EL NIVEL DEL TIPO DE CAMBIO REAL Y LA COMPETITIVIDAD DE LA ECONOMíA
La paridad cambiaria registra dos fuerzas opuestas que por ahora se anulan: el alza de los precios internos y la apreciación de otras monedas. En relación con los costos y productividad laboral todavía conserva margen pese a la queja empresaria.
› Por Diego Rubinzal
El tipo de cambio competitivo es uno de los pilares del actual esquema económico. Esa política opera de manera virtuosa en un doble sentido: promueve las exportaciones, debido a la mejora de la competitividad de los productores de bienes transables, e incentiva la sustitución de importaciones, ya que el tipo de cambio alto funciona como una suerte de barrera cambiaria. De esa manera, el régimen macroeconómico genera las condiciones necesarias aunque no suficientes para el crecimiento de la producción y el empleo. Ese proceso fue acompañado con un conjunto de políticas públicas de recuperación salarial, disminución de la pobreza y de mejoras en la distribución del ingreso.
Ahora algunas voces advierten que el tipo de cambio real ya se encuentra a niveles similares a los de la convertibilidad. El Estudio Broda estima que el tipo de cambio real bilateral se ubica en 1,17 peso (a valores del 2001), luego de haber alcanzado un nivel de 1,93 peso durante el período 2003-2006. En esa línea, algunos empresarios sostienen que los incrementos salariales medidos en dólares terminaron por erosionar la ventaja cambiaria. El titular del grupo Techint, Paolo Rocca, declaró que “la recuperación del ingreso real llegó a un límite. No es posible mejorar remuneraciones sin una consistente mejora de la productividad laboral”. Rocca señaló que entre 2002 y 2010 la productividad de la mano de obra creció a una tasa promedio anual del 4 por ciento, mientras que los salarios en dólares se incrementaron un 22 por ciento anual.
¿Es correcto afirmar que los costos laborales nominados en moneda extranjera ya se encuentran en los mismos niveles que durante los noventa?
Los economistas Anahí Amar, Federico Pastrana y Soledad Villafañe se ocuparon de esa cuestión. En su trabajo Lineamientos para un cambio estructural en la economía argentina. Desafíos del Bicentenario, los autores analizan el comportamiento del Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM). En el período 2003-2007, el TCRM mantuvo un valor cercano a un 120 por ciento más alto que en diciembre del 2001. A partir del 2007, el tipo de cambio comenzó a apreciarse como consecuencia del mayor ritmo de incremento en el nivel de precios. Esa tendencia se acentuó a finales del 2008 a partir del estallido de la crisis internacional que provocó una valorización del dólar frente a las principales monedas del mundo. Las devaluaciones del real y del euro produjeron una apreciación del TCRM que fue revertida parcialmente al año siguiente. Esto último se debió a la devaluación nominal del peso argentino. De esa forma, el TCRM se mantuvo en un valor bastante superior (70 por ciento) al vigente durante la última etapa de la convertibilidad.
Esta constatación inicial les permitió a los autores avanzar en el análisis de las variaciones producidas en el salario promedio denominado en moneda extranjera. Ese indicador permite comparar la competitividad –tomando como única variable el costo laboral– de los productores de bienes transables. El abandono de la convertibilidad provocó una brusca caída inicial (70 por ciento) del salario en dólares. A marzo del 2010, Amar, Pastrana y Villafañe calcularon que el salario en dólares se ubicó un 30 por ciento inferior al nivel del 2001 y entre un 40 y un 50 por ciento por debajo del real y el euro.
Las modificaciones de la productividad laboral es otra variable relevante para ese análisis. Su importante crecimiento durante los últimos años es un factor adicional de mejora de la competitividad empresaria. Todo esto lleva a los autores a concluir que el costo laboral unitario se sitúa a valores muy inferiores a los vigentes durante la convertibilidad (aproximadamente un 30 por ciento menor). Aunque esa caída se observa en todas las ramas industriales, los productores de alimentos y bebidas, los refinadores de petróleo, los fabricantes de maquinarias y equipos, aparatos eléctricos, productos de metal y automotores, se convirtieron en los sectores más beneficiados. “Las ramas que utilizan intensivamente mano de obra no calificada, como la textil, confecciones o de muebles, que no habían podido hacer frente a la competencia externa en los noventa, si bien hoy mantienen costos laborales unitarios menores que en 2001, siguen resultando las más vulnerables en tanto que las reducciones en el costo laboral real por unidad de producto en moneda extranjera son significativamente menores a las del nivel general de la industria”, concluyen los autores
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