es tanto. Si hay tanta gente que pasó por los ministerios y no pudo resolver las cosas, será porque no es tan sencillo.
Hace un año usted amenazaba con que iba a reducir el plantel de personal.
–Objetivamente hay mucha incertidumbre. Las retenciones no se podían tocar, sin embargo se tocan. Los impuestos no se pueden cambiar, pero se modifican. Ante eso, uno prefiere no invertir. Infelizmente el año pasado tuvimos que desprendernos de personal, pero en el 60 por ciento de los casos pudimos reubicarlos en empresas competidoras. Hoy no estamos tomando gente en Argentina, porque no tenemos rentabilidad y vemos que el crecimiento va a ser muy lento. Tratamos de defendernos con lo nuestro
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