Dom 30.05.2010
cash

LA DEBACLE DE LAS ECONOMíAS DESARROLLADAS Y DEL PENSAMIENTO DOMINANTE

“Crisis global y sistémica”

El último libro de Goransky, que acaba de editarse y se presentará mañana en la Biblioteca Nacional, plantea que la presente crisis es del propio capitalismo. Afirma que está prevaleciendo una economía militar dependiente.

› Por Natalia Aruguete

Aunque el título de su último libro plantea la disyuntiva entre “crisis global o crisis sistémica”, el investigador Jacob Goransky asume que se debe incluir a ambas: es una crisis planetaria y, además, una crisis del propio capitalismo, sólo superable con un cambio en la concepción del modo de producción. En esta entrevista de Cash, Goransky desarrolló su tesis sobre la actual debacle que, desde su perspectiva, no es sólo financiera sino de solvencia.

¿Por qué en el título de su libro usted se pregunta si la actual es una crisis global o una crisis sistémica?

–Crisis global remite a un concepto geográfico: se extiende a todo el planeta. Crisis sistémica quiere decir crisis del capitalismo. Es decir, una crisis del sistema capitalista en sí mismo.

Stiglitz ha planteado que es necesario e inexorable pasar a otro capitalismo. ¿Usted qué opina?

–Si por capitalismo entendemos el afán del capitalista de acumular plusvalía y destinarla de acuerdo a sus propios intereses, resulta difícil la idea de pasar a otro capitalismo. Creo que después de esta crisis habrá un punto de inflexión, que tampoco es instantáneo. Es un proceso. Los cambios los estamos viendo en los países de América del Sur: el Mercosur, la utilización de moneda propia para intercambios comerciales, la creación del Banco del Sur. Si Stiglitz ve que en ese otro capitalismo, lo esencial va a ser la acumulación de plusvalía, creo que se equivoca.

¿La actual crisis es financiera o de solvencia?

–Es una crisis financiera y de solvencia. La crisis de solvencia es sectorial y por países. Hay una crisis de solvencia en la industria automotriz norteamericana, que no se da en Argentina.

En ese contexto, ¿cómo se inserta la posibilidad de abandonar la concepción microeconomicista?

–A la Economía como ciencia se la denominaba “Economía política”. Y luego pasó a denominarse “Economía”. Eso fue un paso importante en la concepción y en la filosofía de los investigadores económicos. A partir de los años setenta, con el fracaso del keynesianismo, empezaron a predominar las concepciones neoliberales, fundamentadas en la libertad, autorregulación y autoequilibrio del mercado. Esta concepción ve sólo el funcionamiento a nivel de las empresas. La macroeconomía incluye la política monetaria, la financiera y la política económica, que tenga como objetivo alcanzar un desarrollo integral. Antes, los economistas le daban importancia a la filosofía y a la historia. Desde las últimas décadas, se desprecia la filosofía como ciencia.

¿En qué influyó la militarización de la economía en la crisis actual?

–Pocos de los que analizaron la crisis nombran la influencia de la economía militar. No lo hacen ni Stiglitz ni Krugman. El capitalismo es economía-militar dependiente. Los economistas dicen que la economía necesita la guerra y creo que eso es insuficiente. La guerra es algo puntual dentro de la economía militar. Los Estados tuvieron que disponer de un porcentaje altísimo del presupuesto para la maquinaria militar y para la innovación tecnológica. Todo eso es derroche. Eso está en el origen de los déficits públicos.

¿Qué casos podría citar?

–¿Cuál es el presupuesto militar de Grecia, o de cualquier otro país de los que están en crisis? El presupuesto militar ha beneficiado fundamentalmente a los grandes empresarios.

¿Cómo evalúa el plan de salvación para Grecia, elaborado por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario?

–La formación del economista se inserta en una concepción de tipo corporativa entre políticos, economistas, sectores de la iglesia, sectores militares. Es una corporación cuyo objetivo es la preservación del sistema. El economista no ve otra alternativa que los planes de ajuste, que empiezan por el gasto en áreas sociales, como salud y educación, e incluyen reducir salarios y flexibilizar el mercado laboral. Hay un debate epistolar entre Marx y un socialdemócrata de su época, que le planteaba que la suba de salarios significaba aumento de precios. Marx le respondió que el aumento de la productividad, producto del avance tecnológico, permitía producir más y con menos asalariados. Pero que no había ninguna teoría que respaldara que, en ese incremento de la productividad, el empresario se tenía que llevar más que el obrero. Eso es una correlación de fuerza

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