Dom 13.02.2011
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LAS RAZONES DE LA INFLACIóN Y LAS POSIBLES SALIDAS

Puja distributiva

La suba de precios es la única variable que no aparece alineada en un proceso económico virtuoso. El debate sobre qué hacer.

› Por Diego Rubinzal

La política económica continúa exhibiendo resultados positivos. Crecimiento a tasas chinas, mantenimiento de superávit gemelos, acumulación de reservas, desendeudamiento histórico, mejora en la distribución del ingreso y disminución de la desocupación son algunos de los ítems que sustentan la afirmación inicial. La inflación aparece como el único aspecto que exhibe un comportamiento alejado de las pretensiones gubernamentales.

Aunque los índices inflacionarios están muy lejos de ser incontrolables, como pretenden instalar ciertos sectores, el aumento de los precios domésticos es notoriamente superior a las cifras reflejadas por el índice del Indec. Tal como aconteció en el Brasil de la década del setenta, en la etapa de despegue de Corea de Sur o en la misma Argentina del período 1964-1974, las altas tasas de inflación no obstaculizaron el fuerte crecimiento del PIB.

Eso no quita que sea un tema que requiere un abordaje específico. Los recientes anuncios referidos a la celebración de un acuerdo técnico con el FMI para la elaboración de un IPC nacional, el recibimiento de Amado Boudou del informe elaborado por el Consejo Académico interuniversitario y la convocatoria a un acuerdo social tripartito son actitudes que revelan que esa temática pasó a formar parte de la agenda gubernamental.

En el mismo sentido, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner planteó la necesidad de “racionalizar la puja distributiva a través de las instituciones”. Las causas que expliquen las razones de una dinámica inflacionaria pueden ser múltiples. La excesiva presión de la demanda es el enfoque convencional adoptado por la ortodoxia económica. Partiendo de ese diagnóstico, los economistas del establishment proponen un recetario destinado a “enfriar” la actividad económica.

La experiencia argentina enseña que la aplicación de esas medidas genera resultados muy frustrantes en términos de crecimiento y empleo, y escasos logros en materia de contención de precios.

Como señala el investigador de la Universidad de Luján Fabián Amico (Inflación de costos y conflicto distributivo en Argentina: un análisis de la etapa reciente) “el ejemplo es la recesión de 2009: hubo un brutal ajuste contractivo (según datos oficiales, el PIB pasó de crecer casi 7 por ciento en 2008 a estancarse completamente en 2009) en tanto la inflación pasó del 22 al 15 por ciento. La mayoría de los analistas coincidió en que eso fue así porque cesó la presión exógena con la caída de los precios internacionales. De hecho, en 1991, y aun partiendo de un tipo de cambio real muy atrasado, a Cavallo le llevó dos años llevar el índice de precios a niveles bajos”.

Desde el campo heterodoxo, la dinámica inflacionaria encuentra otras explicaciones. Entre ellas, la existencia de una estructura económica oligopólica que permite a las empresas incrementar sus rentabilidades echando mano al aumento de precios, las consecuencias derivadas de los shocks externos (por ejemplo, el aumento del precio de los alimentos) o las modificaciones en el tipo de cambio.

En el trabajo mencionado, el investigador de la Universidad de Luján adopta otro punto de vista. Amico entiende que la inflación tendencial argentina se debe al aumento de los costos y/o al conflicto distributivo.

“La fuerza de trabajo es un ‘insumo’ clave que, en un contexto de altas tasas de crecimiento económico, puede experimentar su-bas reales en su ‘precio’. Puesto que el mantenimiento de altas tasas de crecimiento supone menores tasas de desempleo y en algún punto aumenta el poder de negociación de los trabajadores, las subas del salario nominal pueden implicar aumentos reales y mejoras en la calidad de vida, al tiempo que una mejoría tendencial en la distribución de la renta”, explica el investigador de la Universidad de Luján.

La recuperación salarial “empuja” a las empresas a ajustar los precios para defender la participación de las ganancias en el ingreso. Ese proceso estaría tornando persistente y gradualmente creciente la tendencia inflacionaria.

Amico advierte que “si el Estado no interviene explícitamente en el proceso mismo de formación de precios y costos de la economía, la ‘mano invisible’ del mercado puede terminar en una aceleración de la inflación y conducir a posteriores desequilibrios mayores (devaluaciones) que terminen forzando la contracción de la demanda agregada y la interrupción del proceso de crecimiento”.

Por todo ello, el investigador concluye señalando la importancia crucial de las políticas de ingreso como recurso básico para no interrumpir el proceso de crecimiento

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