Domingo, 18 de julio de 2010 | Hoy
REFORMA FINANCIERA DE ESTADOS UNIDOS
Por Carlos Weitz
Paul Volcker es un economista norteamericano de 82 años, fácilmente reconocible por sus más de dos metros de altura. Le tocó presidir la banca central de los Estados Unidos (Reserva Federal) durante parte de las presidencias de Jimmy Carter y Ronald Reagan. Mientras estuvo a cargo de la política monetaria subió las tasas de interés a niveles astronómicos buscando contener la inflación, ayudando a generar uno de los procesos recesivos más fuertes que sufriera ese país. Al salir del gobierno trabajó cerca del Grupo Rockefeller relacionándose con sectores conservadores de la vida política y económica norteamericana. Con el paso de los años ha ido asumiendo una mirada cada vez más crítica respecto del funcionamiento de los mercados financieros. El año pasado fue designado por el presidente Barack Obama a cargo del Consejo para la Reconstrucción Económica de los Estados Unidos. Sin embargo, sus posiciones a favor de una mayor regulación sobre los mercados lo mantienen alejado de los principales asesores del presidente para la reforma financiera, el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, y el director del Consejo Nacional Económico, Lawrence H. Summers, más cercanos a las posiciones de Wall Street.
Volcker ha apoyado la reforma financiera aprobada en estos días por el Congreso en los Estados Unidos, aunque cree que ésta no ha ido lo suficientemente a fondo como para prevenir futuros cataclismos. En tal sentido el ex presidente de la Fed sostiene que “hay cierta circularidad en este negocio. Se desata una crisis, que luego da lugar a una reforma, lo que hace que las cosas se encarrilen por un tiempo, para luego desatarse una nueva crisis. A medida que aparezcan nuevas regulaciones, Wall Street continuará tratando de eludirlas. Debe formarse un fuerte aparato regulatorio que pueda lidiar con este fenómeno”.
Volcker se reprocha no haber planteado con fuerza los peligros asociados al proceso de desregulación financiera iniciada en la década del ’70 y profundizado durante la década del ’90, que motivaron en cierta medida su renuncia en 1987 ante las políticas de la administración republicana. Analizando las cosas en retrospectiva, señala: “Existía una convicción intelectual de que no era necesaria demasiada regulación, que el mercado podía ocuparse de cuidarse a sí mismo. Estoy feliz de que esta ilusión se haya destrozado”.
Una parte de las iniciativas originalmente planteadas en la actual reforma se han ido diluyendo producto de la fuerte presión que ha ejercido el lobby financiero. Un ejemplo ha sucedido con su propuesta conocida como “regla Volcker” que en origen prohibía terminantemente que los bancos comerciales pudieran hacer inversiones con su propio dinero en fondos especulativos (hedge funds) o fondos privados (private equity). Esas prácticas, que incluían la inversión de los recursos del banco en sofisticados productos financieros, constituyeron canales de contagio de la crisis desatada en 2008, que llevó a que los contribuyentes norteamericanos tuvieran que aportar fondos para rescatar a instituciones bancarias y de seguros de su país. Finalmente, el Congreso suavizó la prohibición propuesta por el octogenario economista estableciendo un límite máximo del 3 por ciento del capital del banco para efectuar estas inversiones.
Volcker sostiene que el éxito o fracaso de la reforma dependerá de cómo se implemente. Un marco normativo adecuado constituye siempre una condición necesaria para llevar adelante una regulación eficaz. Sin embargo, si no existe la suficiente vocación, idoneidad e independencia por parte de los supervisores, las mejores normas terminan transformándose en letra muerta
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